La guerra económica y el rublo

La guerra económica y el rublo

Putin libra varias guerras a la vez. La más feroz es la batalla económica que se desencadenó a raíz de la invasión el 24 de febrero, por su alcance universal

Por: Franz Henao
abril 18, 2022
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La guerra económica y el rublo

El presidente ruso Vladimir Putin libra varias guerras a la vez. La más feroz es la batalla económica que se desencadenó a raíz de la invasión el 24 de febrero, por su alcance universal. La reacción de los grandes países capitalistas ha sido inmediata, unánime, se ha seguido la voz impuesta por los Estados Unidos. De esta manera el país del Tío Sam muestra que su control del mundo sigue siendo férreo y su lema, durante casi dos centurias es incontestable: “Te quiero a ti para el ejército de los EE.UU.”

Al mismo ritmo que los misiles rusos llovían sobre Ucrania, las sanciones económicas contra Rusia se convirtieron en una tempestad que, según Joe Biden, hará desaparecer a Rusia de todas las clasificaciones económicas. El rublo, buque insignia de la economía rusa, ha sido bamboleado de aquí para allá, como una veleta.

El 23 de febrero, un día antes de la “operación militar especial” como la llama Putin, la cotización se ubicaba en 81,14 rublos por dólar, después escaló a 143 unidades por billete verde el 7 de marzo, el martes 12 de abril descendió a 79,68 rublos por un dólar. Pasar del recalentamiento al enfriamiento en tan poco tiempo, por lo general deja al paciente en estado aletargado.

Tal letargo sacudió a los organismos financieros. Las sanciones llevarán a Rusia a la bancarrota, caerá en default –según Moody’s- y será la primera vez desde la revolución bolchevique que Rusia incumplirá sus pagos, son los pensamientos que atacan a los acreedores. El Banco Mundial predice que la economía de Ucrania se contraerá 45 por ciento en 2022 y la de Rusia 11 por ciento.

Sí puede incumplir, pero no por falta de dinero. Sino porque su vasto imperio está sujeto a drásticas restricciones comerciales y está aislado de gran parte del mundo financiero.

El sacrosanto dogma del capitalismo dice, la propiedad privada es intocable. El Estado de derecho debe proteger ese principio innegociable, que se defiende a capa y espada desde Locke y que constituye la razón de ser de la función política: “El gobierno no tiene más fin que la conservación de la propiedad”, escribe Locke en 1690.

Las reservas rusas se esfuman a lo David Copperfield

El llamado mundo occidental financiero hizo la jugada de su vida: bloqueó parte de las reservas del Banco Central de Rusia de 640.000 millones de dólares, que mantenía en el exterior y en países que han decidido bloquearlo del sistema, Swift. Debido a esto, el millonario ruso Mijaíl Fridman declaró agobiado en Bloomberg que después de las sanciones, “no sé cómo vivir”.

Tolkien ni el más audaz creador de historias fantásticas sería capaz de imaginar, por un segundo, que las reservas del Banco Central de Estados Unidos podrían ser embargadas por nadie, a pesar de toda la crueldad exhibida por EE.UU. en sus múltiples guerras. Cuando Truman, por diversión, ordenó dejar caer la bomba atómica sobre población civil y con un Japón ya derrotado, ¿pasó algo? ¿alguien dijo esta boca es mía?

Putin no tiene acceso a 330.000 millones de dólares, de las reservas que poseía, según el Atlantic Council GeoEconomics. Esto ha despertado la alegría en la comunidad internacional que lidera Estados Unidos. Thomas L. Friedman, en el NYT, lleno de paz y tranquilidad, le envía un mensaje a Putin: “Gracias por realizar operaciones bancarias con nosotros”. Ahora tu dinero es nuestro, por arte de magia.

Pero Rusia no se quedó de brazos cruzado. El 31 de marzo Putin firma un decreto dirigido a los “países inamistosos con Moscú”. A partir 1 abril los países que compren energía rusa tendrán que pagar en rublos. Deben “abrir cuentas en rublos en bancos rusos”. Tal medida, dice la UE, violaría las sanciones impuestas a Moscú. Se abre otro frente, la guerra de divisas.

Putin pugna por acabar con la hegemonía del dólar que se inició en Bretton Woods. Cualquier negocio a nivel internacional exige pagos en dólares. Putin ha girado hacia la rupia india y el yuan chino. El 30 de marzo el canciller ruso Sergei Lavrov visitó China e India, buscando oxígeno económico y apoyo político para consolidar el nuevo orden mundial que considera emergerá luego de la ‘ofensiva especial’ en Ucrania.

Rusia y China desde hace varios años –en medio la guerra comercial de Trump- quieren establecer un sistema de pagos en rublos y yuanes que les permita saltarse a la torera al dólar. “Si queremos evitar el dominio del dólar, lo que se debe hacer es no usarlo, así no habría que acatar sus reglas”, dice el economista Sergey Glasiev, asesor de Putin, en el Foro Económico de San Petersburgo.

El Kremlin con el agua al cuello por las sanciones a raíz de la anexión en Crimea en 2014, viene trabajando en la “desdolarización” desde entonces. Ahora con la guerra de Ucrania se han activado los aceleradores de tendencias, que son producto de las grandes crisis. La crisis del coronavirus catalizó corrientes subterráneas que parecían tranquilas, y las aceleró, produciendo cambios que habrían tardado varias décadas.

La guerra económica es un maremágnum de ingredientes, boicots, objetivos mal definidos, víctimas indiscriminadas, bloqueo de redes sociales, leyes contra la libertad de expresión. Todo es grave, nada es inocuo. No tiene sangre pero sus efectos son devastadores.

McDonald’s cierra sus 850 tiendas en Rusia. El grupo de distribución francesa Auchan, no. En 2021, Auchan facturó 3.200 millones euros en Rusia, cuenta con 30.000 trabajadores y 231 tiendas. El CEO de Auchan, Yves Claude, admite que irse sería dar un salto al vacío, podrían ser expropiados, lo que reforzaría los recursos financieros rusos. McDonald’s de inmediato fue reemplazada por la nueva empresa, ‘Uncle Vanya’, que ofrecerá comida rápida, a precios más bajos y el menú conformado solo por alimentos producidos en Rusia.

Las criptomonedas como tabla de salvación

Las sanciones económicas a Rusia son un detonante para muchos países considerados autocracias o que vulneran los derechos humanos, y toca la geopolítica mundial. Ucrania se convirtió en un ‘espejo’ para los países del Lejano Oriente. China, que quiere liderar el indopacífico, no dudaría en hacer un regate al dólar. Podría acelerar que el yuan digital sea operable, ya lo puso en marcha en los pasados Juegos de Invierno, en febrero. No sería raro, que con la crisis catalizara una divisa de moneda electrónica euroasiática respaldada en el valor de las materias primas y la energía.

Los árabes del Golfo, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, seguro que han encendido las alarmas. Mantienen grandes diferencias con la Casa Blanca. Se niegan a respaldar el boicot diplomático y económico que EE.UU. decretó contra Rusia luego de la invasión. Tampoco aumentan la producción de petróleo, para bajar su precio – Occidente tiembla frente a la inflación, más que ante la guerra-. Ambos países, junto con Egipto, emiten un comunicado, en el marco de la Liga Árabe, que evita condenar la operación militar de Moscú y prefieren pedir diálogo y diplomacia.

Irán, la teocracia del Ayatollah, desde hace años y en vista de las sanciones que ha sufrido, abandonó el dólar como moneda extranjera, y hace transacciones en euro, yuan y otras monedas. Venezuela en 2017 dejó de vender petróleo exclusivamente en dólares y acepta otras monedas, y ha implementado su moneda digital, el petro, con el que intercambia bienes y servicios. Las criptomonedas están fuera del control de los bancos y no están respaldadas ni controladas por una autoridad central, además podría evadir sanciones. Esto les duele a Jamie Dimon, a Lloyd Blankfeid y al sistema financiero tradicional.

La economía rusa, al mando de Anton Siluanov, ha hecho toda clase de piruetas para gambetear la bancarrota. El Banco Central Ruso decidió volver a comprar oro. Subió la tasa de interés del 9.5% al 20% y 8 abril la disminuyó a 17%. Ha prohibido que los ciudadanos rusos hagan transferencias bancarias fuera de Rusia. Pide a exportadores que cambien el 80% de sus ingresos extranjeros a rublos.

Pero el efecto más espeluznante de la guerra económica es la inflación, endriago insaciable. Ha llegado a niveles que no se veían hace cuarenta años. EE.UU. en marzo alcanzó 8.5%, España a 9.8%, Inglaterra está en 7%, Alemania 7.3%, la inflación del primer trimestre en Argentina se sitúa en 16.1%.

Por tanto, el efecto de las sanciones económicas a Rusia puede terminar penalizando a los ciudadanos europeos. Eliminar el petróleo y gas rusos, en el corto plazo, sería convertir en cenizas la industria europea, en particular la alemana. Las soluciones para suavizar sus efectos parecen cuentos de hadas. Robert Habeck, ministro Economía alemán, pide a la industria y consumidores “nos ayuden a ahorrar gas y energía” y aconseja a los ciudadanos “cerrar las cortinas durante las noches”, según el diario Spiegel. Una alta funcionaria de la UE solicita “controlar las duchas” y “comer menos carne”. Josep Borrell, jefe diplomacia europea, clama por “bajar la calefacción en sus casas”.

Y para seguir con la sarta de disfunciónes, el NYT menciona que la UE aplazará el posible embargo de petróleo ruso para después de las elecciones francesas, con tal de no perjudicar el ‘rating’ de Macron y favorecer a la ultraderechista Marine Le Pen. ¿A quién le importa el pueblo de Ucrania?

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