La sabiduría de los recicladores colombianos

La sabiduría de los recicladores colombianos

Los recicladores, para muchos invisibles, son vitales para el reciclaje y para disminuir el impacto ambiental que tienen nuestros residuos en el planeta

Por: Diego Murcia
febrero 28, 2020
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La sabiduría de los recicladores colombianos
Foto: Las2Orillas

Los recicladores, para muchos invisibles o en el peor de los casos mal vistos, son vitales para ayudar al medio ambiente, para el reciclaje del plástico y para disminuir el impacto ambiental que tienen nuestros residuos en el planeta. Conoce un poco más de su trabajo.

“Antes lo que se buscaba eran huesos. Eso era lo que mejor pagaban, pero ahora todo ha cambiado tanto que ni huesos uno encuentra casi en la basura”, dice Virginia Anzola que lleva trabajando como recicladora más de treinta y cinco años. Como muchos otros recicladores no llegaron a este trabajo por una decisión premeditada, las circunstancias de su entorno la llevaron a buscar entre las bolsas de plástico y canecas plásticas de basura un sustento de vida y ayudar así al medio ambiente y a la disminución de la contaminación.

Sus manos delgadas, que hoy están cubiertas por unos guantes industriales, estuvieron expuestas a la intemperie por mucho tiempo. “Mis primeros días como recicladora los pasé en el antiguo botadero del Cortijo, que quedaba por allá en la autopista hacia Medellín”, dice Virginia con una voz suave y temblorosa. Su cuerpo menudo se abre paso entre los plásticos y los cartones que hoy selecciona y vende en el Centro de Reciclaje La Alquería, en el sur de Bogotá. Ese mismo cuerpo tuvo que esquivar escombros, chulos hasta roedores gigantes que caminaban por la misma basura, por la contaminación, en que ella buscaba algún material aprovechable que pudiera vender para reciclar.

Deiber, que no quiere que decir su apellido, pero sí pide que su nombre lo escriban con la b, de Bogotá, tiene 29 años, es acuerpado, pero, sobre todo, dice que lo más importante es que es papá de gemelos. Trabaja como reciclador hace cinco años, pero por un accidente que tuvo con su zorro, nombre con el que los recicladores se refieren a sus carretas, ahora tiene dos trabajos y dice que le “toca voliar el doble porque esos chinos piden una cantidad de comida que ni se imagina, pero desde que se me jodió el zorro me subo a pedir el Transmi”, dice mientras trata de abrirse paso para salir del bus.

Un día bajando por un puente no pudo frenar el zorro porque iba “embalao” y le ganó la velocidad: “De mi pobre zorro solo quedan las astillas, que las guardo de puro cariño”, recuerda Deiber. Desde las cuatro de la mañana empieza a recorrer la ciudad buscando cartón, plástico o vidrio, chatarra, aluminio –que se ve forzado a cargar al hombro– y cuando no le alcanza para llevar algo de comer o para la pieza donde vive, se sube a pedir limosna hasta completar lo del día. “Pa’ mí, la verdad, que es más jodido esto de pedir plata. Uno puede que se encuentre porquerías en la basura, pero a mí me jode más que me miren como un culo por pedir una ayuda”.

Virginia cierra los ojos mientras hace la lista de las cosas más extrañas que se ha encontrado en la basura: “Una vez hasta nos encontramos una bolsada de plata. Eso fue muy chistoso, porque imagínese que cuando le retroexcavadora le metió el palazo a un arrume de basura rompió una bolsa negra grandísima y empezó a esparcir en todo el botadero billetes. Eso era una fila de plata y todos, que éramos como unos mil, ahí, detrás recogiendo lo que pudiéramos”. Esto ocurrió mientras trabajaba en uno de los botaderos que existían a cielo abierto en Bogotá hace veinte años, botaderos que no tenían ningún control del medio ambiente y no se pensaba en el impacto ambiental que tenía en estos sitios.

“Lo que yo más busco son las botellas de plástico o como dicen los sabiondos, las botellas PET. Por esas dan buen billete y no son tan difíciles de vender como el cartón, que, si se moja, ya paila”, dice Deiber. Él ha hecho parte de los programas del distrito que buscan mejorar las condiciones laborales de los recicladores, allí ha aprendido sobre los tipos de materiales que se pueden reciclar o qué residuos reciclables pueden ser comerciables. Sin embargo, a ratos se aburre de tanta clase y prefiere seguir de independiente: “Porque si uno va y se mete a una asociación pues joden con muchos papeles y yo prefiero seguir a mi ritmo”.

En cambio, Virginia sí ha sido uno de los 55.000 recicladores que se han asociado para acceder a los estímulos y ayudas de la alcaldía. “Desde que trabajaba por allá en las bodegas del barrio San Francisco estoy asociada con varios compañeros. Ahora con todas las leyes y eso que han sacado, pues con más veras toca estar organizado”. Desde el 2003 la Corte Constitucional ha venido reglamentando el trabajo de los recicladores para garantizarles el acceso a sus derechos y a un trabajo digno. “La idea es que a largo plazo ellos sean también unos prestadores del servicio. Desde el gobierno distrital hemos emprendido proyectos como la compra de 85 vehículos eléctricos para que reemplacen los zorros, todo con el objetivo de darles unas mejores condiciones para el desempeño de su trabajo”, afirma Patricia Pinzón, subdirectora de aprovechamiento de la Uaesp. Dentro de esta dignificación de su labor se estableció que el día del reciclador sería el 1 de marzo, que es la fecha en la que se celebra el Día Internacional del Reciclaje en el mundo.

Tanto para Virginia como para Deiber lo que hace falta es una mayor conciencia de los ciudadanos frente a los residuos reciclables: “La gente piensa que eso es botar la bolsa al shut y eso desaparece por arte de magia, y no, eso no es así”, comenta Virginia, que cree que si bien algo ha cambiado todavía falta un 70 % más de conciencia a la hora de reciclar por parte de las personas. “Es que uno, de verdad, viendo la basura de las personas las llega hasta a conocer. Yo sí recomendaría que fueran más ordenados con lo que botan”, dice Deiber mientras suelta una carcajada.

Tengamos en cuenta este consejo, salvemos al planeta de la contaminación ambiental. Reciclar bien depende de todos nosotros y el potencial de una segunda vida del plástico es enorme: desde madera plástica que puede servir para construir casas o puentes hasta objetos de diseño o nuevos elementos plásticos para uso en la vida diaria. También depende de ti que recicles bien.

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