La mala hora de los colegios bilingües de Bogotá

La mala hora de los colegios bilingües de Bogotá

Cuando se habla del sistema educativo del país, las instituciones públicas suelen mirarse criticamente, pero las privadas no. Una perspectiva sobre un sector que poco se analiza

Por: Jacobo Lince
mayo 04, 2020
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La mala hora de los colegios bilingües de Bogotá
Foto: Flickr Lucélia Ribeiro - CC BY-SA 2.0

Pululan al final del segundo percentil del listado de la Revista Dinero y sus resultados siguen bajando año tras año. Tienen un sistema académico desastroso —si es que lo tienen—, sin ningún rumbo, donde prima el desorden y la improvisación. Su nivel de inglés y matemáticas son bajísimos y de poca o nula calidad. Su currículo —o lo que pretende ser un currículo— está permeado por las estrategias de mercadeo de las directivas y los dueños, que están desesperados por encontrar los cada vez más escasos alumnos. Son los colegios que se hacen llamar bilingües en Bogotá y están estancados por sus problemas, producto de su planeación irresponsable y de corto plazo.

A raíz de los decepcionantes resultados que Colombia tuvo en las pruebas PISA, vale la pena mirar hacia el interior de sistema educativo del país. Una sección de este, del que poco se habla, por la inmensidad del sector público, son la gran mayoría de los colegios bilingües. Se hace aquí una salvedad con los colegios bilingües de mucha tradición en Bogotá: CNG, Anglo Colombiano, San Carlos, Nogales, San George, Andino, Helvetia… instituciones con setenta años de vida, un extenso know how del oficio pedagógico y una clara visión sobre su horizonte, metas e idiosincrasia. Aparte de estos colegios, y a raíz de la explosión demográfica que tuvo el país a finales de siglo pasado, surgieron varias instituciones educativas para cumplir con la demanda de colegios bilingües que surgía a raíz del crecimiento y la consolidación de la clase media en el país. Estos colegios, que adoptaron nombres de lugares y personalidades anglosajonas, están cumpliendo su tercera década en medio del retroceso de su proceso académico y la indisciplina general de sus estudiantes, profesores y directivas.

Pues bien, ¿cuáles son los pecados de estos colegios bilingües? Para empezar, la mala composición de sus directivas. Sus rectores son por lo general los fundadores del colegio y están en plan de semiretiro. Siguen yendo y ejercen como figuras de poder y de símbolo, pero están poco involucrados en el proceso académico de estos. Están más preocupados por incrementar el número de estudiantes. Los que se siguen en la cadena de mando son sus hijos, también más preocupados por los ingresos, que día a día interfieren con el proceso académico del colegio para dedicar tiempo el mercadeo del este. La estrategia consiste en mostrar las grandes y hermosas instalaciones que tienen estos colegios y el surtido y delicioso almuerzo que le sirven a sus estudiantes. Eso es lo que las directivas y dueños de estos colegios apuntan para diferenciarse de los demás, pero de academia poco o nada…

Es paradójico que estos colegios inviertan millones de pesos en infraestructura y en tecnología. Más allá de lo que se muestra en las visitas que hacen los padres, las instalaciones no corresponden con la propuesta virtual que profesan: las aulas de computación virtuales son muy escasas, el internet es intermitente y los equipos de los docentes se encuentran en estados lamentables. A simple vista, cuando un padre de familia visita el colegio ve un salón interactivo, pero la verdad es que al mirar con detenimiento se observará que este sencillamente no funciona…

En lo que sí ahorran los colegios bilingües de Bogotá es en su nómina. Cada año es más apretada, ya que la consigna general es que cada año se pague menos en profesores. El resultado de esto es que cada año el cuerpo docente empeora, se llena de profesores en la última parte de su ciclo laboral, que buscan un lugar donde aprender a hacer las cosas como al dueño le gustan, a no generar idea o ruido que puedan afectar el orden, y que tienen una visión perenialista, vertical y dictatorial de lo que debería ser el aula de clases. No hay planeación, no hay un currículo que se siga, todo se hace por cumplir, por mostrar. No hay vergüenza pedagógica. Ejemplos puntuales de esto se ven en las áreas de inglés y matemáticas, donde cada año hay una rotación casi que total de profesores. Lo del inglés es aun más vergonzoso: es el elemento con lo que estos colegios se quieren diferenciar de muchos otros y que los hace mucho más caro que los demás, pero el nivel dentro de estas instituciones es paupérrimo. Las directivas no lo usan entre ellas o con los estudiantes, lo cual contribuye a generar un ambiente de repudio hacia un idioma que los hace —a directivas y estudiantes— sentir inseguros. Eso deja en la mitad al pobre profesor de inglés, que debe hacer maromas día a día para entusiasmar a sus estudiantes sabiendo que hay un colegio que en verdad no los apoya.

El ciclo vicioso se extiende con los diferentes programas curriculares y certificaciones que estos colegios están poniendo en todas sus vitrinas. Aplican el IB o Cambrigde solo en papel, lo cual igual significa un desgaste tremendo para el cuerpo docente. Y con el fin de hacerlo al pie de letra, desarrollan unas clases monótonas, sin ningún grado de pedagogía, que condenan al estudiante a hacer guía tras guía. Estos se gradúan de estos colegios sin haber aprendido mucho, tan solo a seguir guías y responder exámenes. Pero de aprendizaje, nada… Buscan certificaciones como Great Place to Work, la cual es otorgada por una empresa de mercadeo educativo, sin ningún tipo de fundamento académico… Eso sí, ¡ponen el colegio patas arriba para certificarse!

Después está el tema de la disciplina o, mejor, indisciplina, el cual está implícitamente ligado al tema de las matrículas. La matrícula de un año de estos colegios ronda en los 30 millones de pesos. Esto es algo que ningún colegio quiere perder, por lo la disciplina dejó de ser un motivo de expulsión de estos colegios. La directriz es silenciosa pero bastante clara: hay que pasarlos a todos, no puede quedarse ninguno, el colegio necesita el dinero de todos. De esta manera, existen estudiantes que no hacen absolutamente nada e igual pasan el año. Son groseros con sus maestros y matoneadores con sus compañeros, pero no les pasa absolutamente nada. Este es el ejemplo que se le enseña a estos niños.

Escribo estas líneas para hacer un llamado a estos colegios. Su rol dentro del sistema educativo del país es muy importante, ellos son quienes con sus recursos podrían mostrar ideas innovadoras y creativas para transformar la educación del país. Son estos quienes tienen la capacidad para encontrar maneras de mejorar el bilingüismo del país. Hago un llamado a los padres de familia para exigirles mejores resultados en las pruebas nacionales o internacionales a estos colegios, un currículo articulado, realista y responsable, cuyo gran objetivo sea el aprendizaje.

Al analizar un colegio debemos analizar a las directivas… ¿son profesionales de la educación verdaderamente idóneos para lleva a cabo un proceso pedagógico o son los herederos al trono? Debemos como padres dejar de escoger un colegio solo por sus instalaciones y la calidad de su almuerzo. Es importante que nuestros hijos estén felices, pero es imposible que sean felices todo el tiempo. El colegio también debe ser un espacio donde se sientan retados, que los desacomode un poco, que los haga salir de su zona de confort. Eso hace parte de educar… Ahora que varios padres están pidiendo a estos colegios una rebaja en la matrícula, ¿por qué no piden que se pongan las pilas y brinden la mejor educación posible también?

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