¡La guerra silenciosa Mon-Santo!

¡La guerra silenciosa Mon-Santo!

Por: Cristian Lopez
abril 12, 2015
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¡La guerra silenciosa Mon-Santo!

En el marco del cese unilateral que ya cumple varios meses por parte de la insurgencia, se ha hecho hincapié en destacar el cumplimiento que ha tenido las FARC con el silenciamiento de los fusiles para salvaguardar la integridad de las comunidades que forman parte de la Colombia en guerra.

En este sentido, se han registrado acciones por parte del estado como cesar los bombardeos a campamentos y de poner en común acuerdo con esta guerrilla un desminado humanitario en departamentos como Antioquia, Cauca, entre otros. Es por este motivo que en el terreno operacional de las fuerzas en disputa si bien existe una notable disminución de la violencia, en cuanto a operaciones sostenidas y acciones de orden militar, la guerra sigue y esta vez de una manera que no incluye bombas ni balas, sino un agente agroquímico que desde finales de los años 90 se ha implantado en todo el territorio Colombiano bajo el nombre de Glifosato.

Actualmente en la mayoría de zonas del país donde la economía se ancla a formas de subsistencia mediante la siembra de cultivos de hoja de coca, por lo general áreas desprotegidas y desatendidas por el estamento, la “fumiga” no cesa, y arrasa con todo lo que haya a su alrededor, desde bosques nativos, hasta animales domésticos, sin dejar de lado la grave situación de cultivos de pancoger y cosechas de alimentos necesarios para dinamizar las pequeñas economías locales de estos territorios.

Y es que la “fumiga” no discrimina, baña con Glifosato todo lo que a su alrededor se encuentra, con respecto a lo anterior en la página de la revista Semana en su artículo “Le llegó la hora al glifosato” del 11 de abril del 2015 se puede leer:

“hace un par de semanas campesinos de Puerto Libertador (Córdoba) vieron a las avionetas fumigar sus parcelas con glifosato por el simple hecho de estar junto a otras sembradas de coca. La lluvia química no solo destruyó los cultivos de yuca y ñame sino que cayó sobre Jader Andrés Paternina, de 22 años de edad, quien estaba trabajando en un cultivo de pancoger, lo que le produjo una intoxicación que terminó con su vida”.

Estos casos registrados en el país no son los únicos, la misma dinámica de guerra que se ha adelantado contra los cultivos de hoja de coca, amapola y marihuana, también se adelanta contra los colonos, campesinos, indígenas y afrodescendientes que habitan en los territorios cultivados con coca, dando paso a una cadena de causas y consecuencias que siguen alimentando el conflicto. Pues acaso ¿Quién estaría de acuerdo con que se le imponga una lluvia de muerte desde avionetas extranjeras para sus territorios?, estas prácticas impuestas “bajo la lucha contra el narcotráfico” materializadas en el plan Colombia, no han tenido mayor efecto más allá de las estadísticas y los informes sobre hectáreas cultivas, pues el conflicto social se atiza cada vez más producto de la imposición violenta que el estado ha impuesto a estas comunidades.

Las organizaciones sociales que conviven en muchos de los departamentos con cultivos de hoja de coca han tenido que sortear con todo tipo de desavenencias, pues cómo se puede concertar una alternativa a la siembra de cultivos de “uso ilícito” cuando sus sistemas agroalimentarios son objeto de la acción depredadora de la avioneta, siempre escoltada por un contingente de helicópteros artillados y tropas terrestres.

Así es como en el diario vivir no solo se marchitan los cultivos de maíz, caña, plátano, yuca, etc. También las ilusiones de buscar una salida a esta guerra silenciosa que sin despertar la mayor atención de la opinión publica continua recrudeciendo los avatares del conflicto y sigue vertiendo veneno sobre parques naturales, resguardos indígenas, comunidades de paz y zonas de reserva campesina, todas figuras legales amparadas bajo la ley para proteger a quienes han tenido que vérselas cara a cara con los sinnúmeros planes de consolidación transnacional de despojo y acumulación de riquezas naturales.

Para finalizar hay que acotar del mismo artículo de Semana.com (http://www.semana.com/nacion/articulo/le-llego-la-hora-al-glifosato/423701-3 ) el aspecto mediante el cual ya no habría que esperar más a saldar el debate sobre el efecto tóxico y cancerígeno del Glifosato, ya que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha apuntado a que existen pruebas fehacientes de la genotoxicidad de este agente herbicida, prueba que pondría en jaque los casi 20 años de “fumiga” en el país, en donde el gobierno tendría que arreglárselas con una posible comisión de las víctimas del conflicto de la aspersión aérea, aparte de exigir a las compañías como Monsanto que cese su negocio de continuar con la transnacionalización de la guerra en el país, en este sentido se señala en el artículo que,

“En los últimos días surgió un nuevo aspecto del problema, pues la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), adscrita a la Organización Mundial de la Salud (OMS), tras revisar exhaustivamente todos los estudios disponibles en el mundo, advirtió que hay pruebas de que el glifosato puede causar cáncer en animales y potencialmente en los humanos. Se trata de un duro golpe a la política del gobierno de mantener las fumigaciones y ha avivado el debate de si llegó el momento de detener las aspersiones con este herbicida”.

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