La quebrada que la minería le quitó al Caquetá

La quebrada que la minería le quitó al Caquetá

Los pobladores recuerdan este lugar como un paraíso terrenal, que por la ambición del hombre no se parece en nada a lo que antes fue

Por: Luis David Gonzales
marzo 07, 2019
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La quebrada que la minería le quitó al Caquetá

Era 19 de marzo, día de mis cumpleaños, cuando mi madre decidió hacer un paseo de olla con mis amigos del colegio para celebrar la fecha. Me sentía contento, presentía que iba pasar un rato muy feliz y así fue: conocí El Paraíso, un balneario muy hermoso que enamoraba a todos los visitantes.

Después de eso, seguí yendo cada fin de semana con mis amigos, pero un día, de la nada, empece a notar cómo se empezó a deteriorar.  Cuando tumbaron el puente del balneario fue una primera señal, que aparentemente no era tan grave, pues todo lo demás seguía más o menos intacto, al lugar no se le iba lo frondoso y atractivo, hasta que ya no fue más así.

Viajando hacia El Doncello, pasamos por el balneario y se me dio por mirar hacia los lados: oh sorpresa, había una máquina y dos volquetas que iban quebrada arriba. Al ver eso, lo primero que vino a mi cabeza fue: "este va a ser el fin de la quebrada". Y sí, tenía razón, pero eso no era lo peor: a la devuelta, me di cuenta de que ya no eran dos volquetas sino cinco.

Por alguna razón, decidí no ponerle tanta atención, quise ser optimista y pensar que tal vez estaba siendo muy alarmista, que lo que sea que estuvieran haciendo no afectaría para nada mi maravilloso paraíso. Me equivoqué, sí que lo hice, pero tardé en notarlo, ya que mis amigos y yo dejamos de ir al lugar durante un año porque estábamos bastante ocupados en el colegio.

No obstante, un día recordé este lugar y decidí sacar un ratico para ir a mirar la quebrada. Cuando llegué no podía creer lo que mis ojos veían: el agua había disminuido bastante y donde había zona de árboles ya no había nada. Me sentí triste, el lugar parecía desértico y no se parecía en nada a lo que era antes.

Al regresar, le conté a mis amigos y cuando ellos decidieron confirmar por su cuenta, se llevaron la misma impresión que yo. Nos sentimos impotentes, pensamos que era muy poco lo que podíamos hacer, así que sin querer terminamos olvidando el lugar. Hoy hubo algo que lo trajo a mi cabeza de nuevo y debo decir que me duele ver como un lugar tan especial, la quebrada en la que aprendí a nadar y compartí tantas cosas con mis amigos, hoy es un lugar desértico, lleno de caminos, donde día tras día pasan volquetas sacándole material a la playa.

Perder mi paraíso, mi lugar favorito, tan lleno de risas y momentos divertidos, me hizo recapacitar y comprometerme a cuidar los espacios que me rodean. Ahora sé que se puede, que hay formas, ya sea estando más pendiente, asociándome a proyectos de protección a las fuentes hídricas o llevando un registro fotográfico de lo que sucede para que todos lo vean.

Tomemos conciencia de nuestros recursos y hagamos lo posible para que otros lugares no terminen como mi quebrada.

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