Este 18 de marzo ocurrió lo que tanto los pesimistas como los optimistas esperaban. Los pesimistas creían que los ocho congresistas que querían hundir la reforma laboral lo lograrían, y así ocurrió; como ocurrió también que nuestro pueblo, como lo pronosticaron los optimistas, daría en las calles un rotundo respaldo a las reformas en las que Gustavo Petro ha estado empeñado, al igual que a la consulta popular convocada por él mismo, para buscar por ese medio de democracia directa la aprobación de las reformas que el Congreso le ha negado.
Respecto de lo primero, los tales ocho cumplieron el mandato de quienes necesitan ser cada vez más ricos para ser felices, impidiendo que con su decisión se les devolvieran a los trabajadores los derechos que Uribe y sus secuaces les quitaron en 2002.
Respecto de lo segundo, vino la respuesta de los despojados, a quienes se les está desbordando el vaso del aguante, como lo dejaron ver en esta última movilización, mediante la cual dejaron constancia de que podrán reeditar el empuje que les permitió llevar a Petro al Palacio de Nariño, y que ahora necesitan desplegar nuevamente en defensa de su programa de gobierno, que es tanto como defender sus propios intereses.
Esta es una respuesta que debe valorarse no solo por lo que representa en sí misma. Hay que verla también como un preámbulo a muchas movilizaciones más, a través de las cuales esa masa de indignados y dignos compatriotas notificará a quienes les expropian sus derechos que están dispuestos a recuperarlos y a ir por más, como les corresponde en derecho por ser los que han creado la riqueza que usufructúan sus despojadores.
Por eso la consulta convocada por Petro les sabe tan bueno y la esperan con tanta fruición. Y por eso la nueva ola de movilizaciones, que este 18 de marzo se inició, vendrá acompañada de muchos otros esfuerzos. Al fin de cuentas, una consulta constitucional demanda el cumplimiento de muchos requisitos, uno de los cuales es el de convertir la indignación en tantas firmas de respaldo cuantas indique un tercio del padrón electoral y, de lograrse este cometido, garantizar la mitad más uno de los votos a favor de lo consultado en los tarjetones correspondientes.
Lo mejor de todo es que mediante este procedimiento se pueden formular preguntas sobre aspectos negados en los procesos de conciliación anteriores, adelantados con los congresistas y los gremios, e incluso, los aspectos aceptados para mejorarlos.
Con el discurso de Petro en Bogotá, el plato quedó servido, y las próximas movilizaciones garantizarán que podamos pasar a la mesa.
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