Estuve viviendo catorce años a dos cuadras de la Biblioteca Departamental del Valle, junto a la Avenida Roosevelt en Cali.
Mientras pude, guardaba mi carro en un parqueadero al lado de mi casa hasta que vendieron ese lote, y durante nueve años empecé a guardar mi carro en el parqueadero de la biblioteca que queda en un enorme sótano que alberga cerca de ciento cincuenta vehículos.
La biblioteca se encuentra en lo que se denomina “la manzana del saber” que bordea la emblemática calle quinta, la avenida Roosevelt, la carrera 25 y la calle 5A, toda una manzana, y en la calle quinta justo donde es la entrada principal, funcióno por más de treinta años la funeraria Ermita, donde tenían anfiteatro o lugar donde se preparan los cuerpos de los fallecidos.
Desde los primeros días que llegué con mi auto empezaron los “testimonios” en voz baja y casi en susurros por parte de los guardas de seguridad, de que en este lugar, el enorme parqueadero, asustaban.
Al principio fueron voces fugaces a las que personalmente no “paraba bolas” como decimos en Colombia. Pero fue cuando cambié de auto que sí empecé a “parar bolas”. En el 2011, cuando adquirí un pequeño auto nuevo y que justo cambié de lugar de parqueo, un guarda y después otro, me preguntaron que si yo estaba dejando activada la alarma del coche, especialmente a las dos de la mañana, a lo que les respondí que no, ¿para qué?
Ambos guardas y por aparte me dijeron que a las dos de la mañana justo, la alarma se encendía y que no dejaba de sonar ni siquiera cuando se acercaban al carro y lo movían. La alarma se apagaba después de unos dos o tres minutos, de hecho me llamaron la atención, por lo que cuando llegaba al parqueo desactivaba la alarma para que no les perturbara la “tranquila” noche.
Pero el asunto con mi auto “escaló” en el “más allá” en los siguientes días. Debo dejar en claro que la empresa de seguridad de forma permanente rotaba su personal, casi que cada ocho días los cambiaban y así fue hasta el día que ya no volví a guardar mi carro en la biblioteca durante nueve años.
Retomo donde iba. Una mañana llegué a las nueve y un guardia me esperaba con mucha ansiedad, casi sin dejarme llegar me dijo que su compañero del turno anterior estaba en shock, pues sobre las dos de la mañana una niña estaba dentro de mi auto y que a veces la veía en la parte del conductor y a veces en la parte del copiloto o en la parte de atrás del vehículo pero por la parte de afuera. El hombre en pánico tuvo que llamar a su compañero que se apuesta sobre la entrada de la calle quinta, cabe anotar que este guardia se apostaba por la entrada de la avenida Roosevelt.
Con los nervios a mil y bastante afectado le contó a su compañero lo que acababa de ver. Hacíamos cábalas con los guardas que muy seguramente ese era el motivo por el que la alarma de mi carro se encendía sin explicación alguna.
Una vez me entero de este hecho cambié de inmediato de lugar para parquear y lo hice bien al otro extremo del parqueadero que da hacia la calle quinta, no deseaba que el fantasma de una niña siguiera “jugando” en mi carro. Para ese entonces ya había escuchado muchas historias de avistamientos paranormales en ese lugar, por lo que lo creí y no me sorprendí mucho.
La gente por naturaleza es escéptica a estas cosas, consideran que son inventos de personas nerviosas o fanáticas o que simplemente lo hacen para llamar la atención. Consideran además que lo único que existe es lo que se ve, lo físico, que lo demás es improbable y no tiene sustento alguno.
Bien, sigamos.
Conocí una vigilante que era una chica bien pequeñita y muy simpática en su trato. Me contó que había visto una noche a un hombre mayor de tez oscura, alto y vestido de camisa blanca tipo guayabera no recuerda el pantalón, que pasaba a unos diez metros de ella y que fue yéndose hacia las gradas que dan al primer piso de la biblioteca y que la miró una vez y que su apariencia se fue desvaneciendo. Cuando un evento de estos sucedía, lo primero que hacían eran llamar a su compañero “del otro lado” que no es lo mismo “del más allá”, lo aclaro, del puesto de la entrada por la calle quinta.
Los testigos de estos avistamientos fantasmales quedaban tan conmocionados y en “shock” que era lo único que podían hacer en ese momento. Recuerdo que alguien me comentó que lo que hacían ambos guardias era orar y así ambos se calmaban. Un guardia que me vendía arequipe los fines de año que hacía un pariente y con el que tenía mucha confianza, me mostró un video en su celular de un hecho espeluznante que le había sucedido a un compañero en el puesto de la calle quinta.
En el video se ve muy claro cuando su compañero está sentado en una silla rimax por la parte del pasillo, no en su puesto o caseta. A su lado hay otra silla rimax que de un momento a otro empezó a moverse un poco como treinta o cuarenta centímetros. En ese momento el hombre queda inmóvil, parecía que no se podía mover y la silla vuelve a moverse otro poco más como un metro. Cuando al parecer pudo salir de su “trance” se le ve corriendo escaleras abajo buscando muy seguramente a su compañero de la avenida Roosevelt, o sea, al otro lado.
El video lo vi, pude constatar que era la entrada por la calle quinta un lugar que conozco después de llevar años parqueando mis carros allí. La gente puede creer o no creer. Allí funcionó una funeraria muy reconocida por más de tres décadas, allí mismo funcionaba la morgue donde preparaban los cuerpos sin vida y las historias con videos como sustento que circulan por millares en Youtube sobre estos lugares donde se ven por cámaras hechos paranormales confirman que no son inventos de la gente ¡Suceden!
El mundo espiritual es otro plano y existe como existe la vida o el mundo material y físico donde los vivos nos movemos, es lo que yo creo. Este plano espiritual “cohabita” con el mundo de los vivos no de manera muy tranquila y digamos convencional, pero allí ha estado siempre intentando reventar nuestros sentidos físicos y humanos.
Miles o tal vez millones de seres parece que se quedaran perdidos entre dos mundos como queriendo “devolverse” a un plano o mundo en el que ya no existen. ¿Es una especie de agonía eterna donde no se puede desprender de la vida física porque no se obtuvo un perdón necesario, un agradecimiento oportuno, una injusticia o una vida muy corta?
Mientras la Biblioteca Departamental del Valle continúe allí mismo, donde antes funcionó una funeraria y una morgue, seguirá siendo el hogar de “almas en pena” que seguirán rasguñando nuestro mundo físico hasta que la eternidad se los permita.
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