La Liga de la Justicia: ¿en qué momento nos volvimos tan estúpidos?

La Liga de la Justicia: ¿en qué momento nos volvimos tan estúpidos?

Los críticos del mundo aplauden la nueva versión de cuatro horas repleta de machotes en capa y con la importancia cultural que puede tener una barra de Milky Way

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marzo 20, 2021
La Liga de la Justicia: ¿en qué momento nos volvimos tan estúpidos?

No estoy en contra de las películas de súper héroes. Las considero un entretenimiento válido que incluso maratoneo. Disfruté –y mucho- Wandavisión, la vuelta de tuerca que le dio Marvel a los Avengers, ocho horas de poderoso entretenimiento que, sorprendentemente, se transformaron en un hermoso homenaje a la televisión. Como muchos de ustedes creo que las tres películas de Batman dirigidas por Cristopher Nolan son magistrales y nunca me he quedado dormido –por más malas que sean- viendo las Superman de Cristopher Reeve. Lo que si me molesta es la vacuidad en la que ha caído Hollywood, incapaz de abandonar, ni siquiera en la contingencia de la pandemia, la fórmula que ellos consideran única para recaudar cientos de millones de dólares: las películas de paraquitos disfrazados con trusa y capa. Este cáncer arrancó cuando a Steven Spielberg hizo un camionado de plata con Tiburón y cuando a George Lucas le sonó la flauta con Star Wars.

Si, antes de hablar de las evidentes virtudes y los desaciertos que puede tener una monstruosidad como lo es el nuevo montaje de La Liga de la Justicia en manos de Zack Snyder, tomo mi máquina del tiempo y viajo hasta 1975. La joven promesa del cine norteamericano Steven Spielberg es objeto de burlas por parte de colegas suyos más serios, más avezados, más exitosos en ese momento como Scorsese, Bogdanovich, Coppola y toda la santa lista del Nuevo Hollywood, por el empeño spielbegriano de infantilizar el cine. En ese momento las películas de ciencia ficción se hacían con lo que sobraban de las grandes producciones que solían ser monumentos como El Padrino o Taxi Driver. Spielberg estaba obsesionado con hacer su vacua Moby Dick y a pesar de que Bruce, el famoso tiburón mecánico, nunca funcionó, logró, con Jaws, darle una furiosa dentellada a la taquilla y cambiar para siempre el valor moral que había tenido el cine. Es que hasta ese momento los productores de cine creían que se podía tener de ganancia unos 20 millones de dólares y no los buques de plata a los que se acostumbraron a navegar no sólo con Tiburón sino con Star Wars, esa tontería que hizo George Lucas para poder hacer fortuna y conseguir la independencia que necesitaba dizque para hacer sus filmes más íntimos: mentiras, a sus 76 años Lucas sigue empeñado en hacer más y más secuelas de esa infamia. Y los fans felices, por supuesto, infantilizados, le aplauden y les compra las nuevas mascoticas tipo Baby Yoda que le ofrecen semanalmente en Pepeganga.

Una nueva esperanza, la primera película de la interminable saga espacial de George Lucas, se convirtió en el principio del fin de Hollywood como arte. Naufragaron cineastas tan interesantes como William Friedkin o Michale Cimino y se recibió con algarabía las óperas espaciales enajenantes, acaso fascistoides que hoy constituyen el único alimento que nos da Hollywood. Así que ese es el escenario post-apocaliptico en el que nos encontramos analizando, con toda la seriedad del caso, una película que tiene de protagonistas a Batman y a Superman con el mismo profesionalismo con el que hace décadas se le hacía una autopsia a un filme de Antonioni.

Las críticas sobre el nuevo montaje de Zack Snyder son tan entusiastas como si Orson Welles hubiera podido recuperar el montaje final de La magnificencia de los Amberson. En el 2017 DC estaba obsesionada para hacerle contrapeso a Marvel y sus Avengers. Para hacerlo contrataron a Snyder que había hecho películas maravillosas, indiscutibles como 300 o Watchmen. Una vez terminó el rodaje Autumm, su hija adoptada, se quitó la vida, sumiendo a Snyder y a su familia en el peor de los dolores. Incapacitado DC, impaciente por romper la taquilla y sacarle provecho a los 280 millones de dólares que se habían gastado en el rodaje, contrató de urgencia a Joss Whedon, quien había dirigido la mayoría de secuelas de los Avengers, para montarla. El resultado fue un incomprensible esperpento de 2 horas que se parecía, desde el color hasta la música, peligrosamente a todo lo que había hecho Marvel. Fue un éxito de taquilla, 800 millones de dólares, pero los críticos coincidieron en que era una porquería. Así que Snyder necesitaba su desquite, lo mismo que DC y cuatro años después, aprovechando las posibilidades y la libertad que les dio HBO, lanzaron para Europa su nueva versión, cuatro horas con un color, una música y un tono más oscuro y una atmósfera que se emparenta más con El señor de los anillos que con las aventuras de Iron Man y sus amigos.

Alquilarla es carísimo, 44 mil pesos, pero no quedaba otro camino para poder hacer esta crítica mamotétrica y pedante que espero sigan leyendo. Después de las dos horas me dormí, no porque esté demasiado mal sino porque, a pesar de sus detalles imperiales, es otra película de Super Héroes y uno se harta, ¿saben? Se harta de las malas actuaciones. Mamoa parece el luchador libre más sexy de la historia, Gal Gadot es una estatua que habla y a veces se le escapa un gesto, Henry Cavill es un papacito, Ben Affleck debería gozar desde hace rato de las bondades de una jubilación prematura y el único que tiene talento, Ezra Miller, le dan el mismo papel de adolescente impulsivo y medio estúpido, una declaración de principios de lo que piensa la industria cinematográfica sobre los Millenials.

Los fans de este tipo de películas deben estar felices, los que sabemos de la grandeza de Hollywood estamos simplemente cansados y refugiados por ahora en las posibilidades que dan las series de televisión que pasan por su época de oro. La historia puede ser interesante pero cuando empiezan esas peleas yo simplemente me pierdo, me desconecto, empiezo a cabecear. ¿Hay alguna manera de hacer algo distinto por Dios? ¿Será que he envejecido? Si tienen ganas de pasar cuatro horas hipnotizados háganle, sin asco. A veces viene bien comerse una barra de Milky Way. El problema es que Hollywood ya nos puso diabéticos.

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