La reflexión de la vida cotidiana…
Opinión

La reflexión de la vida cotidiana…

En la muestra de Murillo hay demasiadas cosas para ser una obra de arte. Demasiado mugre para convertirse en un análisis sobre la pobre condición humana

Por:
octubre 16, 2021
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“Condiciones aún sin titular” es justamente el título de Óscar Murillo, una exposición organizada por el Museo de Arte de la Universidad Nacional de Colombia que nos muestra cómo el artista improvisa, para que nosotros podamos reflexionar la tragedia que vivimos todos los días sobre la confrontación y la resistencia.

En la muestra hay demasiadas cosas para ser una obra de arte. Demasiado mugre para convertirse en un análisis sobre la pobre condición humana, demasiada tela negra para ser una instalación del “olvido que seremos”, demasiada pintura a 30.000 manos de niños del mundo para que desate una cosmovisión del universo deshuesada por la infamia dentro de un “cambuche”. Demasiada tragedia para que la agresión se desate por sí misma. (Vi a un muchacho pateando una de las bancas de iglesia del siglo XIX que Murillo encontró en un depósito en Holanda para destruirlas acá). Así, esa rabia con la que el artista destruyó los muebles, la trasmite. Mientras convirtió en pedazos simbólicos la madera de un mundo íntimo. El irrespeto de algo que hizo parte de un culto religioso, se conjuga con el impulso irracional con que el artista crea. Perdón, irracionalmente deconstruye.

Murillo va acumulando e improvisando el caos maniático de una tragedia violenta y la justicia sin justicia. El ejemplo perfecto sucedió en ARCO -la feria de Madrid- donde unos protestantes cansados dejaron tiradas sus banderas en el piso y Murillo, las aprovecho inmediatamente para incluirlas en su obra donde impera el “horror al vacío´”. Uso el término del Barroco, solo para mostrar que el horror al vacío también existe entre el tumulto de conjeturas libres de lo contemporáneo.

Obviamente, nuestra violencia acumulada por siglos, la vemos en cada esquina. Una teñida de muertes constantes, de desaparecidos sin trincheras y culpables con uniformes. La infamia de la iglesia de Bojacá llega a la mente porque nos muestra y conjuga la horrible masacre en el olvido.

También hay videos, de muertes sin vida y las refleja con una fila interminable de “años viejos” -hombres de paja vestidos- que explotan con pólvora en un potrero. No para simbolizar una vieja costumbre colombiana de dejar atrás el pasado y comenzar el futuro, sino para reinventar el complejo inconsciente de una vida precaria.

Otra información de la obra instalación, performance, videos, cortinas de infamia, ropa acumulada, arcilla, maíz de la tierra americana y, sin ser acumulativa hasta piedras, barro y más mugre. También vienen bloques fundidos de hierro arrastrados y oxidados, en donde no pensamos en el significado del volumen sino en peso. No me imagino lo que pesan si fueron transportados como parte de una obra que se inventa en el museo mismo- y sostienen los pedazos de las largas bancas que se encuentran a lo largo del camino como íconos falsos de la infamia que vivimos. No quiero pensar en los infinitos costos para traer a este un artista valluno, que lo inventaron en Inglaterra para que sirviera de lo que fue la inconsciencia colonial.

 

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