La odisea para conseguir un contrato en Colombia

La odisea para conseguir un contrato en Colombia

Muchos trabajan gratis, pagan un porcentaje de su sueldo a intermediarios y hasta hacen entrevistas en moteles para poder obtener un contrato laboral

Por: MARCO ANTONIO VALENCIA CALLE
febrero 18, 2020
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La odisea para conseguir un contrato en Colombia
Foto: @pixabay

Un desfile de zombis angustiados y ojerosos recorren por estos días pasillos de alcaldías y gobernaciones en busca o en espera de un contrato laboral. Pero pocos imaginan las indignas y vergonzantes situaciones por la que -la mayoría- de ellos tienen que pasar.

Se trata de profesionales calificados que buscan una oportunidad laboral en alguna dependencia de gobernación o alcaldía, pero mientras sale el “contratico por meses contaditos”, están padeciendo las de San Patricio, por falta de dinero, de seguridad social y empleo; y algunos, incluso, están sufriendo las vejaciones más inhumanas posibles a cambio de una firma que les garantice un trabajo de subsistencia.

Varios de ellos llevan semanas sin dormir y enfermos esperando el llamado, el chulito que los habilite, la firma que los apruebe e incluso trabajando gratis hace meses con tal de tener caliente el puesto y nadie se los arrebate.

Pero mientras eso ocurre, dejan de ser doctores para ser mirados -por los que tienen el sartén por el mango-, como gente anónima y minúscula, a las que se les va a hacer un favor que deberían pagar con sangre, dinero y gratitud por el resto de la vida, como si esa oportunidad laboral fuera la entrada al paraíso de las quince mil vírgenes.

Verlos en esa actitud mendigante por la pura necesidad de la subsistencia en vedad que avergüenza; pero lo peor, es que envilece al Estado y hace despreciable y asquerosa la actitud de algunos hijos de la chingada vestidos de burócratas de mando medio, que abusan del necesitado para “aprobar” el llamado y conceder el contrato con una prepotencia, que ¡ay, Dios mío! ¿dónde quedó la humanidad?, ¿dónde quedó la ética?

Y, por otro lado, tenemos la carpeta de los abusos de los intermediarios. Un circo de miedo donde muchos politiqueros se dedican a mafiar a condición de conseguir un contrato laboral para su recomendado. Se sabe que algunos de ellos exigen pagos millonarios, entrevistas en moteles o un porcentaje del sueldo que el recomendado va a recibir durante todo el contrato, llegando al extremo -casos se han visto- de obligarlos a robar o pervertir al Estado en favor de unos gánsteres invisibles y de cuello blanco que nadie puede identificar.

Parodiando la frase de Hobbes: “Lobo es el hombre para el hombre”, habría que decir “el politiquero es un monstruo para la política”, en la medida que su actitud destructiva, de extorsión y de sometimiento al pobre contratista es un acto bárbaro y humillante. Digan si no es asquerosa la actitud de pedir la foto para constatar que el postulado a un contrato estuvo en la campaña del candidato de turno; digan si no es asquerosa la actitud del funcionario que envestido de algún poder de chupamedia aprueba un contrato de dos meses, sabiendo que se requiere y hay presupuesto por un año.

La figura de la contratación por meses limitados es la manera que los politiqueros tienen para doblegar al hombre desde sus necesidades vitales, para garantizar su subsistencia en el poder, para agradecer el voto familiar, para darle la oportunidad al analfabeto de convertirse en doctor. Y el Estado, claro, para tener a profesionales como empleados de segunda vinculados sin prestaciones, ni vacaciones, ni con las bondades de un empleo formal. Un círculo inmundo por donde se mire.

En un país justo, con políticos serios, se debería acabar esta forma de esclavitud disimulada y de extorsión de guantes blancos patrocinada -sin querer queriendo- desde el gobierno.

El Estado debería, en aras de la realidad, reestructurar las instituciones y vincular a los trabajadores que se necesitan con todas las formalidades y méritos del caso, porque por Dios, hay que acabar con esa sinvergüencería de los politiqueros de pueblo dedicados a mafiar con las necesidades de los contratistas y el hambre de la gente.

Ah, pero sobre esos temas no se habla, nada se dice, todo se calla.

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