La intuición y la razón
Opinión

La intuición y la razón

Los dos finalistas se dedicarán a atraer a los votantes de los candidatos que no pasaron a segunda, con estilos muy diferentes

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junio 05, 2018
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Una de las mejores cosas que ha ocurrido desde el 27 de mayo, luego de la definición de los candidatos a segunda vuelta, es que han caído casi todas las máscaras en el tablado político. Las personas del común, las que solo tienen el voto para expresar su preferencia, no van a cambiar de intención, por más promesas que se hagan en estos días que faltan para la segunda elección.

Los ciudadanos que perdieron a sus candidatos en la primera vuelta, si deciden seguir fieles a sus principios, seguramente se abstendrán de votar, o lo harán por quien consideren que sea la mejor alternativa a su eliminado líder. Claro está que el incentivo electoral será suficiente para que muchas personas que quieren medio día libre o algún descuento en matrículas también concurran a las urnas, esta vez por un interés diferente.

Ahora los dos finalistas se dedicarán a atraer a los votantes de esta franja, seguros de contar con la fidelidad de quienes los acompañaron en la primera vuelta electoral. Y en este proceso todos podremos apreciar qué tan baja y maquiavélica puede llegar a ser una persona, cuando anda en procura de un objetivo como el que persiguen. La diferencia está en el estilo.

A diferencia de Petro, Duque no elude los temas; y menos aún anuncia medidas de hecho para modificar la  Constitución, las leyes y la institucionalidad. Tiene la suficiente serenidad y claridad de conceptos para evitar caer en las trampas de periodistas que en lugar de preguntar editorializan, muchos de los cuales carecen de la suficiente altura ética o intelectual para sostener un diálogo coherente con este candidato.

El camino de gobierno escogido por el candidato Iván Duque consiste en ventilar las diferencias mediante los mecanismos institucionales, los cuales incluyen la revocatoria de esas mismas instituciones, como el Congreso, las cortes y hasta el propio presidente. Con datos comprobables, verificables, desarma cada uno de los intentos deshonestos por hacerlo aparecer como un demonio guerrerista, enviado por Álvaro Uribe para exterminar al “pueblo”, sumergiéndolo en la guerra sin fin. Si prestan la suficiente atención a una cualquiera de sus entrevistas, podrán notar como la agresividad del periodista panfletario desaparece cuando el candidato Duque responde con cifras, datos, hechos y declaraciones públicas totalmente verificables. En ese momento cesan las preguntas malintencionadas y otro de los periodistas de la “mesa” cambia de rumbo hacia temas menos trascendentes. Típica estrategia de desinformación, ya que lo lógico sería recurrir a la fuente citada por el entrevistado, para tener la posibilidad de ratificar o rectificar lo dicho por él en su respuesta. Otra cosa diametralmente diferente se aprecia en las entrevistas a Gustavo Petro.

 

Petro llega a proponer que el excandidato Fajardo
cogobierne con él,
a cambio de ofrecerle ser el próximo presidente de Colombia

 

Los intentos desesperados, cínicos, ridículos, del candidato Petro por tratar de evitar lo inevitable, lo llevan a proponer, así no más, que el excandidato Fajardo cogobierne con él, a cambio de ofrecerle ser el próximo presidente de Colombia. No sabemos si será como en Cuba mediante la designación a dedo de su sucesor; o tal vez ocurra que en mayo de 2022 Fajardo escuche a un pajarito diciéndole que Petro lo ha nombrado su sucesor para continuar la obra de salvación del “pueblo”.

Para información del señor Petro y de sus millones de seguidores, en Colombia todavía existe una curiosa figura mediante la cual es el elector, no el gobernante de turno, quien elige a su presidente. Se llama Democracia, y por imperfecta que sea, ha permitido la estabilidad y el grado de desarrollo y progreso que nuestros vecinos perdieron de manera lamentable en tan solo 5 años de gobierno socialista. Y digo 5, porque durante el primer lustro de mandato de Chávez vivieron una prosperidad artificial, al debe, financiada con las reservas, infraestructura y recursos edificados con tanto esfuerzo durante más de un siglo de mandato republicano y demócrata en Venezuela. Agotados estos recursos, el camino se puso cuesta arriba y no tiene ni siquiera esperanzas de mejorar, frente a la consolidación del gobierno gorila de Maduro, perdón por la redundancia, el silencio inexplicable de la comunidad internacional y la división caníbal de la oposición.

Sería maravilloso que el candidato Petro explique cómo haría para tener su constituyente exprés, para designar sucesor a la presidencia y para garantizar los ríos de leche y miel para quienes suscriban su versión del carnet de la patria, a semejanza del venezolano. De igual manera, que nos aclare cómo hace para dividir al país entre pobres y ricos, y en cuál de las dos categorías se ubica él mismo, ya que si su declaración de renta está ajustada a su realidad patrimonial, entonces él también cae dentro de la categoría de oligarca, palabra que tanto le agrada pronunciar, acompañada de catatónicos movimientos de cabeza y mirada perdida en el infinito.

Por paradójico que parezca, es precisamente en el momento de la verdad cuando esta más escasea. Mucho avanzaría nuestra democracia si, en lugar de inundar al país de falsas noticias, se optara por proponer ideas y confrontar con programas que le permitan al votante elegir una opción para su propio beneficio. Tomar decisiones con un órgano que no sea el cerebro puede ser en un principio algo placentero, pero a la larga siempre producirá lamentables consecuencias

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