La decadencia de la casa de la maestra Lola Vélez en Bello

La decadencia de la casa de la maestra Lola Vélez en Bello

Tarde que temprano sus restos quedarán aún más esparcidos en el asfalto y la memoria derramada en las calles

Por: MG Juan Gonzalo Lopera Rueda
diciembre 11, 2020
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La decadencia de la casa de la maestra Lola Vélez en Bello
Foto: Facebook @labospina

Meses atrás, de manera atónita éramos testigos del vejamen demoledor del olvido por el paso de la intemperie que no perdona y la sombra amenazante del cemento que buscaba sepultar todo vestigio histórico en la plástica del municipio de Bello en Antioquia.

Retraída en el ostracismo ciudadano y de gobierno, a merced del mejor postor, olvidada en el tiempo como muchos de los lustrosos artistas bellanitas, la insigne casa de la maestra Lola Vélez, orgullo artístico de la tierra del hato, palidecía profundamente a merced de la destrucción y el desinterés sin sentido por los custodios del patrimonio.

Lola fue una mujer insignia en las artes de Bello. Marcó un hito importante en el reconocimiento de la tierra de gente esforzada como ciudad de los artistas. Su hogar en otra hora fue un remanso de belleza estética, donde se inhalaba cultura para exhalar talento.

Una casa a la vieja usanza, símbolo del legado arquitectónico de una época dorada, que se pavoneaba con las maravillosas figuras de la maestra al iluminar los amplios corredores y paredes pulcras de esta diáfana estancia del lienzo y el color para el deleite cultural en la tierra de los niquías.

Sin embargo, el inclemente tiempo y la desidia dejaron en ruinas este legado de arquitectura y formas pictóricas. Lo que debía ser un remanso catedralicio de las artes cerró su puerta para pudrirse en la insensatez, y la morada muestra de la identidad y presencia de la historia bellanita quedó a merced de la nada, huérfana y sin destino, casi como un montón de despojos, una fosa amorfa sin vida ni relatos.

Así quedó, doliente y fatigada, solo con algunos ecos dolorosos de quienes a lo lejos pedían que se le rescatara de las fauces del olvido, con ello la memoria de la maestra Vélez y de paso el honor de los artistas al norte del valle de Aburrá. Pero todo fue en vano, con el ir de los vientos y la insensatez de la administración local de la época, la casa del arte se convertía en un baldío mohoso y despintado visto como lote por oportunistas y como estorbo por usureros.

Solo se escuchaba muy bajo el clamor de salvamento por parte de los actores sociales y culturales que rogaban por el alma de esta pérdida residencia en el limbo de la desidia gubernamental y cabilderos de turno donde solo se miraba de reojo y con desdén.

Y ahí quedó la vetusta casa, malograda y olvidada, y de paso convertida en el símbolo del desinterés por la identidad y el arte en Bello, transformada en el latente y patente reflejo del desgano cultural y del desánimo por custodiar el patrimonio y salvaguardar la memoria. No existió más la lumbre en estos techos, solo oscuridad y soledad.

Allí quedó la casa, ad portas del ocaso, desvaneciéndose del mapa cultural de estas tierras, a metros del rimbombante monumento presidencial del abdicado Suárez, a una cuadra de la icónica Casa Vélez el Cerro del Ángel, donde subsiste la casa de la cultura, y también mirando de frente a la sobreviviente biblioteca municipal.

Allí, como vecina de esta fachada pseudocultural, la desvalida casa de Lola se perfila para ser más una construcción bodeguera de hormigón y ladrillos o una torre desconocida de apartamentos de lujo, que ser un oasis para la necesitada y famélica presencia cultural Bellanita.

Así queda la sentenciada y moribunda casa de dolientes artistas, sin fin ni parte, una nada y un punto más en la lista de las cosas oficiales por hacer o que no se harán, en las plenarias de un concejo sin querer, en los proyectos de anaquel, en las intenciones politiqueras por no dejar y en la impávida mirada de todos por no reconocer, huérfanos de referentes ciudadanos y culturales.

En el presente lo que fuese una admirable habitación del sueño y la interpretación del alma a través del goce por el arte se desprende poco a poco, se deslíe en el agua sucia del desencanto, en la lluvia de la omisión y la corrosión del desafecto.

Tarde que temprano los restos de esta casa quedarán aún más esparcidos en el asfalto y la memoria derramada en las calles, reducida a escombros y tristezas con la historia desperdigada y sin referentes. Así quedará, en nada y para nadie.

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