La historia de la foto que mostró en la morgue de Medellín el final de Pablo Escobar

La imagen que le dio la vuelta al mundo, por la que El Tiempo pagó a un forense que la tomó clandestinamente y hoy está en manos de una agencia internacional

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diciembre 02, 2025
La historia de la foto que mostró en la morgue de Medellín el final de Pablo Escobar

La imagen del cadáver de Pablo Escobar se convirtió en el símbolo de la victoria del Estado sobre los narcos colombianos. Y aunque la fotografía que el país tienen el recuerdo es la del capo muerto en tejado de la humilde casa en Medellín donde se escondía, hay otra imagen, más fuerte y cruda que muestra el fin del narcotraficante paisa, que fue publicada en un suplemento especial del periódico El Tiempo la misma noche del 2 de diciembre de 1993. Lo que casi nadie conoce es el recorrido secreto que tuvo esa fotografía antes de estamparse en miles de páginas de la edición extra que confirma el fin del capo más buscado.

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La historia comenzó en Medellín, en la sala forense donde el cuerpo llegó a las 4:20 de la tarde, después de que el Bloque de Búsqueda diera por cerrado el operativo que llevaba meses persiguiendo al jefe del cartel de Medellín. A esa hora, mientras los tanatólogos se preparaban para iniciar la necropsia identificada con el número NC 93.6791, algunos funcionarios sabían que lo que estaba a punto de registrarse tendría un valor que trascendía el ámbito médico. En cuestión de minutos, la noticia de la muerte ya circulaba por radios, pasillos policiales y redacciones agitadas. Y todo el país, en especial los medios de comunicación, quería saber algo más de lo que pasaba.

El Tiempo, entonces propiedad de la familia Santos, entendió que tenía una tarea titánica: encontrar una chiva, un dato o una foto que otro medio no tuviera. El responsable de la redacción ese día era Rafael Santos, quien asumió la tarea de mover al periódico en modo urgencia. La edición nocturna no estaba prevista, pero la muerte de Escobar exigía algo más que una portada: una separata especial para documentar, en tiempo real, el final del hombre cuyo nombre había marcado la historia reciente de Colombia.

Pablo Escobar
El diario El Tiempo pagó alrededor de $1.200.000 por la imagen de Pablo Esccobar muerto en la morgue, junto cuando su mamá estaba reconociendo el cadáver.

A falta de fotógrafos oficiales dentro de la morgue, la posibilidad de obtener de una imagen adentro era casi imposible. Hubo una oportunidad de lograr una imagen exclusiva, pero esta dependía de una negociación silenciosa y secreta. En el periódico no querían esperar a que llegaran copias oficiales, porque el tiempo jugaba en contra. Entonces apareció un funcionario forense que había recibido el cuerpo y tomó la fotografía que captaba, sin adornos, la crudeza del momento: el capo tendido en una camilla metálica, la báscula de carnicería detrás y los rastros inmediatos del operativo que lo había abatido. Junto al cuerpo de Escobar estaba su mamá, Hermilda de los Dolores Gaviria Berrío, quien estaba reconociendo el cuerpo de su hijo muerto.

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Esa foto tenía dueño, aunque fuera de manera clandestina, y para obtenerla había que pagar. Dicen que la encargada de cerrar el trato fue Juanita Santos, editora fotográfica, que por un giro del destino no estaba en el periódico ese día, pero igual terminó liderando la negociación. La cifra acordada rondó 1.200.000 pesos, una suma considerable para la época que hoy equivaldría a unos 20 millones de pesos de hoy. No hubo tiempo para discusiones largas: la redacción la necesitaba de inmediato para armar el especial nocturno y El Tiempo pagó.

Cuando la imagen llegó a Bogotá, el cierre editorial ya había iniciado. Había quienes pensaban que debía editarse para suavizarla, sobre todo por la presencia de la báscula, un artefacto que, para algunos, le restaba respeto al registro. Otros defendían lo contrario: que ese objeto contaba algo más profundo, casi involuntario, sobre el país de la época, donde incluso la muerte del hombre más buscado convivía con instrumentos de uso corriente en una ciudad atravesada por la muerte.

A esas alturas, nadie pensó que la propiedad de la imagen sería un asunto futuro; la prioridad era mostrar al país lo que más se esperaba ver: la evidencia de que Escobar, cuyo cumpleaños había sido un día antes, ya no representaba una amenaza.

Pablo Escobar
El Bloque de Búsqueda, liderado por el coronel Hugo Aguilar, dio de baja al capo el 2 de diciembre de 1993

Con el paso de los años, la fotografía circuló por múltiples rutas. Lo insólito es que dejó de pertenecer al periódico que la publicó primero. Terminaría, con el tiempo, en manos de la agencia internacional Getty, aunque nadie ha podido explicar con certeza cómo llegó allí ni quién la vendió. La paradoja es evidente: El Tiempo pagó por la exclusividad de un registro que, décadas después, aparece en bancos de imágenes globales sin que se conozca su camino completo.

Foto con los que lo mataron

Más allá de los hilos administrativos, la imagen mantiene la fuerza documental que tuvo desde el primer día. El cuerpo de Escobar, con la camiseta oscura de cuello y puños color vino, el jean claro y las múltiples marcas de sangre que dejaban ver años de violencia y miles de muerto. Después de la imagen llegó el trabajo de los forenses. La necropsia reveló en detalle las mortales heridas. Tres disparos de arma de fuego lo habían dejado sin vida. Había fracturas en el cráneo, lesiones en la clavícula, daños en los oídos, hemorragias internas y signos de forcejeo que hablaban del final abrupto de su historia.

La necropsia comenzó a las seis de la tarde, mientras en Bogotá la redacción terminaba de ensamblar la edición con la foto exclusiva que saldría esa misma noche. El país amanecería viendo aquella fotografía reproducida en miles de ejemplares. Fue la prueba material de un capítulo que se había narrado entre explosiones, recompensas y persecuciones, y que al fin tenía un cierre verificable.

La foto que marcó el final de Pablo Escobar es también el retrato de las urgencias de un periodismo que entendió que esa noche tenía en sus manos algo que no volvería a repetirse: una foto inédita que le daría la vuelta al mundo.

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