La historia de mi país: el cuento se tergiversó

La historia de mi país: el cuento se tergiversó

Poco queda de aquella Colombia en la que crecí, pero estoy seguro que la esencia del colombiano sigue siendo buena. A veces pienso que aún queda una esperanza

Por: Leonel Uriel Alzate Herrera
marzo 25, 2022
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La historia de mi país: el cuento se tergiversó
Foto: Pixabay
Cómo no amar este país... Cómo no preocuparme por su futuro, si ya tengo 50 años, y todos fueron vividos en Colombia. Todo lo que soy se lo debo a mis padres, y a esta hermosa patria donde a los 6 años de edad conocí mi primer aula de clases en un kinder de la Policía en Villavicencio. No olvido a mi profesores; entre ellos estaban Pinto, Candela, Barón, y otros cuyo nombre ya escapa de mi memoria...

Esos buenos policías me enseñaron no sólo mis primeras letras, sino además las normas básicas de urbanidad, también el amor a Dios, el respeto a los mayores, el valor de la familia, y lo que significa el privilegio de ser colombiano. Me hablaron de nuestro escudo, y del significado de los colores de mi bandera.

Colombia era para entonces un país lacerado por dos fenómenos malditos; el narcotráfico, que ya comenzaba a aparecer con la bonanza marimbera, y el accionar de grupos terroristas como el EPL, el ELN, el M-19, y las FARC, entre otros.

Las noticias trágicas eran el pan de cada día; desastres naturales, tomas guerrilleras en casi todos los municipios del país, donde al grito de consignas marxistas asesinaban a soldados, policías y civiles.
Asaltaban los bancos estatales como la Caja Agraria, y se robaban las tierras de miles de campesinos a los que desplazaban hacia las grandes urbes.
Pero, aún con tantos lastres, en la Colombia que yo crecí la vida era bonita, la gente trabajaba cada día en el campo y la ciudad, para forjar su futuro y de paso construyendo a este país a pesar de sus tragedias. La gente era más cálida y hospitalaria, y el tiempo pasaba exactamente como en Macondo...
Un Macondo que se embriagaba con la elección de nuestra única Miss Universo, Luz Marina Zuluaga, y con los triunfos de Cochise, Pambelé, Lucho Herrera y de tantos grandes hombres y mujeres que escribieron las páginas más gloriosas de la historia de Colombia... ¡Cómo no sentirnos orgullosos!
Pero un día cualquiera los terroristas, que no tenían los ideales que profesaban, desbordaron su ambición. Ya no solo querían dinero, sino poder político. El conflicto se agudizó, y con él, la pobreza y la miseria.
Los campesinos agricultores, ganaderos, esmeralderos, y hasta los comerciantes de las grandes empresas comenzaron a cansarse del chantaje, la extorsión, el secuestro y los asesinatos a que estaban siendo sometidos por parte de grupos armados que hablaban de paz, pero llenaban de sangre, dolor y muerte cada rincón de la patria...
Dicen que un mal siempre trae otro mal. El Estado era incapaz de defenderlos, y entonces ellos decidieron armarse, agruparse y hacer frente a la delincuencia subversiva que los vevía desangrando durante décadas, y que minaba su progreso, y de paso, el progreso del país.
Pero el remedio fue peor que la enfermedad; porque allí se gestó otro de nuestros grandes males; el monstruo maldito del paramilitarismo, que luego, tal como la guerrilla, comenzó a financiarse del narcotráfico, y terminó también sembrando dolor y muerte.
Esta es la parte de la historia que no se cuenta en la escuelas y colegios de hoy, porque el cuento se tergiversó, y esos delincuentes que desde hace 60 años se hicieron poderosos y llevaron a mi país al caos, y que fueron el origen del mal, ahora fungen como prohombres de la Patria, y dan cátedra de moral a una juventud que no vivió el país que nosotros vivimos.
Han cambiado la historia, o la cuentan por pedazos; han sembrado en los jóvenes un odio fabricado a punta de mentiras. Para adoctrinarlos, los exbandidos invirtieron los valores, y hacen que las nuevas generaciones se rebelen contra todo lo que signifique autoridad. Se perdieron las normas, la urbanidad, la solidaridad y el respeto.
Poco o nada queda de aquella Colombia en la que crecí, pero estoy seguro que la esencia del colombiano sigue siendo buena. Y no sé si me engañe, pero a veces pienso que aún queda una esperanza de salvar este país, de recuperar los valores, y volver a mirar todos para un mismo lado.
Ojalá los jóvenes, en su válido y justo deseo de cambiar la historia, comprendan que siempre hay otra verdad, y se den la oportunidad de investigarla... Porque el país en que yo crecí es todavía hermoso, y aún está lleno de gente increíble, capaz de resurgir de las cenizas.
Yo mientras, seguiré asimilando que ya estoy de salida, como todos de mi generación. Pero mientras haya vida hay esperanza, y seguiré defendiendo nuestros derechos y libertades... Sé que jamás olvidaré a los maestros de mi primer aula. De ellos aprendí a amar ami familia, a respetar a mis semejantes, y a sentirme orgulloso de esta Patria.
Siguen eternas en mi memoria cada palabra de la mejor oración que me enseñaron esos policías del Kinder a quienes honro en mi memoria:
"Colombia Patria mía Te llevo con amor en mi corazón. Creo en tu destino, y espero verte siempre grande, respetada y libre. En tí amo todo lo que me es querido; tus glorias, tu hermosura, mi hogar, las tumbas de mis mayores, mis creencias, el fruto de mis esfuerzos, y la realización de mis sueños. Ser hijo tuyo, es la mayor de mis glorias. Mi ambición más grande es la de llevar con honor el título de Colombiano, y llegado el caso, morir por defenderte."
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