La tragedia del gobernador
Opinión

La tragedia del gobernador

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mayo 20, 2015
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“No teníamos ni la más mínima capacidad para preverlo…” aclaró con vehemencia Sergio Fajardo, ante la pregunta de si la tragedia de Salgar pudo evitarse. “La naturaleza es imprevisible…”, reafirmó el gobernador en la radio nacional, con su acentico propio de melodrama local.

Nadie estaba culpando al carismático gobernante de lo ocurrido en el municipio antioqueño, pero Fajardo adoptó una actitud tan defensiva con los periodistas y emprendió una argumentación tan particular que, muy a su pesar, terminó por generar las suspicacias que pretendía evitar.

Para demostrar que lo que había ocurrido en Salgar era imprevisible, el gobernador expuso que era frecuente que en esa zona lloviera con intensidad y que, al igual que muchas zonas del país, era normal que gran parte de la población viviera en la ribera del río. Y claro, si a esto sumamos que las personas que construyen sus viviendas al lado de los ríos lo hacen de manera desordenada, con malos materiales y sin ningún plan de ordenamiento territorial inteligente y racional, pues es apenas obvio que ocurran tragedias como estas en Colombia.

El diagnóstico de Fajardo era pavorosamente lúcido. El gobernador enumeraba una a una las causas de la tragedia. Sin tomar pausas, describía con exactitud la fórmula recurrente de la catástrofe y, aún así, reiterabaque la tragedia era imprevisible.

Sí. Aunque suene absurdo, kafkiano y macondiano, Fajardo pretendió demostrar ante los colombianos que jamás hubo un signo que permitiese anticipar la tragedia de Salgar, a través de la exposición clara y vívida de todos y cada uno de los signos que la produjeron.

El momento más vergonzante de la exposición de Fajardo llegó cuando admitió que la región de Salgar era un sitio con“mucha ‘lluviosidad’…”. Así, hiperbólico y prosaico, el gobernador inventaba palabras en el afán de descargar sus responsabilidades en lo que fuera necesario. Sin darse cuenta de que con esa excusa tan pueril delataba la total negligencia en la que había incurrido, pues si la lluvia es un fenómeno recurrente en la zona, por eso mismo era previsible que causara todos los efectos que el gobernador describía con rigor.

No quiero dar lugar a ninguna especulación y seré tan vehemente como el señor Fajardo: la Gobernación tenía toda la capacidad de administrar los riesgos, pero prefirió ignorarlos. La tragedia de Salgar no solamente era previsible, sino que había sido detallada con gran precisión en el Plan de Desarrollo del municipio:

De acuerdo con las estimaciones del estudio hidrológico, una lluvia fuerte que se produzca en la parte alta de la cuenca podrá generar una creciente que estaría afectando el área urbana con su máxima intensidad antes de 1 hora y 45 minutos...

La Alcaldía de Salgar lo tenía claro y el Gobernador también, como quedó en evidencia en todas las entrevistas que dio al respecto.

Para el momento en el que escribo se cuentan 78 muertos tras la avalancha de Salgar. No voy a pedirle a Fajardo que asuma algún tipo de responsabilidad política por lo ocurrido. Es bien conocida su soberbia y su incapacidad para aceptar los errores. Pero al menos sí quiero pedirle al candidato presidencial que muestre algún tipo de respeto con la inteligencia y el dolor de los sobrevivientes, así como con la memoria de los muertos. En este caso, señor gobernador, es más decoroso quedarse callado que culpar a Dios por la propia ineptitud.

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