La reinvindicación del tesoro quimbaya

La reinvindicación del tesoro quimbaya

"Las acciones de Colombia, incluso de América Latina, se deben orientar a obtener no solo la reivindicación y repatriación de este tesoro de la cultura quimbaya"

Por: carlos eduardo lagos campos
noviembre 03, 2017
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La reinvindicación del tesoro quimbaya
Foto: Gerard Julien / AFP

Con ponencia del magistrado Alberto Rojas, la Corte Constitucional dispuso la reivindicación, esto es, la repatriación de 122 piezas del tesoro Quimbaya obsequiados sin razón en 1893 por el presidente Carlos Holguín Mallarino, tío abuelo de nuestra actual canciller María Ángela Holguín, a su majestad la reina de España, María Cristina de la casa de Habsburgo, con el supuesto de que España mediara en una disputa limítrofe con Venezuela.

Con una votación de cinco votos contra uno, el alto Tribunal Constitucional dispuso que las reliquias del tesoro  precolombino regresen a nuestro país, lugar de donde nunca debieron haber salido.

La posición del togado Alberto Rojas se fundamentó en más de 15 casos internacionales donde otros estados han logrado la reivindicación de su patrimonio histórico y cultural en situaciones muy parecidas al caso colombiano.

Rojas rechazó la posición del gobierno colombiano de no pedirle nuestro tesoro a España, toda vez que el mismo nunca debió haber sido regalado al tratarse de un tesoro intangible de la nación. Con dicho acto se violaron los artículos 63, 72 y 88 de nuestra Constitución, al tratarse de un patrimonio de índole cultural, los cuales tienen el carácter inalienable, imprescriptible e inembargable.

La acción que ya llevaba más de un lustro se inició por iniciativa del abogado Felipe Rincón Salgado, quien en su petitum expresó: “La reclamación es un acto de soberanía cultural e histórica. No debemos avergonzarnos ni ser timoratos en reclamar nuestro patrimonio cultural, arqueológico e histórico. Así lo ha hecho Perú, México, Egipto y la misma España, es un tema claro de identidad. (…) Estamos convencidos que el reino de España lo retornará pues es consciente que moralmente el tesoro Quimbaya pertenece al patrimonio de Colombia”.

Dicha acción fue coadyuvada por la Procuraduría General de la Nación, la Defensoría del pueblo y por diversas organizaciones de índole cultural.

Como era de esperarse, la Presidencia de la República y la Cancillería se opusieron a las pretensiones de la acción bajo el inicuo argumento de en su momento dicho acto fue legítimo, situación que expresaron en los siguientes términos: “Hay que mencionar que el acto unilateral del jefe de Estado de Colombia en 1893 constituyó una manifestación de voluntad de la República de Colombia, dentro del marco normativo interno vigente, al ser el Jefe de Estado el representante natural y legítimo ante los demás estados. Se trató así de un acto legítimo y revestido de legalidad”. Lo que no nos contaron es que el mismo necesitaba de autorización previa del Congreso de la República, lo cual, por supuesto, como es costumbre histórica, la familia Holguín no realizó.

Otro argumento del demandante fue que al ser un patrimonio cultural de la nación, su custodia debería estar bajo la tutela del Estado colombiano. Afirmó además que las piezas de nuestro patrimonio no se han exhibido en el museo, con excepción de 2 o 3 ocasiones en toda su historia, lo que se considera una vulneración a los derechos no solo de nuestros nacionales sino de la humanidad.

Las opciones que le dio la Corte Constitucional al gobierno nacional fueron tres: pedirlo, comprarlo o canjearlo.

El saqueo de nuestro patrimonio a través de la conquista y la colonia española no tiene precedentes, los conquistadores se llevaron de nuestro continente una cantidad enorme de oro, plata, esmeraldas y perlas entre otros metales preciosos.

En realidad, esto fue un saqueo de una dimensión que impactó al continente, al punto de condicionar su subdesarrollo hasta nuestros días. De no haberse saqueado esa gran cantidad de metales preciosos, Latinoamérica sería una región con países altamente desarrollados y ricos.

Como si no fuera suficiente la expoliación y el asalto de nuestros tesoros por parte de España, el expresidente Carlos Holguín les dio otro poquito, en esta ocasión nada más ni nada menos que el tesoro de la cultura quimbaya que data de la época del Cristo.

Pero este es solo una más de los detrimentos que la familia Holguín le ha propinado a nuestra ya maltrecha patria a lo largo de nuestra historia. Recordemos que Carlos Holguín, de paso, hizo nombrar a su hijo Hernando Holguín y Caro en el cargo de Ministro Plenipotenciario para el diferendo que motivó la entrega vedada de nuestro tesoro quimbaya; posteriormente otro de los miembros de la honorable familia Holguín habría de regalar el Archipiélago de los Monjes a Venezuela, a través de una nota diplomática, sin acudir al mecanismo de los tratados internacionales como era su deber.

Otro familiar político de los Holguín, en el parentesco de cuñado del presidente Miguel Antonio Caro, rechazó el Tratado Herrán- Hay, para la construcción del canal de Panamá, lo cual facilitó a los Estados Unidos la escisión de Panamá.

En 1986, fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores Jorge Holguín Mallarino, quien suscribió con Venezuela un tratado limítrofe donde cedió la mitad de la península de la Guajira, zona rica en petróleo, con la ridícula contraprestación de que se nos permitiera la navegación por el río Orinoco y sus afluentes. Este superministro vuelve a aparecer en el panorama nacional en 1898 cuando el entonces presidente de la república Manuel Antonio Sanclemente lo nombró ministro de defensa durante la Guerra de los Mil días, cuyo corolario fue la pérdida de Panamá en 1903.

Durante la lamentable presidencia de Jorge Holguín Mallarino, durante los años 1921 a 1922, se ratificaron los tratados Urrutia-Thompson mediante el cual se fijaron los límites fronterizos con Panamá, acto suscrito de manera ilegal con los EE.UU y Lozano-Salomón, el que se firmó en el ocultismo en 1922 con Perú, donde Colombia cedió una amplia zona enmarcada entre el río Putumayo y los ríos Amazonas y Napo; esta área geográfica pertenecía a Colombia por el fenómeno conocido en el derecho internacional como utipossidetis iure, lo que había sido corroborado por otros tratados públicos suscritos con la vecina república del Ecuador, el  Tratado de Pasto de 1832, el  Tratado de 1856 y el Tratado Muñoz Vernaza-Suárez de 1916, en su orden.

Entre 1951 y 1953 Roberto Antonio Urdaneta Arbeláez, esposo de Clemencia Holguín, en calidad de presidente encargado reconoció la soberanía sobre el Archipiélago de Los Monjes a Venezuela, mediante una singular nota diplomática, hecho que fue materializado por su  ministro de Relaciones Exteriores de Colombia Juan Uribe Holguín.

El caso más reciente lo protagonizó la actual canciller María Ángela Holguín, quien en calidad de ministra de relaciones exteriores del actual gobierno, se dice que no tuvo ningún reparo en nombrar como defensor del diferendo limítrofe con Nicaragua al abogado Carlos Gustavo Arrieta.

Llama la atención el nepotismo y la irresponsabilidad con que se ha manejado por parte de la familia Holguín las relaciones internacionales de nuestro país: mientras nuestra patria se empobrecía, ellos agrandaban sus fortunas

El tesoro quimbaya consta de alrededor de unas 430 piezas arqueológicas encontradas por guaqueros en el año de 1890 en la Soledad, postrimerías de Quimbaya y Finlandia, en el departamento de Quindío. El tesoro fue encontrado en una cripta funeraria donde reposaban los restos mortuorios de un cacique indígena o de un chaman de alto linaje.

Durante el saqueo se encontraron varios ajuares funerarios en oro y cerámicas que datan de unos 2.000 años de antigüedad, y que pertenecen al periodo Quimbaya clásico, junto con instrumentos de música, narigueras, cascos, orejeras, cascabeles, collares, pendientes y "figuras antropomorfas".

Al gobierno Colombiano le corresponde, con el respaldo de la UNESCO, realizar todas las acciones que estén a su alcance para logar  la repatriación de nuestro patrimonio.

Para algunos de los miembros del Centro de Pensamiento Libre, como el historiador Nariñense Vladimir Herrera, ya es muy tarde: “Pues la verdad ya para qué. Ya el tío abuelo hizo el daño como otros tantos que le han hecho al país en riquezas y territorios los Holguín desde el siglo XIX. Ese tesoro es inalienable y por tanto su función es únicamente mostrar las habilidades del pueblo Quimbaya y pues a la larga mejor que sea en Europa donde puede atraer turismo, que es la industria del presente siglo. Por otro lado no es conveniente generar conflictos diplomáticos con otros países, así nos traigan malos recuerdos”.

Para la ejecutiva del sector financiero Cristina Vela Barahona: “lo importante de esta cultura es lo que nos queda de ella y al ser un patrimonio de la Humanidad sería preferible que el mundo la conozca. Declararlo como patrimonio de la humanidad y con posesión por parte de Colombia”.

Varias posiciones se presentaron frente a este importante debate, las cuales oscilaron entre pensar en una especie de depósito, pero que la propiedad le corresponda a Colombia o sea que nuestro país pueda disponer de él y presentarlo en diferentes museos del mundo. Advirtiendo que es muy complicado porque hay varias figuras en juego, como la posesión la prescripción adquisitiva etc. y el problema diplomático teniendo en cuenta que el acto jurídico fue una donación. Lo que se discute es la legitimidad del presidente para haberlo entregado, siendo un patrimonio de la Nación y de la humanidad.

Mi posición es un poco más radical, considero que las acciones de Colombia, incluso de América Latina, se deben orientar a obtener no solo la reivindicación y repatriación de este tesoro de la cultura quimbaya; sino incluso se debe pedir la reparación de todos los actos de saqueo y exterminio de nuestra población y cultura aborigen; exigiendo a España su devolución y la correspondiente indemnización a los pueblos de América.

Entre tanto debemos entonces agradecerle a la familia Holguín por sus buenos oficios en favor de esta patria tan adolorida a la se empecinan en seguir mal gobernándola.

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