La verdad del Pepe
Opinión

La verdad del Pepe

¿Cuál es la diferencia de José Mujica con otros gobernantes de izquierda latinoamericanos?

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mayo 15, 2025
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Cuando visitó a Obama en la Casa Blanca, José Mujica, exguerrillero tupamaro, prisionero doce años y al paso del tiempo presidente de Uruguay, tomó sosegado la enorme mano del mandatario americano entre las suyas de labriego y le dejó saber que no venía por préstamos, ayudas militares, ni cosas de ese orden. Solo requería su apoyo enviando profesores, expertos en cuestiones agrícolas, porque la formación de nuevas generaciones que tienen que alimentar al mundo, sería la mejor manera de afirmar la libertad y la independencia.

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Con ese modo de andar por la vida, con método de maestro amigo, sin fanfarronadas de agrandado y con la visible sabiduría de quien ha conseguido transformar en vino tanto ácido de sus propios verdugos del pasado, el Pepe Mujica, acaso el único gobernante adorable que haya dado la historia latinoamericana en varias décadas, murió en las últimas horas de viejo, de enfermedad dura y lleno de amor, porque decía con toda claridad y con toda verdad cuando se legalizó la venta y producción de marihuana, que la mejor adicción que podía tener el ser humano era la del amor.

En su momento se reunió con la gente y se despidió, siempre invitando a edificar más educación en un país que no se deja confundir entre las cóleras, las medias verdades de la politiquería tradicional, ni los debates ideológicos acomodaticios.

No tenemos todo el tiempo del mundo. Los jóvenes que están ahí pueden vivir el mundo de los desarrollados o el de los subordinados. Si no somos capaces como país de educar a las generaciones que vienen, van a pertenecer al mundo de los irrelevantes, de los que no sirven ni para que los exploten, decía Mujica con esa claridad envuelta en una voz ronca a la que uno le creería incluso mientras pende de un hilo ante el abismo.

Soy un anciano que me voy. No al odio, no a la confrontación, hay que trabajar por la esperanza. Cuando estos brazos se vayan, va a haber miles de brazos, afirmaba Mujica, algo dicho con una simplicidad que va a lo hondo, sin ínfulas de mesías, solo creíble, porque este líder de aspecto medieval hizo del ejemplo personal, de la consistencia entre teoría y práctica, un modo de vida que dan ganas de seguir.

Los uruguayos tenemos la tendencia a creer que existimos, decía Galeano, con esa capacidad que tiene aquella nación de mirarse irónicamente a sí misma; con conciencia de pueblo pequeño que tiene divergencias ideológicas, pero convicción de manada que se mueve junta para ponerse, como indudablemente lo está, a la vanguardia de las democracias del Continente.

Es que para los uruguayos la calidad de la educación, la concordia, el diálogo constructivo, el liberalismo de pensamiento, la democracia sin agresiones cuando ya se superó el momento de la dictadura y la insurgencia, ha sido de siempre una fascinación. En eso no cederían ni se conformarían. En eso no se quedarían con la mitad de la mitad. En eso jamás improvisarían.

Porque la revolución de hoy es la educación, porque revolucionario sin democracia hoy sería un contrasentido, y tal cosa es algo serio que no puede dejarse en manos de aprendices.

De Mujica y de Uruguay hay mucho para aprender

De Mujica y de Uruguay hay mucho para aprender. Ortega en Nicaragua es poco menos que un déspota incapaz mental; Maduro en Venezuela ni siquiera es de izquierda, es un dictador criminal y corrupto; Chile y Brasil son otra cosa, con gobiernos de izquierda coherente que no ponen en abismo nada de lo construido y construyen con acierto más bienestar social y equidad.

Y Colombia, este país que nos toca, que nos alegra y nos duele a veces, tiene tiempo, tiene posibilidad de avanzar en una noción de izquierda social, nacionalista, vanguardista.  Al presidente Petro le queda un año largo para tejer reconciliación, para construir diálogos en medio de antagonismos ideológicos que bien llevados y discutidos con humanidad y sin agresiones fortalecen la democracia.

En últimas, decía el propio Mujica, quien pasó por las armas, por la cárcel, por la tortura, que lo mejor inventado por el hombre en materia política es la democracia, aunque esta no sea perfecta.   El amor se hace con amor, no con invitaciones de rabia.

Del mismo autor: El futuro que ya pasó, y el pasado que viene

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