La trágica vida del inventor de los codiciados discos Melser

La trágica vida del inventor de los codiciados discos Melser

El caleño Sergio Useche desapareció del mapa pero quedó la leyenda de los acetatos más buscados por coleccionistas colombianos que se reúnen en la Feria de Cali

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diciembre 27, 2020
La trágica vida del inventor de los codiciados discos Melser

En las casetas de la 19 era común ver, a principios de la década del setenta, a las estrellas de la época como Fernando González Pacheco deambulando por los negocios buscando alguien que le grabara en un casette el último pasodoble, las canciones más nuevas de Vicente Fernández que ni siquiera habían llegado a Sudamérica. Habían tres personajes que tenían todo el poder para encontrar lo que fuera. Eran un cuarteto de hermanos de apellido Cortés conocidos más por sus apodos: Burro, Patacón, Tamalito y Mister Nariz. Ellos eran los encargados de ofrecer el catálogo de los primeros discos piratas que se conocieron en el país, los Discos Melser.

Nadie conocía en persona a Sergio Useche, un negro alto, fino y reluciente como un puñal, que siempre vestía a la moda y que unos decían que era de Haití y otros newyorkinos. La verdad es que Useche era de Palmira y, después de haber ido a Venezuela a firmar en exclusividad a un artista de la talla de Ray Pérez, empezó a distribuir todo el catálogo de la productora Vaya. Eran discos piratas que según Carol Anne Figueroa, la única periodista que le ha seguido la pista con precisión detectivesca, se caracterizaban por lo grueso de sus pastas y el brillo de sus carátulas. Hoy en día, si aparece en la casa un disco viejo del  papá, antes de quemarlo al fugo mira si uno de los extremos lleva el nombre de Vaya. Podrías tener uno de los tesoros más apetecidos por los coleccionistas nacionales.

Sin embargo en 1975 Useche cayó y lo metieron preso. La cárcel fue apenas un revulsivo, un particular lugar de retiro donde pudo pensar y madurar la idea que lo volvería millonario: agrandar aún más la distribución de sus discos Melser. Desde entonces dejó de llamarse Sergio Useche y fue conocido por el nombre de su sello pirata.

Se le veía de gabardina, rodeado siempre por un par de mujeres elegantes, radiantes, como estatuas de ébano. Se le conocían con el remoquete de “las mellizas de Cali”. Su apartamento, ubicado en un edificio que había comprado producto de sus negocios en la calle 19 con carrera décima, era el epicentro del remate bogotano, esa actividad que consiste en alargar la fiesta hasta la casa de alguien y extenderla hasta que el sol se volviera a convertir en día. Aunque, eso si, si lo querían ubicar un viernes o un sábado en la noche podrían hacerlo con facilidad yendo al Palladium, el impresionante antro de salsa ubicado en Chapinero donde Useche hacía de presentador y programador.

Fichar a artistas de la talla de Julio Iglesias, Los Hermanos López, Raúl Marrero o Nelson Ned, empezaron a despertar la inquina de sus peores enemigos: los tradicionales sellos que monopolizaban el mercado.

En 1983, según el libro Fuera Zapato Viejo, la biblia de la salsa colombiana, las disqueras se habían unido para sacar del negocio a Melser. Perseguido, se refugió en una finca en Villeta. Lo perseguía el F-2, la temible y abusiva fuerza de choque de la policía creada por Julio César Turbay Ayala. Cuando empezó el operativo Melser se metió en un closet. Allí lo encontraron y le metieron 32 tiros. La versión oficial apuntaba a que había sido asesinado en un choque de disparos con la policía. La versión que empezaron a regar por las casetas de la calle 19 los hermanos Cortés es que las grandes disqueras se habían unido para matar al único capaz de darles por la cabeza ofreciendo discos piratas y de calidad.

De Melser no quedó una foto, solo la leyenda, un ser de la noche bogotana, enigmático, encantador que dispuso de unos discos que hoy podrían superar el millón de pesos. Los coleccionistas saben que es el sello más importante y apetecido de todos.

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