Los veíamos venir, sabíamos que iban a llegar, que estaban aquí. Teníamos la certeza de que se aferrarían a ese salvavidas llamado «oposición», para llegar por lo menos a cuidar desde adentro, ese bien preciado con el que se han deleitado, el poder.
Ellos al contrario, no sabían cómo, cuándo ni dónde. Solamente concluían también con certeza, que su decadente imagen y fervor, podría mantenerla viva solo eso llamado «oposición». «Oposición» a lo que sea, a lo que parezca malo pero mucha más oposición a lo que pueda parecer ser bueno, porque lo importante es figurar y defender esa patria que solamente ha existido en los libros de algún fantaseador o iluso escritor.
No importó siquiera quien llevaría esa espada que en el cabo dice «oposición», podría ser un noble o un esclavo pero terminó siendo un bufón. Un bufón que hace bien el mal, que llama la atención, que es cortesano y manipulador, tal vez una versión más de tendencia tipo tik tok comparada a la de su antecesor, aunque sin duda, de un presupuesto mucho menor casi al nivel de su mentor.
Los argumentos son escasos y a veces nulos, la cúspide de esa «oposición» ha sido tratar de torpedear esos intentos de dar protagonismo en nuestra sociedad a esos de los que nunca se ha querido hablar y que es mejor tampoco escuchar. Ellos saben que solo una masa que ha renunciado a pensar en el bienestar de los demás, puede mantener viva esa lúgubre llama que está a la espera de lograr incendiar cualquier situación que la pueda apagar.
Un «reino» que se podría llamar «Colombia», donde no dejar crecer es una estrategia para aparecer.