La universidad de la paz

La universidad de la paz

A propósito del programa “Conversemos en Paz” del Canal Institucional emitido el 12 de octubre en horas de la mañana

Por: Jorge Alonso Cárdenas León
octubre 14, 2015
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La universidad de la paz
Foto: tomada de archivo abc.es / AFP

Mi nombre es Jorge Alonso Cárdenas León, profesor de la Universidad Distrital FJC desde hace aproximadamente 17 años. Canaleando, el lunes 12 de octubre del presente, me encontré accidentalmente con el programa “Conversemos en Paz” y a raíz de ello, quise unirme a la discusión sobre la era del post-conflicto, un poco porque considero que cualquier ciudadano colombiano forma parte ineludible de esta discusión y, un poco porque siento que algunos aspectos críticos del proceso, se están quedando por fuera…

Empiezo por decir que el éxito en el proceso del posconflicto en nuestro país, depende en gran medida de que los esfuerzos se blinden de manera efectiva contra la retórica y el oportunismo. Con esto quiero decir, que no se trata solamente de maximizar los esfuerzos o difundirlos, sino sobre todo, de maximizar la eficiencia de cada esfuerzo y de blindarlos contra los principales agentes generadores de violencia en nuestro país, la retórica y la burocracia.

Con lo anterior quiero decir que considero necesario evitar a toda costa, “que ante la necesidad real de una escuela o carretera, a la que finalmente responde el estado con una inversión, muchas veces tardía, ésta no se transforme en otra obra interminable, adjudicada a un monopolio, que después de múltiples adiciones presupuestales, finalmente se entrega a la comunidad, a costos exorbitantes y con calidad cuestionable. Que las inversiones en el post-conflicto sean verdaderos pasos hacia la prosperidad democrática y no, nuevos causantes de inconformismo, violencia y resentimiento.

Cuando miro el proceso del post-conflicto, desde las aulas y los pupitres, siento honestamente que todas las ramas del saber y no solamente la pedagogía, son instrumentos de paz: Tanto las ciencias naturales como las ciencias humanas; tanto las artes como la ingeniería y tanto el derecho como la pedagogía, todas las ramas del conocimiento son, no solo verdaderos instrumentos de paz, sino los mejores instrumentos de paz.

Por eso, considero redundante hablar de una pedagogía para la paz, como lo es también el hablar de un derecho para la paz. Siendo la educación, por su misma naturaleza, el mejor instrumento de paz, en cualquier sociedad civilizada, el verdadero rol de la educación en la etapa del post-conflicto en Colombia, radica precisamente en auto-depurarse y perfeccionarse para poder cumplir mejor el rol, que por derecho propio le corresponde, pero que por diferentes razones no, ha cumplido de la mejor forma.

En atención a lo anterior, considero que el rol de la educación en el proceso del post-conflicto en Colombia, así como la construcción de una paz duradera en nuestra sociedad, no se cimenta en la realización de diplomados o especializaciones que lleven en su denominación el adjetivo de la “paz”, sino en el mejoramiento de la calidad de la educación a todos los niveles y particularmente, en el mejoramiento de la calidad en las facultades de formación de docentes.

Temo mucho que los esfuerzos de los colombianos para sostener el proceso del post-conflicto, mediante impuestos y retribuciones, se transformen finalmente en “falsos positivos pedagógicos”, representados en el financiamiento de diplomados y especializaciones para la paz, que en últimas, solo sirven para adornar las hojas de vida de los docentes y, en el mejor de los casos, para ascender en el escalafón docente.

Temo mucho que las cargas tributarias para sostener el proceso del post-conflicto en Colombia, se conviertan en nuevas “oficinas”, “secretarías” y “dependencias”, denominadas de algún modo “para la paz”, que solo contribuyen a elevar el nivel retórico y burocrático de la paz, pero que en nada aportan a la verdadera construcción de una paz duradera.

Temo mucho que ésta sea una más, de las tantas oportunidades históricas que ya hemos perdido los colombianos, para construir la paz y para avanzar un poco en la tan anhelada “prosperidad democrática”, promulgada por el actual  gobierno. Sé que son demasiados temores, pero cuando se han trabajado más de 25 años con el estado, cuesta mucho mantener la credibilidad y la esperanza intactas.

Por eso no puedo evitar preguntarme, ¿de qué sirve crear nuevas oficinas y dependencias para la paz, sino se mejoran las oficinas y dependencias ya existentes? ¿De qué sirve crear nuevas cátedras y discursos sobre la paz, sino se mejora el sistema educativo ya existente? ¿De qué sirve elaborar una pedagogía específica para la paz, sino se mejora el sistema pedagógico ya imperante?. Honestamente, creo que lo mejor que puede hacer el país en ésta etapa del post-conflicto, es aprovechar la oportunidad para mejorarse a sí mismo, en todas sus dependencias.

Hacer del post-conflicto la oportunidad para mejorar todas las instituciones públicas del país, tanto en su funcionamiento como en las oportunidades de acceso, libre y democrático, para el trabajo de todos los colombianos, en condiciones de equidad y transparencia. Hacer “que cuando el ciudadano común, requiera de los servicios de cualquier dependencia del estado, pueda ingresar a ellas con la certeza que todos sus funcionarios están allí para servirle y que todas sus inquietudes serán atendidas con amabilidad y respeto, porque dentro de las empresas del estado se respira un ambiente de paz y eficiencia…”

Me pregunto, ¿Puede aportar en algo una cátedra de la paz, dentro de un sistema educativo burocrático e ineficiente? Y me pregunto, ¿Puede existir un mayor aporte a la paz, que el implícito en unas instituciones oficiales modernas, eficientes y transparentes?

Por último mi propuesta

Mi propuesta es simple: Creo que podemos aprovechar la oportunidad del post-conflicto, para construir, precisamente en el corazón del conflicto, en Florencia Caquetá, la Universidad de la Paz. Creo que sería grandioso aprovechar ésta oportunidad histórica para construir una universidad, que se constituya en semilla de desarrollo y esperanza para la región. Una universidad que simbolice la férrea intención de paz de todos los colombianos; que sirva para honrar a  todas las víctimas del conflicto y que se constituya en un verdadero y auténtico legado de paz y reconciliación para las generaciones futuras…

La Universidad de la Paz, es por supuesto una idea para trabajar, repensar y elaborar. Prácticamente todo en ella está para la discusión. Sin embargo, es una idea inquietante, un sueño maravilloso que desde ya, cuenta con el apoyo nacional e internacional para su materialización. Pensémoslo y tal vez algún día, podamos hacerlo realidad…

Propuesta enviada a la Mesa de Negociaciones de los diálogos de paz, https://www.mesadeconversaciones.com.co/formulario-participacion?msg=cp, el 13 de octubre de 2015.

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