La última entrevista de Álvaro Castaño Castillo

La última entrevista de Álvaro Castaño Castillo

En su casa, hace tres años, tuvo este diálogo con el periodista Juan Carlos Millán del Ministerio de Cultura

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agosto 10, 2016
La última entrevista de Álvaro Castaño Castillo
Foto: Milton Ramírez

Con una lucidez y ánimo envidiables, Álvaro Castaño Castillo, director de la emisora HJCK durante sus felices 63 años de ser fundada y mantenerse al aire contrariando el pronóstico hasta de los más optimistas, ha tenido la gentileza de recordar algunos episodios de su memorable amistad con el poeta y escritor Álvaro Mutis, con motivo de la celebración de sus 90 años de vida:

 

Estos son algunos apartes de la entrevista:

“Tocayo, me decía, si está a la vuelta de este árbol el bejuco con el cual nos colgábamos Leopoldo (hermano de Mutis) y yo; si está ahí, tenemos que empelotarnos y bañarnos en el agua helada. ¡Y así lo hicimos!”, trae a la memoria el destacado hombre de radio rememorando una de las piezas más célebres que se han escrito sobre el maestro en la que describe con lujo de detalles el viaje hacia las raíces del poeta, en el que están presentes “cada ajo y cada carajo”.“A Mutis yo lo conocí desde pequeño y me llamaba mucho la atención la originalidad de su persona, porque se trata de alguien que no se parece a nadie que yo conozca”, asegura sin asomo de dudas don Álvaro, compañero de innumerables travesías y aventuras junto al flamante Premio Cervantes de Literatura 2001, con quien le une una amistad tan estrecha que acto seguido destaca el hecho de que su casa sea también la del poeta cada vez que regresa a su patria.Lazos que comenzaron a estrecharse en 1948 luego de publicar sendos artículos para la Revista Vida, a instancias del director de relaciones públicas de la Compañía Colombiana de Seguros, Gerardo Valencia, en los que mientras Castaño hacía una evocación de los 50 años del cinematógrafo, Mutis prefirió referirse a la figura del general Murat, quien prestó sus servicios al emperador Napoleón y se ve enfrascado en una serie de traiciones que determinarán caer en desgracia ante su cuñado. Episodio que ocupa un lugar especial entre las obsesiones del escritor por la historia.

“Él de pronto me traía personajes que yo no conocía, por ejemplo el príncipe De Ligne; me contaba la personalidad del tipo y aunque no lo hubiera conocido pues sabía todo lo que había que saber gracias a su obra”, rememora para concluir que el escritor era un auténtico experto en mover la curiosidad por la lectura de libros desconocidos.

Al selecto grupo de amigos se sumarán muy pronto Gonzalo Mallarino, Eduardo Carranza, Eduardo Caballero Calderón y otros notables intelectuales de esa auténtica pléyade de poetas, escritores y artistas que deciden fundar la emisora HJCK dos años más tarde; espacio en el que el amplio bagaje cultural de Mutis comienza a brillar con luz propia y servir como estímulo gracias a la vivacidad y enorme alegría desprovista de cualquier arrogancia con la que el poeta se abría paso en el mundo de las letras.

“Yo quiero mucho a Mutis porque se trata de una persona extraordinariamente divertida gracias a esa cultura tan alegre y llena de matices, con quien además compartíamos muchos temas comunes”, subraya además de insistir en la añoranza de esas largas conversaciones de las que se ha nutrido su amistad.

Poco tiempo después, a instancias de Mallarino, Mutis conoce a Gabriel García Márquez para dar inicio a una fructífera relación en la que el ambiente de camaradería, bohemia, animadas charlas y conversaciones infinitas que permitió a los tocayos establecer un vínculo de complicidad tan envidiable que desde hace años hacen de su particular trato uno de los ejemplos más bellos al que puedan aspirar dos amigos.“Hablábamos de todos los matices de la vida, ¡Sobre todos! Y en particular sobre el Tolima, donde Mutis tiene una finca –Coello-, y yo heredé una propiedad que era de mi padre, las cuales tienen muchas cosas en común: el Río Cocora y la atmósfera tolimense”, rememora Castaño a la par de destacar las visitas que le hacía el poeta e insistir en su inigualable sentido del humor.

“La última vez que tuvimos la oportunidad de viajar a Ibagué, Mutis conducía el automóvil, y como le gusta hacerle bromas al que sea, sacaba la cabeza para convertirse en pregonero de la forcha –bebida que solo se consigue en el Tolima y que es una especie de masato fermentado- y comenzar a  gritar de manera desaforada: ‘¡La forcha!, ¡La forcha helada!: ¡Entona, chupa y aprieta; la fuerza, la pandereta, ¡Y a Dios Gracias!’, mientras la gente comenzaba a agolparse en torno nuestro y a preguntarnos por la forcha”, celebra Castaño para luego destacar el portento de voz del maestro.

Voz gracias a la cual un desafiante Mutis comienza a ganarse la vida tras anunciarle a doña Carolina Jaramillo -madre del futuro escritor- y monseñor Castro Silva –rector del claustro donde el desaplicado alumno cursaba el Bachillerato-, su firme determinación de abandonar el colegio para dedicarse al mundo de la cultura, puesto que mientras el sacerdote aplaudía la osadía e incluso se ofrecía a prestarle los libros que requiriera para emprender la nueva empresa, la señora intentaba encausarlo de nuevo:

“Mijito, muy interesante lo que me estás contando, pero de ahora en adelante tienes que trabajar porque hasta ahora te he dado yo todo. De manera que tienes que proveerte tu propia manutención y salir a trabajar; y con esa voz que tienes ¿por qué no te vuelves locutor de la Radio Nacional? Si quieres te doy el teléfono de Gabriel Giraldo Jaramillo y así terminó contratado”, rememora el futuro hombre de radio para quien si bien el desempeño de su tocayo llegó a ser excelente no estuvo desprovisto de ciertos avatares por cuenta de la absoluta falta de habilidad y sentido político del destacado empleado.

“Cuando apresaron al presidente López en Pasto, Álvaro Mutis estaba de turno en la Radio Nacional recién posesionado, y el ministro de gobierno Alberto Lleras Camargo se dirigió allá para que los colombianos lo oyeran y dar la buena nueva de que el presidente había sido liberado. De manera que una vez llegó a la emisora con esa majestad y rigor que él tenía para todo, Mutis pasó a presentarlo y cometer ese error enorme de anunciarlo como Carlos Lleras Restrepo, que era su antagonista, desatando la furia del ministro y una vaciada terrible”, recuerda sin evitar esbozar una sonrisa no obstante al drama que alcanzó a vivir todo un país por cuenta del incidente.

“A diferencia de García Márquez, a Álvaro le atraía el poder de otra forma; porque él siempre ha tenido un especial interés por lo que ya pasó. Por Carlos V, por Napoleón, Felipe II”. -¿Y Leonor de Aquitania?- pregunta el confundido periodista. –“No, Leonor de Aquitania es mía, no me la quite”, responde Castaño, quien explicó a Mutis su particular atracción por el tema debido a que no solo se trataba de una mujer bellísima, sino que además era una revolucionaria muy adelantada para su tiempo; ella nació en 1121 y formó las cortes de amor de los trovadores”, precisa.

Pese a que el ministro Lleras Camargo pide la cabeza de Mutis, el destacado locutor prosigue con su trabajo y al poco tiempo decide hacerle un inesperado obsequio a su amigo: “Tocayo te traigo un regalo”, le dice a Castaño, quien se sorprende de no ver el libro de rigor en sus manos. “No, es un intangible; pero no te lo puedo entregar si no es en el estudio de la emisora (emisora que no es otra distinta a la que dirige el propio Castaño)”.

“Te traigo de regalo la identificación de la emisora para que me recuerdes todos los días de tu vida: ¡Esta es la emisora HJCK, el mundo en Bogotá. Una emisora para la inmensa minoría!”, celebra don Álvaro mientras engola su propia voz para traer a la memoria esa divisa que ha acompañado durante más de seis décadas a generaciones de bogotanos, empeñados en su propósito de llevar la cultura a un sector mucho más amplio de una clase privilegiada, gracias a la radio.

Tiempo después Mutis pasa a ser director de relaciones públicas de la Esso en Colombia, desde cuyo despacho no ahorra esfuerzos para patrocinar todo tipo de actividades culturales, gracias a cuya infinita generosidad logra mantener a flote esa aventura de locos, estigmatizada como un espacio para intelectuales, que era para aquél entonces el mantener una emisora de contenidos eminentemente culturales con corresponsales permanentes en los principales escenarios de manifestaciones artísticas en Bogotá y el mundo.

“Mutis se convirtió en un auténtico mecenas tan solo comparable con Lorenzo el magnífico en el Renacimiento”, puntualiza Castaño además de destacar sus maneras de hombre de mundo, gracias al impecable dominio del francés que le dejó la experiencia de vivir sus primeros años en Bélgica. “En París lo conocen en todas las librerías y él entra como a su casa, porque como el dominio de la lengua es perfecto no tiene que hacer ningún esfuerzo para comunicarse con los libreros”, destaca.

-¿Hablaban de las obras en curso?-. “No, de eso nunca, pero de pronto sí de los personajes, mucho; en quién había pensado cuando creó a Maqroll el Gaviero, que en realidad está inspirado en un alguien que no está bien definido, porque se trata de un personaje imaginario que representa a todas las personas con las que Mutis había hablado en el transcurso de los viajes que había hecho por el mundo”.

“Mutis es un testigo muy ávido, penetrante y decidido del mundo, y por eso puso como protagonista a un señor que va en la parte más alta de un barco mirando cómo es el mundo”, precisa echando de menos el que no obstante a la amistad de tantos años y los innumerables viajes realizados en compañía del poeta nunca lo hubieran realizado en un barco.

En 1956 Mutis decide radicarse en México puesto que de acuerdo con Castaño, pese a ser un gran colombiano y amar al Tolima por sobre todas las cosas, allá tenía muchos amigos que hacían parte del círculo cercano a Gabriel García Márquez: Octavio Paz, Carlos Fuentes y el cineasta español también radicado en el país centroamericano, Luis Buñuel, con quien era muy amigo y quien incluso llegó a contemplar la posibilidad de hacer la versión cinematográfica de “La mansión de Araucaíma”.

“Para poder merecer esta vida tan rica y aplaudida como lo ha sido la vida de ambos todos los días tenemos que ser mejores”, manifiesta Castaño para luego concluir “Tocayito querido, te mando el abrazo correspondiente a los 90 años. Ya me estás pisando los talones, ¿No sinvergüenza? Pero ahí vamos, ahí vamos tratando de ser cada día mejores, no igual, mejores”, concluye visiblemente emocionado tras evocar al amigo, escritor y poeta.

* Nota publicada originalmente en la página de la Biblioteca Nacional en alianza con Las2Orillas

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