El sistema político en Colombia, se ha convertido en el negocio más lucrativo a la hora de tejer grandes fortunas sin mayores esfuerzos, y cero riesgos. Es tanto así, que en él han aterrizado, narcotraficantes, contrabandistas, miembros de organizaciones criminales, y hasta flamantes profesionales, quienes ven en la política el camino más corto para enriquecerse, a través de las tragedias ajenas.
La crítica situación de inseguridad que vive el país, a la cual le sumamos el airado reclamo social de los gremios económicos, la insatisfacción del colombiano de a pie, ha llevado al bloqueo de vías, como única alternativa en procura de ser atendidos por el alto gobierno, que mas bien parece una unidad de bomberos en temporada seca, “apagando incendios”. Esta situación no pasa por desapercibida por los aspirantes a elegirse, y a reelegirse a través del voto popular en la contienda electoral que se avecina de cara al 2026, quienes aprovechándose de las tragedias ajenas, ofrecen soluciones prácticas a las diferentes crisis.
Es imposible abordar los problemas estructurales del país, sin mencionar a la región del Catatumbo. Que desde el 16 de enero de 2025, enfrenta la peor tragedia humanitaria documentada en los últimos tiempos, tras el ataque del ELN a las disidencias de las FARC, que ha dejado un desolador panorama en el departamento de Norte de Santander. Ya hay quienes vienen moviéndose sigilosamente, cazando el voto popular, eso sí, preocupados ante la situación de violencia que se vive en el territorio, más no por el sufrimiento de los Catatumberos. Lo único que les preocupa es poder desplazarse con tranquilidad en la región, para brindarles a sus sufridos habitantes un falso abrazo con hedor a política, que perdurará en el tiempo, con la pérfida intención de asegurar el voto, el que lo convertirá en un nuevo millonario, de este país bananero.
El gran cinismo de los actuales políticos y los futuros aspirantes, es que no se les ha visto en los albergues, donde llegan los desplazados con costales a sus espaldas, cargados del sufrimiento infligido por los grupos armados. Los salarios de nuestros congresistas mensualmente en billetes de mediana denominación, llenarían las talegas que cargan nuestras víctimas, en donde traen quizás una pequeña colchoneta. Son tan descarados, y miserables que no han sido capaz, sacar de sus abultados salarios, unas cuantas monedas para comprar, una bolsa de comida para perros, y gatos que dejaron en la orfandad nuestros campesinos ante las dificultades de traerlos consigo a los albergues. Algunos animalitos murieron de hambre, y otros lograron sobrevivir, gracias a donaciones y a la valentía de ciudadanos del común, que sin importar el riesgo se quedaron para atender a sus verdaderos amigos.
Resguardados en sus casas con refrigeradores y alacenas llenas de comida, un infaltable bar donde degustan el licor de sus preferencias, realizan los cálculos sobre sus peones políticos, que utilizarán en las regiones para que les consigan votantes, sin arriesgar nada en lo absoluto. La más apetecida de todas las corporaciones que se conquistan a través del voto popular, es la curul especial de paz, o curul de las víctimas, quizás por el número de sufragios que se requiere para alcanzarla.
Con la mirada fija ante el firmamento, en la búsqueda de respuesta que satisfagan el interés de conocer, cómo es posible enriquecerse con las tragedias ajenas, sin tener la mínima compasión, por los campesinos que huyen de sus tierras a consecuencia de la violencia, de los jóvenes soldados y policías, que ofrecen sus cuerpos, sin importar que se los destroce la metralla homicida, por unos cuantos pesos, mientras en el salón elíptico de nuestro congreso, así como crecen las barrigas de los representantes, también crecen sus fortunas tejidas con las tragedias ajenas.
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