La sed de poder que dejó a Uribe peligrosamente mal parado

La sed de poder que dejó a Uribe peligrosamente mal parado

"Incoherencias y desesperación es lo único que queda de lo que alguna vez fue el político más exitoso del país"

Por: Carlos J. Zapata
agosto 20, 2020
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La sed de poder que dejó a Uribe peligrosamente mal parado
Foto: Instagram @alvarouribevelez

Uno de los argumentos que usa el expresidente, hoy exsenador Álvaro Uribe para defender su honra, es que él ha sido un hombre intachable y, sobre todo, honorable, tanto en lo público como en lo personal. Sin embargo, alguien, al menos medianamente decente, no contrata a alguien como Diego Cadena. Este señor, como bien dice él en las grabaciones que tiene la Fiscalía, es un abogado de día, pero “abogángster” en la noche. Una especie de Dr. Jekyll and Mr. Hyde criollo que aparenta en lo legal de día, pero timonea en aguas turbias en la noche.

Este, para fortuna de mi crítica y desgracia suya, no es el único caso de personas allegadas al expresidente Uribe que terminan siendo de dudosa competencia moral y ética. También podría ser el caso de Andrés F. Arias, del general (r.) Flavio Buitrago, del general (r.) Mauricio Santoyo, de María del Pilar Hurtado, de Jorge Noguera, de Diego Palacio y de algunos otros más que no mencionaré para no extenderme. Todos estos están condenados por corruptos, narcos o paramilitares. En el peor de los casos, por todas las anteriores.

Entonces, no nos llenemos de infundios: nadie decente se rodea de personas de tan bajas virtudes. Esto me hace pensar, especialmente cuando el expresidente juega a la de Samper (¡todo sucedió a mis espaldas!), que el expresidente es muy inocente, lo cual lo dudo, o que tiene muy mala suerte. Pero ahí está él, con lo que tiene y puede, dando patadas de ahogado en los medios de comunicación. Tratando afanadamente de defender una honra tarambana, dañada, ya casi perdida. Subiendo a los medios la foto del día que fue reseñado como preso para conmover al electorado, para dar pesar. Angustiado esta él, intentando salvar la poquita dignidad que le queda, incluso si eso significa dar lástima.

Pero el expresidente Uribe no se ha limitado a defender su honra a través de un rediseño de la imagen de su decoro y de quienes lo han rodeado por años. Ahora esta él, como el caballero Don Quijote de la Mancha, pelea con molinos de viento y revive muertos que ya nadan mucho más allá del inframundo. En los últimos días, ha salido Uribe en repetidas ocasiones a acusar a Iván Cepeda de ser del partido Farc. Lo ha mencionado una y otra vez en diferentes medios de comunicación. Se ha convertido este, sin duda alguna, en su dispositivo retorico favorito: “Iván Cepeda del partido Farc”. Ha usado, agobiado y desmoralizado, esta narrativa del enemigo interno una y otra vez como siempre, aunque sea mentira, aunque suene alucinante, sin ninguna pena, sin ninguna vergüenza.

Nos ha dicho que estamos viviendo en el “prechavismo” (la versión 2.0 del “castrochavismo”), que el comunismo del siglo XXI se va a tomar a Colombia en las elecciones del 2022 y que la guerrilla de las Farc con su “nueva generación” está haciendo un complot para tomarse el país y para meterlo a él a la cárcel. Unos discursos de antaño que ya en el 2020 son como el arroz sin sal: no saben a nada. Pero no importa lo descabellado de sus argumentos o lo fantasioso de sus narrativas, él está ahí, ¡guerreando! Angustiado por su caída. Desesperado peleando con espejismos e invocando fantasmas. Diciendo cualquier cantidad de disparates para mover su electorado más fiel y volver a la contienda en el 2022.

Ha entrado incluso en un miedo paranoico, casi que demencial. Álvaro Uribe, sin duda alguna, es la única persona en el país que puede poner presidentes en Colombia. No contento con eso, el Centro Democrático organizó toda una estrategia política para quedarse con la Fiscalía, la Defensoría del Pueblo y la Procuraduría. Preocupantemente para él, esto no es suficiente. Ha salido en repetidas ocasiones a decir que él se encuentra “secuestrado” por culpa de Santos y de un complot que se tejió en La Habana, Cuba. Alguien necesita, de carácter urgente, decirle a Álvaro Uribe que él es uno de los hombres más poderosos de la región. Al parecer, él no se ha dado cuenta y piensa que de verdad el partido Farc y un muerto político como el expresidente Juan M. Santos representan un riesgo para él.

El expresidente Uribe ignora completamente, como bien lo explica el abogado Yesid Reyes, que el proceso comienza por una denuncia que Uribe inicialmente puso en contra de Iván Cepeda. La Corte Suprema abre entonces una indagación, con base en la denuncia, y realiza una etapa de investigación probatoria. En esta pesquisa, la Corte Suprema concluye que Álvaro Uribe pudo haber incurrido en los delitos de soborno y de fraude procesal al intentar sobornar testigos en contra de Iván Cepeda. Pero a pesar de estos hechos facticos, el expresidente Uribe se niega a aceptar la realidad, su realidad.

Intranquilo y alarmado trata como puede de tapar el sol con un dedo. Delirando en un mar de excusas, tildando incluso a la Corte Suprema de secuestradora y de mafiosa. Al parecer, y sería bueno que alguien se lo dijera, Uribe no se ha dado cuenta que él se lazó esta maldición sobre si mismo, y que él, sin ayuda de nadie, se echó la soga al cuello. Su afán, su desespero y su impaciencia por ver a Iván Cepeda tras las rejas lo dejó peligrosamente mal parado.

Podría concluir entonces diciendo que al expresidente Álvaro Uribe le ha entrado en su vejez una sed atroz de poder. Una sed que lo ha llevado a la desesperación, casi que al borde de la locura. Una sed que no se sacia con todas sus victorias. Hoy en día, incoherencias y desesperación es lo único que queda de lo que alguna vez fue el político más exitoso del país.

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