Laberintos y sinsentidos
Opinión

Laberintos y sinsentidos

¿Por quién votar? Entre la ciudadanía dicen: ¡roba, pero tiene resultados!, ¡este es conocido y por lo menos nos ve!, ¡elijámoslo que es amigo del presidente!

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septiembre 21, 2023
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¿Y por quién votar? ¡No se conocen muy bien los programas! Cuando se indaga entre la ciudadanía dicen: ¡roba, pero tiene resultados!, ¡ese no roba ahora, porque su familia ya robó y la tiene es toda!, ¡este es conocido y por lo menos nos ve!, ¡elijámoslo que es amigo del presidente!, elijámoslo que ese si enfrenta a ese presidente!, ¡tiene experiencia en…!, ¡son la juventud en persona, de pronto son la solución!, ¡Se ha lanzado tantas veces que de pronto hay que darle la oportunidad, ahora si le toca!, ¡vamos con el que va a ganar, si por lo menos nos garantiza el puesto y lo que ya tenemos acumulado!.

Todas esas formulaciones simples y precarias son muy repetidas en el contexto preelectoral y nos dejan muy expuestos ante la complejidad de la vida y de los mecanismos para tramitarla a través de la economía, la organización social y ciudadana, la cultura y el Estado; porque aclaremos, no se trata simplemente de elegir gobernantes apegados a fórmulas personalistas pero ignorantes de la vida en común y de sus condiciones y conflictos actuales. Mínimamente, se necesita que las y los representados tengamos más comprensión de los retos que delegamos y que los representantes y ejecutores puedan asumir la responsabilidad con la mayor solvencia posible. 

Lo que se ha desgastado en la sociedad actual y más específicamente en la política tal como hoy se vive es el horizonte mismo de la vida, ¡nos rodea el sinsentido!, es clave entonces cuidar la forma en que estamos construyendo el sentido social, se requiere reflexión sobre las intenciones mismas y sobre la forma en que se está haciendo el discernimiento de la vida en común.


Así el horizonte de sentido es la manera como vemos y practicamos el mundo, se constituye en los términos desde los cuales creamos razones, propósitos, voluntades para actuar y habitar nuestros entornos, para avivar la existencia.


Vale aquí retomar el planteamiento del no todo vale; ese criterio hay que volver a hacerlo resonar en nuestros entornos, pues las elecciones regionales y locales están llenas de laberintos y sin salidas, impregnadas de mentiras, engaños e ilusiones, mientras se desgastan las prácticas, las palabras, los signos, los símbolos, los relatos y las relaciones que serían la salvaguarda de la vida compartida.

Comencemos por recordar que el sentido al que se hace referencia no trata de un imperativo moral externo a nuestras vidas, el sentido es intersubjetivo y concreto vitalmente; es decir, procede de las relaciones cotidianas que tenemos entre los seres, los espacios, los tiempos, las cosas, las formas de interacción en el mundo que no paran de fluir como estados de ánimo.

Así el horizonte de sentido es la manera como vemos y practicamos el mundo, se constituye en los términos desde los cuales creamos razones, propósitos, voluntades para actuar y habitar nuestros entornos, para avivar la existencia. El sentido se teje desde la práctica del lenguaje y desde los relatos que construimos estando juntos que pasan por diversas racionalidades y emocionalidades entrelazadas.

El sentido, además de configurar la forma como podemos comprendernos con el mundo, es constitutivo de las opiniones que proyectan la existencia humana y que regulan relaciones y transacciones. Pensar nuestro sentido de vida es imperativo para evaluar nuestras formas de tomar decisiones, nuestras prácticas y las consecuencias de nuestros actos. Las afirmaciones manifiestas sobre estos momentos de decisión colectiva hablan de nuestra pérdida de horizonte compartido y de la instrumentalización de la sociedad desde las esferas de la política.

Es claro que el tiempo moderno y contemporáneo es gobernado más desde los atisbos de una acción racional que tiene como centro el control del leviatán del Estado y las redes de mercado; la política liberal nos sitúa siempre más cerca de los bordes de la economía y la guerra que de los lenguajes de la ética, la estética y la cultura.

Desde ese campo de luchas se va sembrando una idea agonística y guerrera de la democracia que es comprensible desde el punto de vista de la búsqueda de equilibrios para la coexistencia y para la integración de sociedades con visiones  contrapuestas que se enfrentan cíclicamente; sin embargo, la experiencia de construcción del poder de lo común en ese contexto conflictivo, demanda que examinemos permanentemente nuestras propias motivaciones, intenciones y sentidos al optar por un proyecto político, para no terminar atrapados en el mar de los individualismos y las pequeñas razones, diferenciando bien cuáles son las verdaderas confrontaciones y retos de lo común.

La política no se trata siempre de grandes éxitos, de hazañas y de acceder al parnaso de los ídolos, como sí de ser parte de un tejido de humanidad en el cual nos vamos transformando en la coexistencia y vamos estableciendo transacciones para cuidar la vida en común que va incluso más allá de los intereses particulares a veces tan estrechamente humanos.

El medio está lleno de entornos tóxicos y de relatos mentirosos que debemos aprender a discernir, para tomar decisiones y caminos con responsabilidad. No nos dejemos atrapar en el laberinto y el sinsentido.

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