La mala hora de la "Cajita mágica"

La mala hora de la "Cajita mágica"

"La televisión colombiana ofrece contenidos poco creativos que están muy lejos de representar al país."

Por: Dario Hernández Orjuela
septiembre 23, 2014
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
La mala hora de la
movilescolombia.com

La mixtura de las artes y la ciencia que fue la gran revolución del cinematógrafo, dio un paso más con la entrada de la “cajita mágica” a los hogares de millones de personas. Como lo ha sido para todas las sociedades modernas, la televisión se ha convertido en un factor preponderante en la identidad cultural. Como medio de comunicación ha permitido transmitir mensajes como ningún otro elemento de difusión de información en la historia humana.

En Colombia, 60 años de televisión han contribuido a construir una particular manera de pensarnos como país. La sufrida historia de Colombia, nos da un contexto de difícil situación al momento de la llegada del medio masivo de comunicación más importante del siglo. Con una tasa de analfabetismo del 45% en la población adulta, el sangriento periodo de la “violencia”, caracterizada por el enfrentamiento fratricida entre partidos políticos que trascendió hasta el actual conflicto armado. Una política exterior casi nula, impidiendo la inmigración europea abierta que se dio en los años posteriores a la segunda guerra mundial; la cual brindo a nuestros países vecinos una riqueza cultural importante. Estos factores acompañados por un incesante discurso patriotero y regionalista desde la escuela, que formulaba el orgullo a las costumbres y tradiciones cristianas, desconociendo la importancia de reconocimiento de otro tipo de credos, culturas o formas de pensar. La sociedad colombiana enquistada de todos estos elementos en su idiosincrasia, comenzó la carrera tortuosa de hacer televisión. Pero ¿qué tienen que ver estos antecedentes sociales e históricos con el tema que nos atañe?

Desde el primer instante en que se concibió la idea de hacer televisión en Colombia, se desconocieron elementos primordiales. No hablaremos de la improvisada forma en que se desarrolló esa primera etapa, tan colmada de anécdotas pintorescas para aquellos que la vivieron, pero que en la realidad, son la base de una incapacidad de reconocer a los trabajadores de la televisión como profesionales. Colombia y sus medios se han caracterizado por generar “toderos”. La “mala praxis” de la televisión se dio desde su nacimiento. Dos días antes de la primera emisión, el gobierno y los funcionarios encargados de la misma, cayeron en cuenta que no existía ni un solo técnico capacitado para el manejo de la maquinaria de la televisión, trasladaron a los cubanos del canal 11, recién caído en quiebra, a que realizaran esa primera emisión, y de allí se buscó mantener continuidad de la programación entrenando súbitamente a respetados profesionales de la radio y el teatro.

Sobre este círculo vicioso de la improvisación y el aprendizaje sobre el error, se desconoció desde el inicio la importancia de la capacitación y la estructuración del conocimiento técnico y creativo que la televisión requería. Es por esto que la televisión creció como una fábrica y no como un medio de comunicación y de expresión artística y cultural. El nacimiento de INRAVISION pretendía organizar un medio colmado de malas costumbres y pésimas condiciones laborales. Terminó siendo uno de los focos de corrupción más prolíficos del país, desde la asignación de espacios, contrataciones irregulares y un sindicato que se parecía más a la mafia siciliana que ha una organización política en defensa de los derechos laborales de los trabajadores. Las leyendas de los pasillos del viejo edificio de la calle 26 son secretos a voces entre los veteranos del medio y son contados como episodios bizarros y llenos de tragedia y vergüenza por aquellos que tuvieron la oportunidad de vivirlos. Por otro lado, la realidad de los creativos de la televisión era otra.

Grandes producciones fueron apareciendo a través de los años, historias interesantes y llenas de personajes inolvidables que se convirtieron en referentes de la cultura colombiana. Actores de primerísimo nivel, libretistas brillantes y de altísimo nivel intelectual y por supuesto, directores legendarios. Productoras que priorizaban las historias y buscaban calidad antes que ganancias, irónicamente esta búsqueda de calidad, permitió a la televisión colombiana convertirse en un negocio prolífico y de grandes números.

La marcada influencia cultural de otros países permitió mostrarle al público, otras posibilidades de entender el mundo, llenando los hogares de productos inolvidables y referentes para las futuras generaciones. Sin embargo en la realidad, detrás de cámaras y al pasar de los años, estos inmensos logros fueron opacados por las terribles condiciones laborales de este grupo pionero de la televisión latinoamericana. Actores abandonados a su suerte sin seguridad social, escritores obligados a rendir cuentas sobre sus creaciones, directores obligados a sacrificar su capacidad creativa por un presupuesto o una tendencia comercial. Lo único positivo de la televisión colombiana murió con la libertad que brindaban los canales estatales. La televisión privada destruyó la televisión educativa y cultural que acompañaban a los niños de mi generación en las mañanas. El trencito alegre, la Brújula mágica, la televisión privada mató a las grandes novelas y a los grandes actores los relegó al olvido. Los males prevalecieron y las bondades desaparecieron.

La mala Praxis prevaleció. Como primera medida los conglomerados económicos del país se repartieron la torta de la licitación, 50 y 50. Negociaron competir bajo sus condiciones, empezando por erradicar de raíz cualquier intento de profesionalizar a sus empleados. A pesar de que las escuelas de cine y tv ya eran una realidad en Colombia, los títulos a la fecha no se tienen en cuenta. La mal llamada meritocracia, ha convertido a un medio mediocre desde sus inicios a un negocio mediocre en el presente. Nunca se generaron convenios colectivos de trabajo, los cuales han existido en la televisión de todos los países del mundo, por la necesidad e importancia del medio para la cultura y el acceso a la información de la sociedad que la consume. El no permitir que el oficio de la televisión se convierta en profesión, impide implementar una figura primordial: La categorización por competencias.

Que en la práctica implica el reconocimiento de las capacidades técnicas, intelectuales y de experiencia de cada uno de los empleados que componen las empresas productoras de contenidos televisivos. Sacrificando así la calidad de lo que se produce y ampliando la brecha que existe entre la inversión de un producto, los costos de mano de obra y las ganancias para las empresas. Este en pocas palabras es un negocio muy rentable para los empresarios, pero pésimo para los trabajadores. Desde el inicio, se pensó que la televisión es un juego de improvisación de millones de dólares. Grandes producciones que se inician y jamás se terminan, presupuestos limitados, cambios de última hora de una producción completa por temas económicos, de ahorro de costos y tiempos sin ningún respeto por los artistas y técnicos que trabajan en ellos. Grupos creativos cerrados que impiden renovar los productos, buscando adaptar tendencias y formatos exitosos en el mundo para nuestro país, simplemente porque no existe la oportunidad de que talentosos profesionales aporten sus ideas, por miedo a no seguir las tendencias comerciales del momento y eliminando de tajo la posibilidad de nuevos productos que podrían volver a ser referentes creativos para el futuro.

Ahora hablemos de los contenidos. La educación y la perspectiva que tenemos como sociedad ha sido reflejada en aquello que según las empresas “queremos ver”. (Aquí voy a tocar un nervio doloroso para nuestra tradición televisiva). No hablemos de narcotráfico, prostitución, regionalismo plagado de clichés o realitys tediosos y repetitivos. Todos ya sabemos que graves implicaciones sociales y de memoria histórica han traído esa clase de productos a nuestra imagen como colombianos ante el mundo. No, me remitiré a un ejemplo vigente que demuestra cómo nuestra sociedad a estado enferma, y como la televisión es cómplice de los peores males de nuestra visión del mundo como colombianos: SABADOS FELICES. Un sociólogo extranjero podría hacer una fiesta, al hacer un análisis de nuestra forma de concebir nuestra realidad con este programa. Treinta años al aire, cientos de miles han pasado por sus estudios, otros cientos de humoristas han sido partícipes de su espectáculo plagado de los mismos males que nuestra sociedad comparte desde que somos nación.

Los personajes que han nacido y desarrollado en este escenario ramplón y de mal gusto, basan el humor en ridiculizar a nuestros campesinos, enaltecer el regionalismo denigrante que tenía las mismas motivaciones de la época de la violencia en los años 50, el racismo y la homofobia están a la orden del día, así como la marcada tendencia a representar los peores males de nuestro país, como motivo de orgullo. Donde el avivato y el tramposo victimario son el inteligente y la víctima inocente es el idiota. Sketches pésimamente realizados y la incapacidad de darle un cierre digno a un programa que existe más por costumbre que por un verdadero aporte a la cultura del país. Este es un vivo ejemplo del miedo a ser innovadores y creativos, a adaptar los espacios al contexto nacional y mundial, y sobre todo a evitar el cambio de mentalidad en las generaciones venideras, donde la anacrónica manera de ver el mundo de estos personajes, impide hacer de nuestra televisión un espacio de entretenimiento honesto y consecuente con la realidad del mundo en que vivimos y el contexto en el que nos desarrollamos. Es fácil pensar que la televisión es negocio y es así en todas partes. En parte eso es verdad. La diferencia es simple: Existen regulaciones, existen valoraciones de contenidos, existen asociaciones de trabajadores creativos y técnicos que velan por los derechos de los trabajadores de la televisión, existen alternativas masivas que no implican pagar una televisión por cable.

El tercer canal es la muestra de la manera mafiosa como los monopolios de la televisión privada en Colombia han sabido manejarse. Esto implicaría que al haber mayores alternativas y ofertas laborales, la regulación de las mismas serían obligadas.

Por otro lado, la responsabilidad de las escuelas de televisión que no educan bajo los parámetros del contexto de la profesión en la actualidad y no explora las falencias del medio. No existe la investigación académica seria y el aporte por parte de la comunidad educativa al mercado laboral. La escuela no cumple con las expectativas de calidad. No da pautas reales a sus estudiantes desde la realidad del mercado y sus necesidades. Es por esto que muchos de los graduados de las facultades y escuelas de cine y Tv, terminan en puestos donde les es imposible progresar, con sueldos mínimos, influyen mucho más las relaciones personales que la libre competencia de aptitudes y capacidades. El talento se entierra en grupos cerrados de amigos que buscan intereses particulares y no se trabaja por generar crecimiento y competencia; en otras palabras " Roscas". No se impulsa la producción propia con estándares de nivel alto. Y en muchos casos, simplemente no ejercen la carrera porque no encuentran alternativas acordes a sus capacidades.

En resumen podemos terminar sacando algunas conclusiones:

Las leyes Colombianas impiden que nuestro trabajo sea valorado de manera justa, debido a la incapacidad que tenemos como sociedad de valorar lo creativo. O en su defecto de diferenciar los roles que tiene nuestra actividad laboral, con respecto a otras actividades que se generan en el país. El desconocimiento total de la importancia de nuestro trabajo como agentes influyentes en la cultura y el pensamiento social. Donde nosotros somos tal vez responsables del medio que más llega a todas las personas de forma directa. Por ende la necesidad de crear una identidad respetable como profesionales. Liberar nuestras propias mentes de la discriminación entre nuestros propios compañeros. Para ser un gran artista, primero hay que ser un habilidoso artesano. Si los realizadores y creativos no reconocen a los técnicos como iguales y viceversa, de la misma manera será imposible vernos como verdaderos compañeros que trabajan por un fin común. Convertir nuestras necesidades en propuestas. No en quejas... Es imposible generar cambios si no se hace un análisis profundo de las problemáticas. Hacer propuestas de altura... "No somos oprime botones", carga cables o "loquitos artistas"... Somos profesionales con ética y responsabilidad social y debemos actuar como tal.

Es fácil asumirse como se está y seguir igual. Pero tener conciencia fuera de lo local, permite entender que se puede estar mucho mejor. La falta de regulación a empresas extranjeras y políticas como el TLC, han degradado el producto nacional y negando cada día más la posibilidad de crecimiento a los emprendimientos nuevos, a tal punto que se regala el trabajo para sobrevivir.

Este artículo es un pequeño aporte para todos los que piensan que es necesario replantearse realmente el papel de nuestra profesión y los elementos para tener en cuenta para debatir en su momento por un cambio en las políticas estatales de creación y regulación de proyectos televisivos. El negocio en Colombia esta agonizante por los malos manejos desde su inicio. Aún es tiempo de construir una televisión competitiva, ética y consecuente con la realidad colombiana y mundial.

Todo este escrito ha sido gracias a los testimonios de compañeros, investigación y experiencia personal. Aún es tiempo de ser verdaderos referentes positivos para nuestra sociedad, así como constructores de una imagen más positiva de nosotros mismos como profesionales y como colombianos.
http://dignidadcineytvencolombia.blogspot.com.ar/

Este es el inicio de un movimiento real, que busca encontrar los medios necesarios para resolver los problemas laborales expresados por los mismos actores en las audiencias del A.C.A. y por medio de asesoramiento internacional busca construir un convenio colectivo de trabajo y mas allá, una nueva cultura de asumir nuestra profesión de los medios audiovisuales con la premisa de la justicia en condiciones de contratación, salarios y tiempos trabajados.

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