La justicia en los vencedores y los perdedores

La justicia en los vencedores y los perdedores

Aunque no tendría por qué ser así, esta nunca es para los que están fuera del poder, ni muchos menos para los menesterosos y desventurados

Por: Mateo Malahora
mayo 24, 2019
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La justicia en los vencedores y los perdedores

Siglos de la desaparición de la cultura griega, con la que cual nuestros países justificaron el derecho, las doctrinas morales y hasta el orden político vigentes.

La creencia en el orden universal originaba normas de comportamiento. Tiempos en que la humanidad aceptaba como destino el orden cósmico.

A cada uno lo que le corresponda, conforme a la voluntad divina, será el aforismo de la justicia en ese período. Sentencia inapelable.

Tiempos de emperadores que fungieron como embajadores de los dioses, con poderes para administrar, legislar y decidir.

Más tarde, reyes y soberanos, aliados con papas fraccionaron y lotearon continentes, distribuyeron el poder terrenal mediante bulas, concesiones y prerrogativas pontificias, como en los mejores momentos en que se creaban zonas francas y se adjudicaban baldíos en Colombia.

Surgió el nacimiento de la modernidad sentipensante, producto del desarrollo histórico de la humanidad.

Mientras esto ocurría, floreció una cosmovisión dialéctica, la justicia se trasladó a las prácticas sociales, dejó de ser divina, no sería neutra, sería comprometida.

Irrumpe una justicia para remediar y sanar el desequilibrio social.

En sana lógica se acepta que no hay justicia al margen de los conflictos, se reconoce que está comprometida con ellos. Se lucha para erradicarlos, transformarlos o mantenerlos.

Es, en esa perspectiva, cuando prospera la justicia de los triunfadores, de los afortunados del poder que supieron hábilmente manejar a su favor el garrote, la lanza, el arcabuz, el fusil, la ametralladora y las armas atómicas, forjando modelos de justicia que engendrarán historias alucinantes en honor de los vencedores, llenas de heroísmo, valentía y coraje, dispuestas a borrar los mitos, las leyendas, las fábulas y crónicas de los vencidos.

En adelante, las efemérides de los vencedores registrarán los nombres de los más admirables, de los que armaron su propia justicia, sus códigos y tradiciones para mantener el espejismo del equilibrio social y la armonía

Héroes, ídolos y figuras protagónicas que fundarán un antes y un después, para exaltar el presente victorioso, fortalecer el ahora y honrar el futuro como triunfadores, prestos a garantizar el olvido de los perdedores y certificar la fascinación de un nuevo orden equilibrado y justo.

El pasado de los vencidos tendrá que ser mezquino, sórdido y miserable, sin futuro. La historia será creada, susceptible de ser manipulada, inventada y procesada por los vencedores.

La justicia tendrá el sello de la cosmovisión triunfante y la marca ideológica de los invictos. Actuar distinto, pensar en forma diferente es engendrar y propagar el virus, los bacilos y gérmenes de la guerra, como ha sucedido históricamente.

Con esa idea de justicia, de probidad y de equidad, el nuevo modelo político social iluminará la historia de los ganadores.

La razón, la sabiduría, la sapiencia suma, las convenciones sociales y el poder congregarán el pensamiento dominante.

La justicia no será para los que están fuera del poder, para los menesterosos y desventurados, que en virtud de la tradición llegan a creer que la exclusión social es inmutable y eterna, sin llegar a entender que la justicia del dominador se llama injusticia en el dominado.

Y como la justicia sufre caídas, algunas más estruendosas que otras, hay que salvaguardarla a todo trance, utilizando medidas excepcionales para superar el caos.

El Príncipe deberá difundir que hay fuerzas funestas que no dejan dormir tranquilos a los súbditos y el sosiego se encuentra gravemente amenazado.

Los redentores supremos, con su parafernalia mediática, sus aparatos y dispositivos de poder, asumirán la obligación de proteger la convivencia pacífica, aún a costa de sacrificar lo que consideran “el artificio y la artimaña de los derechos humanos”.

La democracia de baja intensidad y el orden político y social tienen que ser sostenidos porque son justos, neutrales y razonables, los mejores del universo y, como se hallan amenazados por los enemigos y adversarios, se hace necesario implementar medidas, fijas o transitorias que garanticen, con el auxilio cooperante del espanto, del pánico y del miedo, el restablecimiento del “bienestar la seguridad y la concordia” …y la desigualdad social.

Salam aleikum.

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