La ignorancia del colombiano promedio

La ignorancia del colombiano promedio

De allí que solo en un país como el nuestro puedan tomar tanta fuerza charlatanes y embaucadores del tipo político

Por: Aquileo Parra Martínez
febrero 24, 2017
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La ignorancia del colombiano promedio

Recuerdo que a finales del año pasado, poco tiempo después del desenlace del plebiscito, encontré un artículo de Julián De Zubiría en el que se exploraba una relación bastante interesante: la asociación que podría haber entre la educación de un país y el destino político del mismo. En él, De Zubiría sugería, a modo de hipótesis, que un resultado tan desconcertante como el que se vio en las urnas por esas fechas era, entre otras, el producto de un sistema educativo rodeado de problemas estructurales que se evidenciaban, por ejemplo, en los resultados de las pruebas SABER. Estas falencias, según parece, se manifestarían de manera clara en la incapacidad de nuestros jóvenes a la hora de resolver problemas cotidianos o de inferir ideas principales de textos sencillos; eso sin contar que sus capacidades críticas y argumentativas estarían en un nivel de desarrollo bastante precario.

El problema es que estas dificultades no son exclusivas de los estudiantes de colegio. De hecho, podrían ser el común denominador de una cada vez mayor porción de ciudadanos, sin importar cuál sea su edad, origen social o nivel educativo. De allí que solo en un país como el nuestro puedan tomar tanta fuerza charlatanes y embaucadores del tipo político -como nuestros "líderes" tradicionales tanto de "izquierda" como de derecha-, o religioso -como los pastores cristianos, los sacerdotes católicos o los falsos chamanes indígenas-. Por otro lado, la empecinada utilización de abominaciones conceptuales como “castrochavismo” o "ideología de género", de la manera más simple y ligera posible, también nos pueden dar cuenta de este tipo de problemas: para hacerse una idea, podría preguntarle a cualquier persona que usted conozca y que use dichos vocablos, si entiende, por ejemplo, la diferencia entre sexo y género o si siquiera es capaz de definir la noción de ideología.

El “castrochavismo”, en cambio, merece especial atención, pues se ha convertido en lo que algunos "ilustres" colombianos consideran como la raíz de todos los males de nuestro país; sin embargo, no se necesita ser un genio para darse cuenta que ese palabro no es más que la consecuencia de una estrategia muy bien pensada por los manipuladores más hábiles que haya dado esta tierra, con el ánimo de servirse de un caballito de batalla ante cualquier cuestionamiento de su oscuro pasado: es de fácil recordación y suena como si fuese un peligro inminente. No obstante, es una cosa tan etérea y poco clara que prácticamente no quiere decir nada, ¿es acaso una ideología política?, ¿un modelo económico?, ¿un sistema de gobierno?, ¿un poquito de todo? Eso y nada es lo mismo.

Puede que De Zubiría tenga razón. El hecho de que este tipo de discursos cale tan fácilmente en la población colombiana podría ser la consecuencia de una educación llena de problemas en la formación de ciudadanos reflexivos, críticos y autónomos, pues debemos reconocer que "el colombiano promedio" se preocupa más por lo que sucederá cada noche en sus telenovelas favoritas -de narcos, sicarios y putas-, o en sus partidos de fútbol los fines de semana, que en la autoformación y el cultivo intelectual. ¿No me cree? Revise los resultados arrojados por la más reciente encuesta bienal de cultura en donde se advierte la enorme apatía de la mayoría de los encuestados hacia los conciertos, las obras de teatro o las actividades relacionadas con las artes plásticas y visuales.

Y no, no estoy sugiriendo que a todo el mundo deba interesarle la última presentación de la Filarmónica de Viena, o que no se pueda disfrutar de un buen partido de fútbol al calor de unas cervezas. Tampoco desconozco el valor cultural que puede tener en una sociedad el deporte de masas o la televisión misma, pero creo que el desinterés por aprender, informarse, contrastar fuentes y cultivarse es cada día más evidente. Afirmaciones precipitadas y lugares comunes del tipo "Uribe es el mejor presidente que ha tenido este país" así lo demuestran, pues sería interesante saber si quienes afirman este tipo de cosas, conocen, por lo menos, el número de presidentes que ha tenido esta nación.

Sin embargo, lo más preocupante de este panorama es precisamente la arrogancia con la que se impone la ignorancia. Basta recordar que hay personas que ponen al mismo nivel el creacionismo y la evolución, juran que tomar cerveza después de haber tenido relaciones sexuales sin protección evita el embarazo o hasta creen que su religión es la única y verdadera, y, aun así, presumen de poder opinar sobre cualquier cosa sin tener la más mínima idea de aquello de lo que están hablando. Pese a esto, tal vez el síntoma más visible de que, en efecto, el "colombiano promedio" se encuentra sumido en una abrumadora ignorancia, es la firme convicción con la que este dice, sin inmutarse, que “Santos nos va a llevar al comunismo”.

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