La herencia que me quito Luis Carlos Sarmiento Angulo

La herencia que me quito Luis Carlos Sarmiento Angulo

"Esa servidumbre por la cual cualquier finquero está dispuesto a pelear y disputar en cualquier estrado judicial, ya no nos pertenece. Ahora es propiedad privada"

Por: Arley Fernando Gómez Hernández
diciembre 12, 2017
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La herencia que me quito Luis Carlos Sarmiento Angulo
Foto: César Melgarejo / ELTIEMPO

Cuando mis abuelos bajaron de las veredas de Caqueza a romper montaña al llano, hacia principios del siglo XX, lo hicieron por unos caminos de herradura que las bestias fueron haciendo a la margen izquierda del río negro, llegando a Gramalote, hoy Villavecencio.

Desde esa época hasta ahora, cuando el hombre más poderoso del país, el Ing Luis Carlos Sarmiento Angulo, el mes pasado en compañía del presidente Santos inauguraron una de las obras con mayor tecnología e inversión económica de la historia colombiana, ha pasado casi un siglo, pero tan solo desde el 28 de junio del año 1974 esa vía tiene una relevancia destacada para el país; ese día se enteraron en el resto de Colombia y en el mundo que al sur de Bogotá había una cantidad de gente en un mar verde que se perdía en el horizonte y que muchos de ellos acababan de ser sepultados en Quebradablanca, cerca al municipio de Guayabetal, en un alud que enlutó a esta tierra sin fronteras, olvidada, llena de recursos para toda Colombia y que tan solo algunos pocos colombianos estudiados podían relacionar con la independencia colombiana por aquella célebre batalla del Pantano de Vargas en la que valientes llaneros, después de atravesar el páramo de Pisba, hambrientos, descalzos y casi desnudos, nos dieron la libertad.

Pues bien, resulta que la única herencia que aún guardaba como ese tesoro invaluable que tan solo las leyes de mi país me podían arrebatar era la servidumbre de la vía abierta a punta de largas jornadas a lomo de mula de mis abuelos y de tantos cundinamarqueses que encontraron la redención y echaron raíces en las tierras llaneras.

Hoy esa servidumbre por la cual cualquier finquero está dispuesto a pelear y disputar en cualquier estrado judicial, ya no nos pertenece. Ahora es propiedad privada. Ahora le pertenece al hombre más rico de este país. Ahora debemos pagar, muy caro, por usar una vía que nos dejaron nuestros antepasados.

Si, lo sé. Muchos me dirán que han sido millones los que se han invertido en esa vía, pero también puedo decir que son muchos los años, (desde 1974) en los que llevamos no solo padeciendo la vía tramo a tramo, sino que prácticamente desde esa época llevamos pagando con peajes caros por la tortura de utilizarla.

Y pensar que en 1978 los japoneses le ofrecieron al presidente de la época hacer una carretera de doble calzada con sus propios recursos a cambio de veinticinco años de un cobro de peajes. Pero como no había negocio para él, no la autorizó. Años después sí colocaron el peaje, pero la vía nunca arrancó como lo proponían los japoneses. La corrupción en sus justas proporciones.

Hace poco, cuando escuchaba al presidente alabar la gestión y la ingeniería utilizada por el grupo del señor Sarmiento Angulo en la construcción de esta vía, pensé en la ocasión aquella en la que viajé de Bogotá a Acacías en bicicleta y cómo fui víctima de un señor que por altoparlantes me amenazaba con quitarme la bicicleta, multarme con una infracción y vociferaba a todo pulmón que andar en mi bici por esa vía era un acto irresponsable, todo porque no podía utilizar los túneles, que justamente, con gran orgullo, el banquero inauguró hace poco.

En ese momento pensé, y si no puedo viajar en bici, ¿por qué no pensaron en eso y dejaron un andén especial para ello?, ¿dónde quedaron las vías por las que pasaron mis abuelos?, ¿qué debo hacer si no tuviera en que más transportarme?

En la inauguración decía el presidente que prácticamente estas vías no tenían nada que envidiarle a las rutas de Suiza, Alemania o Italia. Se le olvidó al señor presidente aclarar que allá todas esas vías son absolutamente privadas, que son nuevas en su totalidad y que para utilizarlas hay que pagar si queremos llegar pronto, pero si no tenemos con qué pagar los peajes, para eso están las vías secundarias y terciarias en las que no se pagan peajes y que igualmente están en muy buen estado, como perfectamente las podemos apreciar en la Vuelta, el Tour o el Giro.

Aquí no solo nos obligan a pagar caro y nos impiden hacer uso de ellas en moto o en bicicleta, sino que adicionalmente cobran por utilizar otra vía, como la vía antigua a Villavicencio o la entrada a Bogotá por Juan Rey, a la que no le hacen mantenimiento, que no hicieron y que está en pésimas condiciones, algo que claramente tiene visos de ilegalidad, pero que lástimosamente los pobres conductores, a quienes les prohíben hacer uso de los túneles, no saben cómo, ni a quién recurrir para que les hagan justicia, porque si bien se debe pagar por hacer uso de un túnel y un viaducto que hizo COVIANDES, por qué razón le cobran cuando tiene que dar una vuelta de más de una hora por una vía en mal estado.

No debe ser casualidad que el mismo día en que inauguran esa obra, ese día también le suban a los peajes muy por encima de lo que le suben al salario mínimo, algo que nuevamente rompe con la legalidad colombiana, pero como quien está a la cabeza de este negocio es ni más ni menos que el dueño de medio país y el patrón directo del fiscal , con seguridad cualquier demanda que interpongamos simplemente dormirá el sueño de los justos.

Hoy los llaneros pagaremos $440 por kilómetro recorrido entre Villavicencio y Bogotá, es decir casi 50 centavos por cada metro de vía, algo inconcebible si analizamos que para ir de Bogotá a Buenaventura, atravesando tres cordilleras y con la construcción del túnel más largo del país, tan solo pagamos $200 por kilómetro recorrido.

Pregunta; ¿con quién me quejo hoy?

Será ladrarle a la Luna.

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