La criminalidad no solo atormenta a La Guajira, sino a toda Colombia

La criminalidad no solo atormenta a La Guajira, sino a toda Colombia

Aunque el departamento sufre por múltiples razones, el mal que lo agobia no es exclusivo de este, sino de toda la sociedad

Por: Jose Eduardo Camargo Peralta.
julio 30, 2020
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La criminalidad no solo atormenta a La Guajira, sino a toda Colombia
Foto: Miller Sierra

“Los platos que rompe el gobierno/ los paga mi pueblo trabajando al sol” (Hernando Marín).

En Colombia, hay una particularidad compartida y asumida socialmente que consiste en: no hay secreto que no se conozca y todo el mundo conoce a todo el mundo. Además, en este país, nadie se asombra de nada, ya que es un lugar de miedo e impregnado de un halito de terror.

Ahora bien, La Guajira se encuentra ubicado en ese país y ha sobrevivido como ha podido por la sencilla razón de que el Estado colombiano jamás le ha dedicado un solo segundo de atención. De verdad, este departamento ha demostrado una gran gallardía ante los momentos de afugias, que no han sido pocos y que aún persisten.

De hecho, las miradas perversas siempre han estado dirigidas hacia este pedazo de tierra de la Costa Caribe por muchos aspectos, entre los que se encuentran los mencionados por Ariel Ávila en La criminalidad en La Guajira (artículo publicado en Semana) y también las inmensas riquezas (algunas inagotables y con las cuales los últimos gobiernos han hecho su agosto... incluso, esa misma clase política pretende continuar su jarana ahora con el fracking; es decir al caído, caerle).

Por otro lado, el narcotráfico, un arma letal de guerra, que donde logra posesionarse destruye todo a su paso (los norteamericanos saben utilizarla muy bien, así se los esté tragando por completo) llegó al departamento y fue mortal. Así como en Medellín, Bogotá, Cali, Barranquilla, Santa Marta, Valledupar y otros tantos lugares dejó su estela de muerte, además de una sociedad narcotizada

Aun así, ¿cuál es la temática predilecta de las novelas de RCN y Caracol?, ¿la vida de Gabriel García Márquez?, ¿la obra poética de Meira del Mar?, ¿la historia de Álvaro Cepeda Samudio? No, sus tramas recurrentes están asociadas a la historia del narcotráfico. Para colmo de males, estas son consumidas por millones de niños y jóvenes en todo el país en una “dosis” mortal. De hecho, en una entrevista con Jimena Duzán, Gustavo Petro señalaba: “Está saliendo cocaína por los aeropuertos oficiales. Esto es el narco poder”.

Lo anterior es una verdad de a puño, ¿entonces de qué nos asombramos, Ariel Ávila? ¿Ha fijado Colombia su mirada en Córdoba, por ejemplo? Este departamento rompió el récord de congresistas encarcelados o investigados por diversas razones, que van desde paramilitarismo, narcotráfico, corrupción a gran escala (Odebrecht) y pasan por el pacto de Ralito y el proceso 8.000. Estamos hablando de Bernardo Elías, Musa Besaile, Otto Bula, Zulema Jattin, Juan C. López, Reginaldo Montes, Francisco Jattin, Carlos Nader, Jorge Elías Nader, Eleonora Pineda, Miguel De La Espriella, Julio Manzur, Mario Salomón y muchos otros.

Y ahí no para la cosa, Colombia estuvo en el radar noticioso de todo el mundo cuando se supo que en la finca del embajador Fernando Sanclemente se encontraban laboratorios para el procesamiento de drogas; cosa que aunque es sorprendente, no es nueva: en 1984, España se conmocionó cuando en Madrid fue detenido Gustavo Jácome Lemus, acusado de participar en operaciones de narcotráfico, atraves de la valija diplomática.

En fin, el narcotráfico, el paramilitarismo, la corrupción, el terror, la cultura del exterminio físico del opositor político y el incremento de la delincuencia (otra forma de terror) son armas eficaces de la burguesía colombiana para someter a un pueblo y doblegarlo. Es la burguesía como clase social la que planifica y estructura ese discurso. Esta desgarradora realidad no obedece a la maldad de un hombre o de un partido político en particular.

Para concluir, La Guajira ha sido abandonada a su suerte y una de las noticias que lacera el corazón es que los niños wayúu siguen muriendo de hambre en plena pandemia. Los líderes de la Alta Guajira expresan que “la hambruna y la sed nos van a matar primero que el coronavirus”, aseguran que no tienen qué comer ni qué beber, y alertan de que cerca de 45 niños están en estado crítico (Semana). Para que lo sepan, en lo que va del 2020 han fallecido 28 niños wayúu por desnutrición, algunos en cuarentena. Así pues, el discurso falaz de “La Guajira Azul”, que está avaluado en 424 mil millones de pesos y que cuenta con el apoyo de la banca multilateral, la cooperación internacional y aportes del sector privado, se esfumó. Nadie quiere mirar esta asombrosa estafa. Y la pregunta obligada es: ¿dónde están los entes de control? Seguramente después, con el correr de los años, algún sabihondo del periodismo centralista tendrá la osadía de escribir que definitivamente en La Guajira tuvo que haber nacido el flagelo de la corrupción… tontos.

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