La Caperucita y el lobo
Opinión

La Caperucita y el lobo

Erika Diettes presenta en la que fuera la infernal Escuela de Mecánica de la Armada en Buenos Aires, sus relicarios con objetos de los desaparecidas en el conflicto armado colombiano.

Por:
mayo 12, 2018
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La historia infantil se convirtió de leyenda en la muerte enajenada. Érika Diettes muestra sus obras sobre la serie de Los relicarios en la ex Escuela de Mecánica de la Armada en Buenos Aires. Trabajo que toma un valor incalculable porque también se convierte en el dedo sobre la llaga. Ese lugar donde se encuentra expuesta la instalación tuvo y tiene el peor de los recuerdos.

Durante la época de la dictadura militar la persona que entraba a esas instalaciones quedaba en el limbo del dolor. Allá se realizaron las infamias y prácticas de la verdadera atrocidad militar. Entre gritos de dolor se consumió la vida. Quedaron solos los desaparecidos. Era el lugar de entrada sin salida. Solo queda el rastro del silencio de los torturados muertos.

Cuando uno caminaba por ahí, recién instaurada la democracia, se sentía un escalofrío. Aparecía en la imaginación un extraño miedo que necesitaba tomar distancia, lo sobrecogía a uno el temor de la crueldad infinita. Capacidad que solo conocemos los seres humanos, lo afirma el escritor portugués José Saramago. Crueldad para los inocentes y culpables. Muerte para todos en nombre de un orden.

A este lugar infernal le han otorgado una interesante labor cultural donde vive la memoria de los desaparecidos. Espacios muy fríos, aunque llenos, deshabitados donde se encuentran las salas de exposición en lo que se llama El Museo Ernesto de la Carcova.

Erika Dietttes tiene en este sitio de encuentros sin excusas a sus relicarios expuestos como urnas sagradas en un espacio muy gris e iluminado de manera puntual. En donde los argentinos también seguramente identificarán sus recuerdos, con los últimos trabajos de la Diettes, documentos artísticos sobre la violencia en Colombia.

 

 

En este trabajo la artista colombiana -que es una antropóloga y fotógrafa- ha durado 7 años de investigación e intenta darle una sepultura sagrada a los desaparecidos de todos los actores armados que existen en el territorio nacional para dejar viva la memoria de la violencia en Colombia.

No ha sido fácil el trayecto: llegar a oír los recuentos desgarradores del cómo y el cuándo de tantos acontecimientos o recibir del pariente adolorido algún objeto que los recuerde.

Ella realizó una obra de arte que inmortaliza la fuerza de la ausencia. A ese doloroso desprendimiento, Erika Diettes les ha dado el valor y el cuidado correspondientes. A ese objeto le tomó una foto impecable que retiene pulcramente el contenido del objeto en su abandono. Después guarda las fotos en una cámara ardiente. Para ellos ha buscado el color de una piedra preciosa como es el ámbar. Ella necesita también representar el tiempo trascurrido. Al ámbar, simbólicamente lo hace con una gelatina que se llama tripolímero de caucho: una resina que trabaja en finas capas hasta que hace su cuadrado delicado.

 

Y queda una lápida amarilla trasparente donde se ha preservado en la foto al objeto del doliente y su desaparición. En ese espacio figurado, el objeto toma fuerza del recuerdo encapsulado como una joya. El tesoro de la memoria. El recuerdo anhelado de un muñeco que quedó en la cama, de una camisa ensangrentada que quedó en el suelo, del cepillo de dientes recién usado frente a un espejo que ya no refleja a nadie. La foto de domingo que quedo colgada en la pared. La cédula que le daba identidad al ser perdido.

 

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