La brujita: el precario medio de transporte que mata 'la gallina de los huevos de oro' en Buenaventura

La brujita: el precario medio de transporte que mata 'la gallina de los huevos de oro' en Buenaventura

Un engendro entre carro de balineras, moto y tren es la única manera de llegar a San Cipriano, donde se observan aves exóticas. El peligro está a la orden del día

Por: Marcela Bonilla Madriñán
abril 26, 2022
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La brujita: el precario medio de transporte que mata 'la gallina de los huevos de oro' en Buenaventura
Fotos: Marcela Bonilla

Colombia es el país más rico de aves en el mundo, conteniendo el 18 % de todas las especies existentes. Este privilegio hace que muchos observadores de aves, científicos y aficionados, incluyendo a los fotógrafos, quieran visitar sitios en donde es posible encontrar muchas especies de aves vistosas e interesantes.

En un país con tantas necesidades y con una población que requiere contar con fuentes de ingreso, el aviturismo ha mostrado ser la gallina de los huevos de oro para muchas comunidades rurales, como es el caso de las comunidades del Valle del Cauca, departamento notable por su riqueza de ecosistemas naturales y aves carismáticas, a pocas horas de Cali o Palmira.

Todo este potencial atrae a cientos de turistas locales, nacionales e internacionales, como ocurrió en Semana Santa con nuestro grupo, conformado por dos ornitólogos profesionales con título de Ph.D. y por pajareros aficionados (una bióloga con maestría, una ingeniera de sistemas con doctorado y una artista, incluyendo extranjeros y profesores universitarios), quienes decidimos concentrarnos en ese hermoso departamento para así conocer varias reservas naturales.

Uno de los puntos elegidos para el recorrido fue San Cipriano, vereda del municipio de Buenaventura. La única referencia que teníamos sobre el área era que allí podríamos encontrar numerosas especies de aves interesantes de la región y que para llegar allí era imprescindible tomar un medio de transporte conocido como “brujita”.

Al arribar a Cali, el taxista nos explicó que se trataba de un engendro entre carro de balineras, motocicleta y trencito, puesto que utiliza los rieles del antiguo ferrocarril para movilizarse. Estos precarios vehículos están hechos de tablas poco pulidas y los asientos son bancas rústicas, sin espaldar y sin asidero alguno al que el pasajero pueda sujetarse.

Ya en San Cipriano, notamos la acuciosidad con la que los lugareños, organizadores del tan sui-generis medio de transporte, cobran la tarifa de ida y regreso en la brujita, a cambio de lo cual entregan un recibo tipo tiquete. A la ida, insistían en acomodarnos a siete personas con equipaje en una de las plataformas de la brujita en la que escasamente caben cinco personas estrechas.

El recorrido se hizo sin problemas salvo por unas tres paradas que debimos hacer puesto que la llanta de la motocicleta que impulsa la brujita se salía ocasionalmente del riel y fue necesario encajarla nuevamente. Es un recorrido de unos 25 minutos por un paisaje esplendoroso por lo verde de la vegetación; se cruza por entre dos túneles en donde se está totalmente a oscuras y por encima de un puente en el que hay caída libre sobre un cuerpo de agua.

La situación que queremos denunciar se presentó el 13 de abril, a las 09:00 a. m., cuando teníamos previsto el regreso hacia el parqueadero en donde dejamos los carros, es decir, en la estación de salida de las brujitas. Inicialmente, una vez más, el conductor de la brujita quiso acomodarnos a los siete pasajeros en una sola y cuando nos negamos, decidió entonces enganchar (con una soga) una segunda plataforma que iba en la parte anterior de la brujita, impulsada por la de atrás. El conductor llevaba además a una señora con un bebé.

Llevábamos unos 10 minutos de viaje y estábamos absortos mirando el paisaje y sintiendo el embrujo de la brujita, cuando de repente nos percatamos aterrorizados de que otra brujita venía de frente a toda velocidad sin que ninguna de las dos frenara y que la colisión era inminente.

Algunos nos botamos de la brujita hacia un costado de la vía férrea y después del fuerte golpe, nos sorprendimos de estar vivos. Se oían los lamentos de los lesionados que provenían de los turistas que viajaban en ambas brujitas, incluyendo a los integrantes de nuestro grupo.

Había dos muchachas especialmente lesionadas: una a quien le quedó colgando una de las piernas, atrapada entre la silla y otro objeto; la otra estaba botada al otro lado de la carrilera, inmóvil, con una pierna estirada. Nos preocupamos bastante pues parecían seriamente lesionadas.

Varios miembros de nuestro grupo y de los pasajeros de la otra brujita sufrimos torceduras, raspaduras y golpes fuertes en los tobillos, las pantorrillas, las espinillas y contusiones tipo chichón, en la cabeza.  Ya a más de 10 días del accidente, los integrantes de nuestro grupo aún aguantan, como consecuencia del choque, dolores e infección en las raspaduras. No tenemos conocimiento de la suerte de las personas ajenas a nuestro grupo.

En esa situación tan caótica, el motorista no pronunció palabra alguna y finalmente lo que se le ocurrió fue enviar a las dos lesionadas más serias adelante en la brujita frontal, escoltando la nuestra. El regreso se nos hizo eterno por el dolor en las lesiones sufridas y por la angustia de pensar en el peligro que habríamos corrido si el choque hubiera ocurrido dentro de uno de los dos túneles o sobre el puente del río, con consecuencias de mayor gravedad.

Durante ese recorrido nos topamos de frente nuevamente con otras cuatro brujitas que traían turistas hacia San Cipriano lo cual nos hacía gritar del susto, motivo por el cual nos ganamos un regaño del motorista, la única comunicación que tuvo con nosotros durante todo el recorrido.

Cuando por fin llegamos a nuestro destino, nos enteramos de que aparentemente el conductor de la brujita en la que viajábamos era el responsable de la colisión pues a pesar de saber que debía esperar la autorización para salir, lo había hecho motu proprio, sin esperar a que las otras brujitas que venían en sentido contrario llegaran al destino, lo que demuestra la informalidad de la operación y la falta de comunicación y organización entre los operarios.

Al fin de cuentas, nadie nos preguntó a los integrantes de nuestro grupo si estábamos heridos, ni nos ofrecieron disculpas o cualquier tipo de apoyo, ni siquiera una curita ni un poco de hielo para desinflamar la hinchazón de piernas, cabezas y demás partes contusas.

Al consultar internet, nos informamos de que no era el primer accidente que involucra a las brujitas, y que seguramente tampoco será el último. De hecho, se presentan con alguna frecuencia e incluyen a varios lesionados con diferente nivel de gravedad (https://www.elpais.com.co/valle/accidente-en-brujita-deja-varios-heridos-en-san-cipriano-buenaventura.html, https://youtu.be/sWu1rayn-Gk, https://fb.watch/cxO38uuvOs/, https://90minutos.co/valle-del-cauca/diez-heridos-dejo-accidente-en-la-via-san-cipriano/).

Este artículo busca llamar a la reflexión de las autoridades, de la comunidad que tiene a su cargo el medio de transporte y de los turistas, para que sean conscientes de los riesgos y peligros que se asumen al utilizar un medio de transporte, en apariencia divertido, pero que es de alto riesgo y a pesar de los constantes accidentes se sigue prestando de manera irresponsable sin ninguna seguridad, advertencia al usuario sobre los peligros que se corren y control por parte de alguna autoridad.

Ojalá no tenga que suceder algo más grave para que finalmente se tomen medidas al respecto. Eventos como el ocurrido a nuestro grupo por manejo imprudente del conductor y la falta de organización de quienes prestan el servicio, así como la permisividad de las autoridades, ponen en riesgo “la gallina de los huevos de oro” que constituye el ecoturismo como oportunidad de desarrollo rural tan necesario en nuestro bello país.

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