La historia del Seminario Mayor de Bogotá, un enigmático lugar en el norte donde se forman los sacerdotes

Levantado originalmente hace más de cuatro siglos, es un lugar que resguarda las huellas de próceres de la independencia, obispos y cardenales

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septiembre 27, 2025
La historia del Seminario Mayor de Bogotá, un enigmático lugar en el norte donde se forman los sacerdotes

Hay edificios que se vuelven silenciosos testigos de la historia. El Seminario Mayor de Bogotá es uno de ellos. Para muchos, apenas es una construcción de ladrillo a la vista, escondida en la esquina de la carrera Séptima con calle 93, en el norte de la ciudad. Pero detrás de esos muros se esconde una historia que arranca en los días más remotos de la Colonia y que, con el paso del tiempo, terminó marcando incluso la manera como Bogotá se fue expandiendo hacia el norte.

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Su origen se remonta a 1581, cuando Fray Luis Zapata de Cárdenas fundó el Seminario de San Luis. Era la época en la que la ciudad recién empezaba a levantar sus primeras iglesias y conventos, y en la que formar sacerdotes era un asunto vital para sostener el poder de la Iglesia en el Nuevo Reino de Granada. El proyecto se sostuvo en medio de guerras, cambios políticos y luchas por la independencia. Tanto así que, tras la ruptura con España, en 1823, Francisco de Paula Santander dio vida al Seminario de San José, que funcionaba junto al Colegio San Bartolomé. La institución sobrevivió a los siglos, como esas casas antiguas que parecen tener más vidas que un gato.

Seminario Mayor de Bogotá
Así se veía el Seminario Mayor de Bogotá, en 1960 en sus primeras décadas levantado en la Carrera 7 con calle 93

El punto de quiebre llegó a mediados del siglo XX, cuando el Seminario Mayor estrenó su actual sede en la Séptima con 93. El impulsor de ese gigante proyecto fue Monseñor Ismael Perdomo Borrero, en ese entonces arzobispo de Bogotá, quien quería levantar un espacio a la altura de las necesidades de la Iglesia capitalina. La historia quiso que el terreno llegara gracias a la generosidad de una mujer que no necesitaba títulos para ser recordada: Mercedes Sierra Cadavid. Ella donó los lotes que alguna vez fueron parte de la hacienda El Chicó, una joya colonial que había heredado de su padre, Pepe Sierra, uno de los terratenientes más poderosos de Antioquia.

El diseño estuvo a cargo de José María Montoya Valenzuela, arquitecto e ingeniero pionero de lo que más tarde se conocería como la “primera modernidad” bogotana. Montoya buscó darle al lugar un aire neorrománico, con ladrillos que parecían respirar la tradición, arcos de medio punto que evocaban solemnidad y espacios concebidos para la vida en comunidad. El Seminario se terminó en 1946, y pronto se convirtió en mucho más que un centro de formación religiosa. Cuando estalló el Bogotazo, en abril de 1948, y las llamas redujeron a escombros el Palacio Arzobispal, el Seminario Mayor se transformó, de un momento a otro, en la sede de emergencia del arzobispo. El propio Monseñor Perdomo se instaló allí y murió en sus habitaciones en 1950.

Mientras tanto, el norte de Bogotá se transformaba. Los terrenos donados por Mercedes Sierra no solo dieron vida al Seminario Mayor: también fueron la semilla de una de las urbanizaciones más lujosas de la época, desarrollada de la mano de Ospinas y Cía. A pocos pasos de allí, la familia Sierra conservaba la casona colonial de El Chicó, rodeada de jardines, donde Mercedes vivió junto a su esposo, Enrique Pérez Hoyos. Como nunca tuvo hijos, en 1953 entregó esa casa y parte de la hacienda a la Sociedad de Mejoras Públicas. Hoy ese lugar es el Museo del Chicó, un rincón que guarda en sus muros la memoria de esa Bogotá que apenas comenzaba a treparse hacia los cerros del norte.

Seminario Mayor de Bogotá
Foto actual del Seminario Mayor de Bogotá

Todo coincidía con el auge de la ladrillera Santa Fe, que en aquellos años empezaba a producir materiales de mejor calidad y que dio forma a la expansión de la ciudad. Así, la historia del Seminario Mayor no puede separarse de la historia del crecimiento urbano de Bogotá.

Hoy, a casi ochenta años de la construcción de su sede actual, el Seminario Mayor de Bogotá sigue cumpliendo con la tarea para la que fue concebido. A comienzos de 2024, contaba con 46 seminaristas: jóvenes de la Arquidiócesis, del Obispado Castrense, de las diócesis de Engativá y Facatativá, y de comunidades religiosas que ven en ese espacio un lugar de formación y recogimiento.

Desde afuera, el edificio puede parecer solo un conjunto de ladrillos rojos y arcos solemnes. Pero quienes lo miran con atención saben que allí no solo se educan futuros sacerdotes: también se cuentan, en silencio, las historias de una ciudad que cambió para siempre gracias a una donación.

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