La hipocresía de la seducción
Opinión

La hipocresía de la seducción

Antonio Samudio pinta el sentimiento de su época y la seducción de la juventud con los prejuicios de su tiempo

Por:
marzo 19, 2022
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Antonio Samudio cumplió ayer 18 de marzo 90 años de vida. Y, su mundo artístico recoge lo que ha sido su tema central: la intimidad de la seducción.

Sobre el tema De la seducción, Jean Budillard anota que se trata de la transición de la mitología del imaginario sexual. Cuando han pasado las distintas etapas, la seducción acaba y comienza a desmoronarse la puesta en escena, cuando alguno de los dos seres capitula. Porque en la seducción -según Freud- se invierten los espejismos de la simulación.

Cada persona tiene un punto de vista: el seductor se retrata a sí mismo con omisiones y el otro, en su medida, sólo quiere verse proyectado a sí mismo en el otro. Las mentiras de la parodia pueden observarse. Cómo lo anota Vincent De combes en la persona seductora es donde el ser seducido se encuentra a sí mismo.

Antonio Samudio. un bogotano que nació en 1932, pinta ésta comedia humana de signos y gestos seguros que, no responden a lógica de encontrar ese encanto del enamoramiento. Por la misma razón: la seducción es la realidad irónica.

Antonio Samudio pinta sobre lienzo o sobre madera. Este último soporte lo maneja como la representación misma del marco que, corresponde a la ventana coqueta que pintó Francisco de Goya y Lucientes (1748- 1828) en los lienzos como Majas en el balcón que se encuentra en el Museo Metropolitano de Nueva York o, Dos mujeres en la ventana, de la colección de la Galería Nacional de Washington. Antonio Samudio pinta el sentimiento de su época y la seducción de la juventud con los prejuicios de su tiempo. Pinta la seducción femenina que posiblemente se lee desde una aventura del inconsciente que puede aparecer como el último intento de gran envergadura por rehacer el secreto en una sociedad. Que, a propósito, el filósofo francés Baudrillar califica a la seducción como testigo de la hipocresía mientras todos nos engañamos.

Antonio Samudio pinta con colores propios que buscan una densidad cromática. El naranja conlleva una luz opaca, el verde es macerado, el azul va cargado de verde, el amarillo ocre es opaco y el café varía en los tonos.

 

 

Ahora, el trabajo que ha realizado a lápiz en el lienzo, no lo oculta porque hace parte de su lenguaje o en grabado. Todo se entrelaza con el aire enrarecido de una intimidad. Algún orden moralizador mueve las cuerdas, los niveles y reglas de la seducción o, la insinuación.

Sus personajes son prototipos de narices tubulares que continúan en las cejas finas cejas en arco y bocas cerradas porque más que lo que dicen importa lo que representan.

En una atmósfera sin diálogos y con los ojos neutros importa la insinuación del gesto que recrea en una memoria de una la escenografía íntima.

En algunas de las obras, Samudio le impone a la composición una naturaleza muerta que, aunque ha sido un tema tratado por él, ahora tiene más coincidencia con las naturalezas muertas de Fernando Botero –difícil similitud-. Pero, a Samudio le funcionan porque él reúne su punto de vista único.

Se trata de una obra donde la mujer es la protagonista y su cuerpo es el enigma de una narrativa que se detiene en la insinuación. El tiempo perfecto del enigma.

 

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