Kapax, el tarzán colombiano, otra gloria en la miseria y el olvido

Kapax, el tarzán colombiano, otra gloria en la miseria y el olvido

Golpeado por la pandemia, sin trabajo, el hombre que cruzó a nado el Rio Amazonas espera que lo ayude el gobierno en el ocaso de su vida

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enero 28, 2022
Kapax, el tarzán colombiano, otra gloria en la miseria y el olvido

Conocimos A Kapax en el 2016. Ahí todavía tenía trabajo. Sin embargo se quejaba de lo mal que estaba, del olvido en el que lo tenían sumido. Sin embargo, cinco años después la situación, después de la pandemia, ha empeorado para El Tarzan Colombiano. A continuación revivimos este artículo sobre la vida de Kapax en Leticia:

Son las 2 y 15 de la tarde y en la entrada del Decameron de Leticia Kapax despliega su sonrisa para recibir a los turistas que acaban de arribar a la ciudad. Los de más edad le dan la mano y le piden una selfie. Los más jóvenes lo ignoran, desconocen que este hombre ha sido el único que ha cruzado nadando el Magdalena y el Amazonas, dos de los ríos más grandes del mundo, que protagonizó seis películas, una fotonovela y fue la primera figura mediática en hablar de ecología en Colombia.

Alberto Lesmes Nació hace 70 años en Puerto Leguizamo, Putumayo. Allí fue libre como el viento y el río. Nadando era ágil y resbaloso como el Kapax, el pescado que se escurre entre el caudal indomable del Amazonas. Nunca se graduó de ninguna carrera y sin embargo conoce a la selva y sus caprichos. Por eso, mientras las fuerzas le dieron, la defendió como nadie.

Se hizo conocido en Colombia en 1976 gracias a que una emisora bogotana se interesó en el sacrificio que haría para salvar los ríos colombianos: cruzar el Magdalena sin aletas ni tanques de oxigeno, equipado sólo con su cuchillo y los collares que fue acumulando en la selva. Un mes duró la travesía. Llegó a Barranquilla con los brazos en alto, su pantaloneta atigrada, su sonrisa parca.  Desde entonces lo llamaron el Tarzán Criollo y venían de Hungría y de Italia a buscarlo y le hicieron dos documentales que ganaron premios pero él nunca ganó nada.

A las 2 y 30 de la tarde ya casi no quedan turistas en la recepción del Decameron. Los botones, las muchachas que sirven los jugos de Copoazú y Arazá, le pasan por el lado sin velo. A veces se ríen de su peculiar manera de hablar, susurrante y aguda, como el silbido que hace el viento cuando se cuela entre los árboles. Alberto se mira las manos grandes, escamosas, ásperas, como las patas de un cocodrilo. Serio camina con firmeza hasta su auto. Hará la siesta del mediodía con María Salinas, su mujer, como lo han hecho en los últimos 40 años.

Kapax se empezó a dar cuenta de su ocaso, de la amnesia colombiana, en marzo del 2010, la fecha en que Álvaro Uribe hizo su último Consejo Comunal en Leticia. Quiso entrar al lugar para hablar con el presidente sobre los problemas ambientales que le está empezando a traer a la ciudad el turismo exacerbado – Leticia tenía, hace cuarenta años, un solo hotel, el Anaconda; hoy tiene 60- pero los guardaespaldas no lo dejaron acercarse a el presidente. “Soy Kapax”- les decía, pero los hombres no respondieron nunca ; jamás habían oído hablar de él.

Aun así fue Uribe quien, ocho años antes, reconoció su labor ecológica al nombrarlo Embajador del turismo y del Medio Ambiente, cargo por el que no recibió un solo peso. Las experiencias con los presidentes de Colombia nunca le trajeron nada bueno. Belisario Betancur lo nombró funcionario de la Defensa Civil pero Cesar Gaviria, una vez se posesionó en 1990, lo echó del cargo. En el 2012 ingresó con Cantalicia, la anaconda que encontró en una cañada cuando apenas tenía uno de sus cinco metros de largo, al auditorio de su ciudad visitado por Juan Manuel Santos. Una funcionaria del Estado consideró que el Tarzán Criollo rompía la ley ambiental al tener como mascota una anaconda. Al otro día  la corporación se la quitó. Lo último que se volvió a saber de ella fue que alguien la dejó escapar del lugar. Nunca nadie la volvió a ver.

Dicen que desde ese día Kapax no volvió a ser el mismo. Parado en la entrada del Decameron, enrollado en Cantalicia, evocaba al héroe mitológico, a la estatua suya que está frente al Aeropuerto de Leticia. Hoy lo único que tiene es una casa en el barrio Porvenir, una camionetica blanca y seis nietos.

Su puesto en el Decameron se lo dio, como un reconocimiento a su cruzada ecológica, el empresario local Luis García. Se conocieron hace 12 años cuando Kapax se había reducido a Alberto Lesmes, un humilde guía turístico. Ese día recorrieron el Amazonas y Lesmes le hizo caer en cuenta al empresario lo descuidada que estaba la isla de los micos. Lo conmovió tanto su discurso que le dio una propina de 500 mil pesos y la idea de montar un Decameron en Leticia.

Desde esa época Lesmes se vuelve a convertir en Kapax tres veces al día: a las 11 de la mañana, las 2 de la tarde y las siete de la noche, cuando arriban a la ciudad los turistas y él tiene que estar ahí, con su pelo blanco, sin Cantalicia acariciándolo , con sus ojos rojos de tanto río, con el sueño intacto de volver a recorrer el Amazonas en una balsa, parando en cada vereda, en cada tribu, para enseñarle a los niños que la selva es un monstruo al que hay que cuidar para mantenerlo manso, para no despertarle la furia que ha matado a tantos hombres.

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