La última película de Pixar hace revolcar en su tumba a Steve Jobs

La última película de Pixar hace revolcar en su tumba a Steve Jobs

Iván Darío Hernández reseña la cinta 'Buscando a Dory', dirigida por Andrew Stanton

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junio 17, 2016
La última película de Pixar hace revolcar en su tumba a Steve Jobs

Entre una película y otra de Pixar es muy difícil entrar a comparar calidades. Cada trabajo de estos genios está mano a mano con esa fábrica de sueños llamada Studio Ghibli. No recuerdo una película de Pixar que se me haya olvidado, no importa que alguna fuera menos buena que la anterior; estos genios han humanizado a sus dibujos animados y al tiempo estas animaciones nos han humanizado a nosotros. Es un acto muy reconciliador con nuestras vidas llorar con esas escenas de brillantez absoluta e intenso corazón, como las que suceden en casi todas las películas de este estudio. Up es un gran ejemplo, el amor de una pareja, su florecimiento, una gran pérdida y finalmente la muerte, o IntensaMente, con la despedida de un amigo imaginario. Es maravilloso recordar estos momentos y verlos con la misma maravilla como en su momento se veía a Georges Méliès. Pura magia.

Con Buscando a Nemo no existieron lágrimas, y sin embargo sí nos dieron la posibilidad de ver cada color proyectado como si fuera nuestra primera vez conociéndolos. Y pese a que eso fue en el 2003, cada vez que uno se la repite, siempre es intensamente encantador sumergirse no solamente en el mar, sino en una paleta de colores vivos y poderosos nadando con total maestría a lo largo de una historia inagotable, y que no se envejece. Quizá el listón estaba demasiado alto, tal vez ya nos habíamos sacudido de la mente su película menos buena, o mejor, la más simplecita de entre todas y que fue Un Gran Dinosaurio. Esa necesidad de poder ver cómo Pixar iba a superar las aventuras de alegría, tristeza, asco, miedo e ira,  unidas con esa cita sorpresiva y emocionante con la increíble y olvidadiza Dory, suponía una promesa a nuestros corazones y ojos, y un reto titánico a un director de orquesta ya olvidado desde John Carter. Pues bien, Andrew Stanton no decepciona, Buscando a Dory es un reencuentro bellísimo con un amor del pasado. Sí, el cortometraje tradicional que nos regala Pixar antes de iniciar sus películas vuelve y se supera. La animación se confunde con la realidad y nos da una lección golpeadora sobre la madurez y sobreponernos a los miedos. Por supuesto, Buscando a Dory hace llorar, y conocer sus orígenes es todo un honor. Duelen mucho, el olvido es algo cruel, como el rechazo también lo es.

Buscando a Dory no es exactamente igual a Buscando a Nemo, no hay repeticiones. Dory sí se va a buscar a su familia, y es un viaje poético y magno. Nos invita a vencer las incapacidades que nosotros mismos nos imaginamos y con las que nos casamos. Es una revisión además a la mezquindad del ser humano (aquí pensemos que estos peces tienen sentimientos humanos). Me dolió mucho esa posición de Marlin, quien en su momento dependió de Dory para encontrar a Nemo, ya que aquí la ayuda a regañadientes, y sigue siendo un padre peligrosamente sobreprotector. También encontrar la impermeabilidad de la sociedad que no se apersona de las necesidades ajenas. Crecer, lastimosamente es darnos cuenta de que muchas veces estamos totalmente solos, pero también es darnos cuenta que la familia puede trascender la sangre y convertirse en un vínculo espiritual de amistad. Hay amistad también, y mucha, de personajes desconocidos, víctimas de las circunstancias que saben de lo duro que es afrontar la vida en soledad, y por eso deciden asociarse con el caído en desgracia, o la heroína determinada sin mayores oportunidades. Que emoción esta película. Es una aventura plena de soluciones inesperadas, de tensión increíble. De sumergirnos al mar y luego sumergirnos en los colores y luego sumergirnos en los personajes, para posteriormente vernos reflejados a nosotros mismos en ellos, como quien se mira en el espejo del agua.

Además es una segunda parte muy particular, ya que toda su gracia se encuentra en el 100%  de sus personajes secundarios, y no en Nemo o en Marlin, sino en seres con personalidades enloquecidamente alegres y llenos de conflictos interiores y de miedos y tristezas,  que se van sanando conforme ellos olvidan sus propios asuntos para enfocarse totalmente en un reencuentro casi imposible de una familia. Aunque la impotencia por la pérdida de memoria también termina por correspondernos y solidarizarnos, a todos los amigos del camino de Dory  los acaba convirtiendo en brújulas que nos enseñan a confiar en el camino si se le ve con el corazón y no con la lógica.

Qué hermoso triunfo.

 

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