La mirada de un argentino sobre la Paz en Colombia

La mirada de un argentino sobre la Paz en Colombia

El abogado Jorge Millán asegura que se necesita mucho tiempo más para que el país alcance una paz definitiva

Por: Jorge Millan
abril 04, 2016
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La mirada de un argentino sobre la Paz en Colombia
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Cuando en febrero pasado el presidente Juan Manuel Santos se reunió con el presidente Obama en Washington para conmemorar los quince años del llamado Plan Colombia, el presidente colombiano invitó formalmente a su par estadounidense a viajar a Bogotá para la firma del acuerdo de paz entre las FARC y el gobierno de Colombia. En esos días se barajaba como fecha para la firma del tratado de paz el 23 de marzo próximo y Santos soñaba con tan ilustre presencia aprovechando que Obama estaría en la cercana Cuba, sede de la Mesa de Diálogos. Las conversaciones de paz de La Habana han entrado en la última y crucial etapa. ¿Qué discuten por estos días las partes? La entrega de las armas, la participación política de los actuales guerrilleros, el cese bilateral y definitivo del fuego y si los acuerdos de paz deben ser refrendados por un plebiscito o consulta popular, o si deben ser aprobados por una asamblea constituyente. El gobierno Santos era partidario de la primera alternativa (que a juzgar por las últimas encuestas, estaría condenada al fracaso) mientras que las FARC encuentran en la segunda opción mayores garantías para sus pretensiones. Pasará marzo, y varios meses más tal vez, antes de que esos puntos y muchos otros detalles del acuerdo sean resueltos. Es por eso que Obama fue prudente y no se pronunció sobre la invitación a Bogotá y, en cambio, sí visitará oficialmente a Argentina justo en esos días.

Las conversaciones de paz con la guerrilla comenzaron oficialmente en 2012. La agenda de temas incluyó puntos tan complejos como reforma agraria integral, participación de los desmovilizados en política, narcotráfico y cultivos ilícitos, sometimiento a la justicia (justicia transicional), resarcimiento de las víctimas del conflicto, implementación del acuerdo, verificación y refrendación.

Todos los analistas coinciden en que las conversaciones han llegado a un punto de no retorno y la firma de la paz entre el gobierno colombiano y una de las guerrillas más antiguas del continente es ya un hecho. Ello pondrá fin a uno de los conflictos armados más antiguos del hemisferio; casi cincuenta años de guerra que han dejado miles de muertos de los dos bandos, desaparecidos, secuestrados, heridos y millones de desplazados.  Según el Registro Único de Víctimas (RUV), al 1 de febrero de este año, se contabilizaron 7.902.807 víctimas, de los cuales 55.821 son muertos en combate; los restantes son víctimas de desaparición forzada, desplazados, víctimas de secuestros, etc.

Multicausalidad del conflicto:

Uno de los primeros frutos de las conversaciones de paz de La Habana, o Mesa de Diálogos, fue la creación de una comisión de expertos para analizar los orígenes, las múltiples causas, los factores que llevaron a la persistencia del conflicto y las consecuencias del conflicto armado en la población. Para ello fueron convocados doce prestigiosos historiadores y dos relatores que conformaron la llamada Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas (CHCV). El informe que elaboraron ha sido entendido por la Mesa de Diálogos como un elemento esencial para la comprensión de la complejidad del conflicto armado .

El análisis de cada uno de los doce ensayos resultantes es algo que excede el propósito de este trabajo que no es otra cosa que sucintamente analizar e informar sobre un conflicto armado que lleva más de medio siglo provocando muertos, desplazados, secuestros, reclutamiento de niños soldados y desaparecidos y de cuya finalización estamos siendo testigos privilegiados. Resumidamente podemos señalar como causas principales del conflicto armado, en las que todos los expertos coinciden, la imposibilidad del campesinado de obtener la propiedad de la tierra que trabajaban, la inequidad en el reparto de la riqueza, el sometimiento por la clase dominante en las regiones y la consiguiente marginación del campesinado, la ausencia de un estado central fuerte y organizado y sus instituciones en las regiones más pobres del país. El triunfo de la revolución comunista en Cuba tuvo una influencia decisiva en Colombia y la incipiente resistencia, por ello es que muchos historiadores ubican el comienzo del conflicto armado colombiano en los años cincuenta. Otros historiadores, como María Emma Wills, van mucho más allá en el tiempo y señalan como antecedente lejano de la guerrilla, tal como hoy la conocemos, la Guerra de los Mil días (octubre de 1899 y noviembre de 1902), una guerra civil entre miembros de los partidos Liberal y Conservador (cf. “Los tres nudos de la guerra colombiana”, María Emma Wills Obregón, Introducción, pg. 1, Centro Nacional de Memoria Histórica).

Es verdad que las FARC son el grupo insurgente más numeroso de Colombia. Se calcula que su número alcanza actualmente los 7.000 miembros (en su época de apogeo se calcula que fueron alrededor de 15.000), pero no son los únicos. Desde hace unos dos años el gobierno Santos adelanta conversaciones informales con el ELN (Ejército de Liberación Nacional) grupo insurgente que opera principalmente en zonas de Santander  y Norte de Santander, con la esperanza de que pronto esos diálogos se transformen también en conversaciones formales de paz. En el pasado cercano fue tristemente célebre el Movimiento 19 de Abril (M19). Este grupo, nacido en 1.970 y desaparecido en la década de los noventa, obtuvo grandes titulares en la prensa por la magnitud de los atentados que protagonizaba.  Hoy, algunos de quienes conformaban esa fuerza, integran otras agrupaciones políticas, como Antonio Navarro Wolff.

Lo cierto es que Colombia y el continente entero asisten esperanzados a la finalización de estas históricas conversaciones con las FARC, que comenzaron hace cuatro años. Pienso que es un paso de una gran transcendencia, pero aún así no alcanza para una paz definitiva en Colombia. Aún resta la firma de un acuerdo de paz con el ELN, que continúa cometiendo toda clase de atentados, el último de ellos un ataque con explosivos a un bus militar en la zona de Guaymaral . Y aún cuando la paz con el ELN algún día se firmara, las causas sociales del conflicto armado colombiano deben ser removidas, caso contrario todo aquello que sirvió de base a la insurgencia seguirá allí, intacto. El estado ausente, piénsese en toda la zona del Pacífico colombiano (Buenaventura, el Chocó -la zona más pobre de Colombia- y la Guajira, principalmente) donde la guerrilla y las bandas criminales hacen y deshacen a su antojo sin una presencia fuerte del estado en materia de seguridad, salud, educación, vivienda, agua potable, alcantarillado, trabajo, debe ocupar el lugar que hoy ocupan grupos ilegales. El ELN, fundado por un grupo de estudiantes y campesinos allá por los años sesenta, en su página oficial en internet se definen como un grupo marxista-leninista pro cubano y tienen actualmente fuerte presencia en los departamentos de Nariño, Cauca, Cesar, Santander, Norte de Santander, entre otros. Este grupo representa el próximo desafío para el gobierno colombiano. Algunos analistas temen que miembros actuales de las FARC, luego de la firma de la paz, pasen a integrar las filas del ELN y este es un peligro real, de ahí que al gobierno le urja un acuerdo de paz con este grupo también.

Colombia es un gran país, con todos los climas, con todos los paisajes, inmensamente rico en recursos naturales, con un pueblo bello y amable, que no debe derramar más sangre inútilmente, solo porque a algunos interesados, los señores de la guerra, les reporta miles de millones de dólares en tráfico de armas, drogas, minería clandestina, etc. Pero, como dije, para que la paz sea definitiva, pasará mucho tiempo más, el necesario para que la inmensa riqueza de ese país tenga una distribución más equitativa.

 

 

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