La temida defensora Clarke

La temida defensora Clarke

El terrorista de Boston consiguió abogada.

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junio 12, 2013
La temida defensora Clarke

Mientras miles de deportistas se preparaban para competir por el primer puesto de la famosa maratón de Boston, dos jóvenes con extremas creencias islamistas esperaron el arranque para sembrar el terror. Tenían preparadas dos bombas caseras construidas con una mezcla de elementos caseros, clavos y pedazos de metal con pólvora, que hicieron explotar con unas consecuencias dramáticas: tres personas muertas entre ellas un niño que no llegaba a los ocho años y 183 personas heridas, de las cuales a varias hubo que amputarles algún miembro del cuerpo para salvarles la vida. Pero además mancharon con violencia uno de los más tradicionales encuentros deportivos del mundo y revivieron el miedo a las amenaza terrorista en los Estados Unidos.

Justo después de las explosiones se logró identificar a Tamerlan Tsarnaev y Dzhokhar Tsarnaev como los responsables de los atentados. Dos hermanos de origen checheno, residentes en Estados Unidos desde el 2003, que habían obtenido la nacionalidad norteamericana. Tamerlan, el mayor, murió luego del ataque de la policía al edificio donde se encontraba escondido. Su hermano menor Dzhokhar logró huir en medio de la balacera. La implacable persecución a la que  fue sometido obligó a declarar el toque de queda en Boston, hasta que fue ubicado dentro de un barco abandonado en el patio trasero de una casa en las afueras de Boston. El novato extremista fue arrestado y llevado herido al hospital donde se le acusó inmediatamente de terrorismo. De ser declarado culpable podría ser sentenciado a morir en la silla eléctrica.

¿Qué abogado se le medirá a defender Dzhokhar Tsarnaev para evitar su sentencia de muerte? Pues nada menos que la famosa Judy Clarke. Se trata de una defensora pública de 60 años que ha logrado evitar la pena de muerte de varios casos famosos en los Estados Unidos. Clarke es una gran jurista de carácter fuerte pero que mantiene un bajo perfil,  rehúsa los titulares de prensa y es reconocida por una habilidad única para conectarse y entender a los individuos que el resto de mundo desprecia.

Actúa con tal convencimiento que logra finalmente persuadir al jurado de no recurrir a la pena capital. Ese fue el caso de de  Susan Smith, acusada de haber ahogado a sus dos pequeños hijos. Judy empezó a analizar un comportamiento humanamente inexplicable y encontró en la vida de Susan algunas claves.  La abogaba Clarke le explicó al jurado que en su infancia había sufrido año tras año  abusos por parte de su padrastro; que se había intentado suicidar en varias ocasiones y padecía una depresión profunda y la atormentaba una grandísima sensación de fracaso. Su intención había sido quitarse la vida  después del homicidio de sus dos hijos y concluyó diciendo que ella no buscaba que el jurado simpatizara con la vida de Susan sino que trataran de entenderla. El resultado: cadena perpetua pero no pena de muerte. Igual ocurrió con Eric Rudolph, un famoso personaje que puso varias bombas en clínicas de aborto.

En el caso de Tsarnaev, el ingrediente religioso pesará mucho. Se sabe con certeza que los hermanos no tenían vínculos con Al Queda ni con ninguna otra organización terrorista y que actuaron movidos por un fanatismo religioso, basado en la defensa del Islamismo y la Yihad, la famosa guerra santa impuesta por la comunidad musulmana. Es así como las acciones del joven Dzhokhar no pueden ser atribuidas al comportamiento de un enfermo mental sino a las de un joven atrapado por sus convicciones religiosas. La línea de defensa de Clarke será presentar al menor de los Tsarnaev como un muchacho subordinado a su hermano mayor, el verdadero cerebro de los atentados. La diferencia de ella frente al común de los penalistas, es que para ella el éxito del caso no reposa en sus capacidades profesionales sino en lo que el cliente pueda hacer.

Judy Clarke nació en una familia acomodada de conservadores republicanos de Carolina del Norte. Su padre fue cabeza de una asociación de trabajadores y su madre, una simple ama de casa. Ella se caso con el también famoso abogado Thomas “Speedy” Rice.

Perdió a su padre Harry Clarke, en un accidente aéreo en 1987. Siete años más tarde su hermano menor Mark, murió después de una dura y larga batalla contra el sida. Una muerte que más allá de dolor familiar fue definitiva para la opción profesional de Judy. El drástico senador republicano Jesse Helms, también de Carolina del Norte y muy amigo de su padre, señalaba públicamente a las víctimas del sida como castigo por su homosexualidad, producto de una conducta inapropiada, casi una aberración. Judy, su hermana y su esposo le insistieron a su madre que tenía que defender la dignidad humana de Mark. Ella decidió entonces  escribirle una carta al senador pidiéndole que mostrara piedad y clemencia frente a la muerte de Mark y a la de muchos otros, que sufrieron no sólo las consecuencias físicas de una enfermedad incurable sino que tuvieron que padecer el peso del señalamiento social. Le pedía no sólo que no juzgara la vida privada de los demás, pero que además se comprometiera en apoyar desde el Senado la apropiación de fondos para la investigación sobre el sida. La carta remataba con un testimonio dramático de su hermano cuando antes de morir le dijo que a él no lo había derrotado la enfermedad, sino que él había derrotado el sufrimiento con su último aliento porque había quedado libre. Libre de la estigmatización.

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Las posiciones fanáticas y radicales del senador Jesse Helmes contra el Sida radicalizaron a la defensora Clarke.

El implacable senador Helms le respondió con consideración sobre la pérdida  de su hermano pero remató diciendo que ojalá Mark hubiera jugado la ruleta rusa en sus relaciones sexuales. Y que había finalmente sido víctima de su opción homosexual. La respuesta de Helmes destrozó a la familia y los convirtió en unos activistas por la defensa de los derechos de los gays. La madre junto a otras mujeres que habían perdido a sus hijos víctimas del sida formaron un grupo para intentar sacar al senador Jesse Helmes del Congreso. Del esfuerzo que políticamente no prosperó, resultó el exitoso libro "Keep Singing: Two Mothers, Two Sons and Their Fight Against Jesse Helms", publicado en 1997.

Judy Clarke aprendió de este combate contra el poderoso senador. Su lucha, la impulsó a tomar la opción de dedicar su profesión entera a la  defensa de los incomprendidos y señalados por la sociedad.  Camino en el que asumió su rol de defensora de oficio en casos como el de Dzhokhar Tsarnaev, quien no sólo no tiene como pagar un abogado sino que nadie se atrevería a defenderlo. En más de una ocasión Clarke le ha devuelto al Estado los honorarios que le corresponden, porque está convencida de que detrás de un comportamiento atroz siempre hay un ser humano que merece ser comprendido y defendido, de cuyos actos el Estado y la sociedad también son responsables.

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