La apuesta de MinCultura por las madres de la Comuna 18 de Cali

La apuesta de MinCultura por las madres de la Comuna 18 de Cali

El cierre del proyecto "Hilando relatos de paz" deja una importante huella en 36 familias en un sector rico en historias marginadas pero esperando a ser contadas

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octubre 23, 2020
La apuesta de MinCultura por las madres de la Comuna 18 de Cali

Arriba, muy arriba de las montañas orientales caleñas, sobre los farallones a la altura del sector de Polvorines, a unos 20 minutos en carro por loma empinada de la legendaria calle quinta de la capital salsera, están los sectores de ladera de la Comuna 18 de Cali en donde la vida se vive a otro ritmo, es distinta.

Si hablamos de oportunidades, condiciones y calidad de vida, estas laderas dirían que ofrecen escribir historias de superación aun estando llenas de sueños y personas dispuestas a luchar por estos. En un sector urbano fundado sobretodo por el desplazamiento y la necesidad no basta solo con querer y soñar estar bien, pues las dificultades son tantas y tan grandes que solo cambian con acciones y decisiones enfocadas a trascender como personas y vecindarios todos los días de la vida. Por eso, las madres protagonistas de estas historias, voceras naturales de las más grandes certezas, se apropiaron del desafío de hablar para reconciliar las penas y dolores que permitan llenar de paz y nuevos colores el camino colectivo hacia adelante. Juntas.

Sonriendo con la mirada, todas con tapabocas, las madres de uno de los grupos de trabajo posan orgullosas con el resultado de un trabajo que trasciende.

Gratitud fue la palabra más rescatada durante el cierre del proyecto “Hilando Relatos de Paz”, una iniciativa de la Fundación Jera apoyada por el Ministerio de Cultura para reunir a madres cabezas de hogar en espacios de sanación personal y construcción colectiva que cumplieron la promesa de ayudar a reconciliar el dolor de cargar el miedo a lo incierto solas y en silencio. Las intervenciones, todas emotivas, evocaban el privilegio de sentir respaldo, compañía y colegaje en medio de la dificultad, exacerbada por la pandemia, de miles de familias en la comuna 18, un sector históricamente rico en relatos marginados, pero esperando a ser contados, escuchados y entendidos.

Y es que, contra todo pronóstico, el coronavirus no frenó este proyecto que daba sus primeros pasos en febrero de 2020. Las 36 madres participantes, todas protagonistas de historias de lucha, se comprometieron a compartir un pedazo de su esencia por medio del arte, la expresión y la escucha en una nueva realidad cada vez más recargada de sustos. Cada semana durante 4 meses, se reunieron en espacios adecuados con todos los protocolos de seguridad para recibir talleres de desarrollo personal, de literatura y de expresión corporal que les permitieron profundizar en su historia, reconectarse con recuerdos del pasado y empezar a resignificar dolores, penas y luchas a partir de entenderse así mismas desde la fuerza, la persistencia y el amor con la que cada una saca adelante a su familia diariamente.

La expresión artística fue clave en la necesidad de convertir dolores en colores que adornaron un proceso de aprendizaje valioso para cada participante.

Historias marcadas por violencia, por ausencia, por necesidad, sufrimiento y mucho dolor, emergieron en auditorios listos para recibirlas, apoyarlas, entenderlas y acompañarlas. Sentimientos desembocados en lágrimas emotivas, risas y abrazos de esos que no transmiten nada distinto a solidaridad enmarcaron experiencias de las que solo queda la gratitud, las ganas de encontrar las palabras para agradecer.

Y así, con sonrisas traspasando los tapabocas, un ciclo de enseñanza deja una semilla de cultura reventada en su cierre. Un proyecto inmortalizado en las habilidades aprendidas, las historias escritas, los dolores convertidos en colores, los pesos liberados y una nueva comunidad de mujeres fuertes y listas para apoyarse y acompañarse en el camino, sin importar los obstáculos que este traerá con el tiempo.

El mayor logro de este proyecto es que cada una pudo reconciliarse con su historia y ganar serenidad consigo misma. A su vez, escuchar las experiencias de otras mujeres les permitió fortalecer su unión y apoyarse unas a otras, porque no están solas. En sus corazones quedó la semilla del amor propio, y hoy ellas saben que ésta florece en la medida en que se permitan espacios individuales y tiempos enriquecedores, porque como mujeres y madres serán siempre de vital importancia y merecedoras de todo lo bueno.

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