La religión, el peor invento de la historia de la humanidad

La religión, el peor invento de la historia de la humanidad

"No les pido que dejen de tener fe, pero sí que dejen de enriquecer a esa hermandad que solo se aprovecha de su buen acto de bondad"

Por: Yeferson Estiven Berbesi Palencia
septiembre 26, 2019
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La religión, el peor invento de la historia de la humanidad
Foto: Pixabay

Desde mi infancia hasta mi adultez me he estado preguntando y cuestionando sobre lo hermosa que podría ser la vida si no existiera la religión. De hecho, cada vez que me siento a razonar sobre esta conspiración me parece demasiado abrumador y termino agobiado por preguntas a las cuales no les encuentro sentido. No me considero ateo ni mucho menos antiteísta, pero hago parte de esa minoría que cree que la religión es el peor mal que le pudo haber pasado a la humanidad, esto por distintas razones que más adelante les explicaré. Cabe decir que esto no lo escribo con intenciones de ofender a ningún fiel creyente y seguidor de cualquiera de las muchas empresas privadas que llevan como fachada en su imagen corporativa el logotipo de iglesia.

Intelectuales de siglos pasados detestaban a las sectas religiosas. Por ejemplo, Karl Marx decía que la religión era el opio del pueblo. Prácticamente quería dar a entender que estas fueron creadas por las clases dominantes, posicionadas en los estratos más altos de la jerarquía social, con la única intencionalidad de que el espíritu revolucionario de los obreros oprimidos estuviera apaciguado bajo la creencia de un dios supremo, al cual confiaban sus condolencias y los deseos que tenían por querer mejorar su calidad vida, porque a la que estaban destinados era demasiado miserable. Así los explotados no tomaban represalias contra sus superiores porque añoraban poder entrar al reino de los cielos y tener una vida digna en el lugar donde todo es paz, tranquilidad y felicidad, teoría conspirativa creada para poder manipular y enajenar a mentes débiles.

Nací y crecí en una familia en donde de forma irresponsable me inculcaron la religión sin que yo fuera lo suficientemente razonable para tomar mis propias decisiones en lo que no debo y lo que sí debo creer. A mis padres siempre les he reprochado eso, pero nunca se los he hecho saber, sé que no tienen la capacidad intelectual para poder entenderlo. Por mi experiencia creo que es totalmente indebido jugar con el desarrollo personal de un niño de forma irresponsable como lo hace la mayor parte de la sociedad, tanto en Colombia como en cualquier parte del mundo. Estas creencias banales me cohibieron de hacer cosas importantes para mi vida y también me hicieron crecer con cierta cantidad de miedos impulsados desde la religión como estrategia de adiestramiento a los comportamientos moralmente indebidos. Estoy seguro de mí mismo que si mis padres no hubieran actuado de forma irresponsable, yo nunca hubiera optado por creer en una hermandad que ha sido la pionera en cometer los peores vejámenes que le ha tocado padecer a la humanidad y que sigue gozando de total impunidad.

La religión siempre ha tenido el poder intelectual, económico y político para manipular a la sociedad desde sus inicios. Los libros de historia y series como Vikingos se han encargado de contar y mostrar la funcionalidad de las religiones. Estas siempre han estado posicionadas en lo más alto de la jerarquía social, gozando de los mejores privilegios y viviendo con un incesante gusto por los metales y piedras preciosas, especialmente al momento de adornar sus costoso templos, que se terminaron convirtiendo en una multinacional sin ánimo de lucro capaz de llegar a cualquier rincón del planeta sin importar qué tan alto sea el índice de pobreza del lugar donde se cree una nueva sede episcopal —hecha con grotescos diseños arquitectónicos y acoplada con obras de arte que tienen un exuberante valor comercial, dinero con el cual irónicamente se podría mejorar la calidad de vida de todo una comunidad—.

En fin, tienen el poderío y la capacidad para hacer que la ley no sea tangible en su totalidad y que solo rija para determinados sectores de la sociedad, primordialmente para los más empobrecidos, muchos de ellos analfabetas que están en la incapacidad económica y intelectual para poderse defender. Además, la palabra sacerdote es el seudónimo que se le asignó a los pedófilos que gozan de impunidad y que son enviados a monasterios para remediar y purificar sus inadecuados comportamientos, llevando sus actos macabros a otros sectores de la sociedad, lejos del primer lugar donde se le destruyó la vida a centenares de niños que no tenían la capacidad de razonar para entender el peligro que representaba creer en la profanidad. Por ende no hay que ser un intelectual para darse cuenta de los actos inadecuados que cometen quienes conforman la iglesia porque son entendidos desde la obviedad.

Además, siempre han influido de forma directa en las decisiones que se toman en la sociedad y en muchas ocasiones han tenido participación en la política de naciones enteras, lo cual ha conllevado a proliferar el odio y a dispersar a las clases sociales según sus creencias. Hubo un tiempo en Colombia donde todo el sistema educativo estuvo regido por la iglesia y no se permitía la participación directa de ninguna otra multinacional que viera en la educación una forma eficaz para poder adiestrar y manipular el pensamiento de los jóvenes que estaban siendo educados bajo la lógica de la obediencia y la ingenuidad. En consecuencia, hubo gobiernos dictatoriales que esfumaron la creencias religiosas de sus naciones porque entendieron que nunca le habían aportado nada bueno a la sociedad y que estas solo eran una fachada que se lucraba del arduo esfuerzo de los demás para seguir enriqueciendo las cuentas bancarias del Vaticano, que posee la capacidad de acabar con el hambre que padece toda la humanidad pero nunca se ha interesado por hacer tremendo acto de bondad. En aquel lugar se goza de una doble moralidad, se sataniza y se repudia la droga y la homosexualidad, aunque se tiene un gusto exquisito por ellas. Así mismo, de aquel lugar han salido a relucir la mayor cantidad de escándalos de orgías llenas de jóvenes homosexuales dispuestos a complacer los fetiches sexuales de viejos depravados que van vestidos con túnica blanca promulgando la palabra de la divinidad, dando misas a fieles creyentes que depositan su fe en semejantes energúmenos que nunca le aportarán ninguna clase de desarrollo ni progreso a la sociedad.

Me siento confortable haber nacido en un país laico, donde las personas tienen la capacidad de creer en lo que se les dé la gana, la democracia no está regida bajo los principios de una secta religiosa (como es el caso de países árabes, los cuales privan a sus ciudadanos de tener un libre desarrollo y los cohíben a que gocen de actividades que son necesarias para el desarrollo personal). Por eso digo que ser libre es algo totalmente inexistente, solo se es posible de imaginación. Espero que después de haber leído el pequeño abrebocas de por qué no creo en la religión no se escandalicen, ni terminen satanizándome por haber actuado desde mi subjetiva, sinceridad y mi razonabilidad, solo quería recordarles que la religión es lo peor que se pudo crear.

Si no existiera estoy seguro de que todo hubiera sido mejor y que los crímenes promovidos desde la religiosidad no seguirían siendo justificados en su totalidad. No les estoy pidiendo que dejen de tener fe al momento de creer en el dios no existente, pero sí que dejen de enriquecer a esa hermandad que solo se aprovecha de su buen acto de bondad. Sé que la religión seguirá perdiendo credibilidad mientras se sigan teniendo pruebas sólidas y confortables desde estudios científicos que comprueben que solo es un experimento social, procreado por el mismo humano para manipular y engañar, cosa que hasta el momento ha hecho de forma eficaz y le ha funcionado con totalidad. Sin embargo, no cabe la menor duda de que con el pasar del tiempo la religiosidad desaparecerá y una vez esto suceda toda esa fortuna que logró acumular la iglesia durante décadas será utilizada para hacerle daño a la sociedad, con la única intención de volverse a posicionar.

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