La negligencia con los Wounaan Nonam

La negligencia con los Wounaan Nonam

Los desplazamientos forzados de los pueblos milenarios del Chocó

Por: Alejandra Cárdenas Amaya
julio 24, 2015
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La negligencia con los Wounaan Nonam

"La gente me contó mil cuentos. En todos había –y hay- un elemento común: el desalojo por razones políticas, pero con fines económicos. (…).  Siempre las guerras se han pagado en Colombia con tierras. Nuestra historia es la historia de un desplazamiento incesante, sólo a ratos interrumpido”

Desterrados  (2001)

Alfredo  Molano

Las noticias que proliferan por estos días, nos muestran que América Latina, de pasar a tener sus venas abiertas como lo tituló en 1970 Eduardo Galeano en el libro que lleva ese nombre, está padeciendo un aneurisma en el año 2015, debido a la crisis ambiental que se deriva de la implementación por parte de los gobiernos, de modelos de desarrollo extractivo, que tiene como actores protagónicos a las multinacionales con sus eufemismos, a los grupos armados con sus desenlaces antagónicos de enfrentamientos y muertes impunes, y como víctimas a especies de fauna y flora endémicas de la zona, y por supuesto, a miles de indígenas a los que se les vulneran de la forma más sádica sus derechos, como sucede con varias etnias de todo Colombia, entre ellas el pueblo Wounaan, ubicados entre las transiciones de la selva húmeda tropical y el bosque pluvial tropical que comprenden, en Colombia, las cuencas del río San Juan del Chocó, y el bajo Calima en el departamento de Valle del Cauca.

Fruto de la observación participante en el cabildo indígena Wounaan Nonam  del resguardo de Taparalito, que migró al corregimiento de San Marcos-Yumbo, al norte de Cali, pude conocer que el hándicanp social que este pueblo nómada lleva a cuestas, radica en las condiciones de pauperismo en las que se encuentra, viviendo la mayor parte del grupo, en un salón con cocina, separado en cinco cuartos por cortinas de fibra de costal y sábanas, que ocupan por “habitación” cinco familias patriarcales con hasta siete integrantes, conformadas por padre, madre e hijos, siendo “los hombres viejos” los únicos que tienen voz y voto, hablando incluso por sus esposas que en su mayoría no superan los 25 años de edad; los jefes de hogar trabajan mal pagados al jornal en fincas de la zona, mientras las mujeres cuidan los niños, cocinan y eventualmente hacen artesanías en chaquira (mostacilla), y escasamente cuentan sus historias a través del tejido en el emblemático werregue, espinosa palma medicinal que da sus cogollos cada tres meses en la zona del pacífico colombiano, y sólo se puede comenzar a procesar en luna llena.

La organización política de este cabildo tiene apenas tres años y presenta varias deficiencias organizacionales, es liderada por hombres apenas alfabetizados, que han sido engañados en más de una ocasión por particulares que les prometen ayudas y terminan siendo falacias, ya que entre otros aspectos su lengua materna es Woun meu, haciendo que su comunicación en idioma español colombiano sea incipiente, incluso para comunicarse con sus vecinos, los demás pobladores de San Marcos que tienden a excluirlos de manera generalizada. Otro aspecto que les ha costado mucho a estos indígenas ribereños, es adaptarse al pago de servicios públicos, pues antes para desplazarse utilizaban canoas o caminaban, no debían pagar renta, luz ni agua, porque tenían sus tambos-casas, se valían de la leña,  y el río era epicentro de múltiples actividades, siendo este último uno de los escenarios que más extrañan, especialmente sus niños que mientras me pedían que les sacara fotos, corriera con ellos y les hiciera cosquillas, me enseñaban las palabras que recuerdan de su lengua y me contaban que así jugaban en el Chocó, acción interrumpida cuando una mujer del cabildo con un bebé de meses entre sus brazos, padeció un ataque de epilepsia que ellos asimilan como un espíritu que la ha poseído producto de un castigo divino del Dios católico en el que ellos creen.

 En este caso, los Wounaan Nonam son testimonio del proceso de aculturación ancestral paulatina que ya es per se a su cultura milenaria,  pues desde los colonos españoles que para el siglo XX ya identificarían como “paisas” (sean personas blancas, o no de esta región), hasta las nefastas consecuencias de multinacionales mineras y especialmente madereras, han sido obligados a desplazarse forzosamente por varias zonas no aptas para sus saberes y cosmovisión, principalmente Buenaventura, Bogotá y Cali con su zona metropolitana, huyendo producto de señalamientos a sus líderes, amenazas por evadir el cultivo y cuidado de coca; por miedo a los enfrentamientos que constantemente existen entre los actores armados de la zona, que bien pueden ser paramilitares, ejército, guerrilla o bandas criminales, o porque simple y llanamente su tierra ya no les da lo necesario para vivir, ya    que una gran mayoría, han adoptado costumbres citadinas características de las prácticas paralelas a la división del trabajo, que trajo consigo la modernización en el país, como la compra de productos alimenticios industriales, el consumo en billares y tabernas de bebidas alcohólicas en exceso, o la ropa con marcas de equipos de fútbol, esto último  evidenciado en los hombres que peinan sus cabellos con gel, no con jagua, para parecerse a sus personajes admirados.

Gracias al estudio de Walter Joe Broderick, en su libro El imperio del Cartón. El impacto de una multinacional papelera en Colombia, se puede dar una mirada histórica y antropológica a lo que han sufrido los Wounaan que habitan el Chocó biogeográfico, que es considerado una de las zonas más lluviosas del mundo y portadora por excelencia de almacenamiento de aguas subterráneas, haciéndolo estratégico y atractivo como valor de cambio: La frontera cultural que constituyeron las comunidades  en el Pacífico colombiano ha ido cediendo ante el impulso avasallador de un proyecto de vida homogenizante y hegemónico que agrede culturalmente, generando pérdida de saberes y valores,  que presiona y crea inseguridad y pérdida territorial para las comunidades  tradicionalmente  asentadas en la región, y que convierte la naturaleza en mercancía. (Broderick 1998). Sin un estudio previo, desde comienzos del siglo pasado, por concesión del Estado, y gracias a la construcción de la carretera desde Buenaventura a Bahía Málaga, la maderera Pulpapel S.A, filial de Smurfit Kappa Cartón de Colombia S.A, abastece su sede en Yumbo e Irlanda de maderas del litoral, “reparando” el impacto ambiental con reforestación de especies que no contribuyen con la conservación de la riqueza hídrica, mientras por otro lado, no hay esfuerzos de reparación a la estructura social que ya ha sido fracturada con gravedad.

El tradicional problema por la tierra, condensado en el agro principalmente,  y la ausencia del Estado colombiano, es equiparable a una negligencia absurda y avara en la lógica de la conservación de los recursos naturales, ya que el desarrollo económico no debería sobrepasar los derechos humanos fundamentales, y menos desde una nueva forma de colonización con dinámicas neoliberales que esquilman la naturaleza, y afectan directamente a los pueblos indígenas que han convivido en sus tierras sin marcas perjudiciales desde épocas remotas, cuidando el medio ambiente para el mundo entero, sin fumigaciones con glifosato sobre los cultivos. Lo menos que deberían hacer las instancias gubernamentales para reparar la gran deuda que tienen, sería el respeto de la Consulta Previa que exigen estos pueblos como derecho fundamental.

 

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