Julio Sánchez Cristo, la novelesca traga de una humilde costurera de Sincelejo

Julio Sánchez Cristo, la novelesca traga de una humilde costurera de Sincelejo

La macondiana historia de Viviana Vergara, de 60 años, y su confeso amor por el director de la W, a través de un viejo radio

Por: Ricardo Rondón Chamorro
agosto 25, 2022
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Julio Sánchez Cristo, la novelesca traga de una humilde costurera de Sincelejo
Fotos: Julio Aníbal Chamorro/Viviana Vergara Padilla en su taller de costuras, en Sincelejo.

Dos amores tiene Viviana: Alfonso, su marido, y el romance quimérico que hace años sostiene con Julio Sánchez Cristo, a través del dial, un ídilio de alta fidelidad.

Alfonso sale bien de mañana a llevar a sus tres hijos al trabajo y a la universidad, y a iniciar sus labores como mototaxista, en una de las capitales con mayor tráfico de motocicletas en Colombia: Sincelejo.
Viviana queda en casa atendiendo los oficios y preparando entre fogones sus ricuras de sartén: las arepas de huevo y las empanadas de maíz, carne y queso, que tienen fama en la vecindad.
En su casa del popular barrio El Bosque, de la capital sucreña, Viviana lleva su viejo radio Sony de pilas y corriente a donde se desplaza: de la cocina a los dormitorios para organizar y limpiar, de ahí al taller de costuras donde se sienta frente a su máquina Singer de pedal y de motor, con la que ha dado varias vueltas a Colombia, y en la que hace arreglos de ropa para abonar al sustento familiar. A sus pies siempre está Laika, una perrita criolla que uno de sus retoños rescató del maltrato en una finca.

El viejo radio donde todas las mañanas Viviana oye a Julio.

Amorosa y sabia
El patio trasero de Viviana Vergara Padilla, sincelejana, 60 años, 30 en unión matrimonial con Alfonso Chamorro, de 64, oriundo de Carmen de Bolívar, es una suerte de jardín de las delicias donde abundan begonias, anturios, aves del paraíso, helechos, palmeras, millonarias, ese pequeño y agorero arbusto de la prosperidad, además de hierbas medicinales como romero, hierbabuena, orégano, menta y árnica, ésta última, que la buena señora recomienda para sanar y cicatrizar.

Cuidando sus plantas y hierbas medicinales del patio trasero.

—¿Y es que usted también sabe de botánica —le pregunto.
"Ay, mijo, es que una como madre se gana varios títulos con el paso de los años".
En esa bella frase, Viviana, la sincelejana, como ella quiere que la recuerden a partir de esta crónica, sintetiza su inteligencia y sabiduría, con solo haber cursado la primaria. Y mientras riega, poda y despeluza sus matas, a las que les habla y les canta, en ese entorno de verdor y clorofila también está sintonizada con la W, en el mismo dial (108 FM de Corozal) que una mañana remota prendió el primer leño de su amor por Julio Sánchez Cristo: un idilio de novela que tiene atmósferas y guiños de El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, y de  'La tía Julia y el escribidor', de Mario Vargas Llosa.
La fecha del martes 23 de agosto de 2022, ya está registrada en el íntimo cuaderno de recapitulaciones sentimentales de Viviana Vergara. Aquella mañana, luego de más de un año de marcar con insistencia a los teléfonos de la W, logró que entrara la llamada, justo cuando la tendencia del día era: "Me sorprende".
—De dónde nos llama, doña Viviana —preguntó Julio.
—De Sincelejo —acudió ella.
"En ese momento sentí una opresión en el pecho y un hormigueo en el estómago", dice Viviana, cautivada por la emoción  de estar hablando con su amado don Juan a la distancia.
"Antes de que entrara la llamada, había oído una insistente promoción que le estaban haciendo al libro 'El abogado de la mafia', de la periodista Martha Soto, y hablaban de enviar libros a Tumaco, a Bahía Solano, a Gorgona, y no sé a qué otras partes más, y me dije, pues si están así de botados, que por favor me manden uno a Sincelejo", refiere con picardía.
La conversación entre Julio y la modista se prolongó por trece minutos. Un contrapunteo entre el entrevistador y la oyente, quien con su chispa y repentismo terminó provocando las carcajadas al unísono de la mesa de trabajo, cuando ella confesó un desliz en el pasado de su marido con otra mujer, y de cómo logró recuperarlo con cariño, tacto y cordura, hazaña que aplaudió Ana Vargas, corresponsal en Miami, y en la que ahondó en detalle para aliviar el ardor de una experiencia propia.
Viviana tocó el corazón de Julio cuando le propuso, que el día que fuera a Sincelejo, pasara por su casa para atenderlo con sus empanadas y arepas de huevo, y para corroborar de primera mano la planta de su enamorado radial, a quien había soñado alto, acuerpado y con una frondosa cabellera que se le enredaba en sus dedos, apunte que replicó el cachondeo en cabina.

A primera mañana, preparando el maíz para hacer empanadas.

En el tránsito de la entrevista, en la que se destacó la ejemplar historia de vida de Viviana y Alfonso, quienes pese a las limitaciones económicas -ella con sus costuras, y él, con su motocicleta-, se han sacrificado por respaldar las carreras profesionales de sus tres hijos, Sánchez Cristo preguntó por el estado de la máquina de coser. Viviana respondió que ya tenía años de trajín, que ya estaba muy molida. "Vamos a ver cómo le conseguimos una (máquina)", dijo el connotado periodista. A los diez minutos de finalizada la charla, reportaba cinco donaciones de la buena voluntad de los oyentes.
Amor y costuras 
Viviana conoció a Alfonso por una amiga que le recomendó se inscribiera a un curso de modistería que estaba convocando un profesor "muy simpático". Ese profesor era Alfonso Chamorro, y el flechazo entre los dos fue certero.

Alfonso Chamorro y Viviana Vergara llevan 30 años de casados.

A los seis meses de noviazgo recibieron la bendición del cura párroco y se fueron a vivir a la casa de Viviana, que fue de sus abuelos, de sus padres, y que a partir de su unión en matrimonio, habitan con sus tres hijos y otros familiares.
Alfonso recorrió municipios y veredas de la costa promoviendo sus cursos de costura y patronaje, hasta que la situación se complicó con el recrudecimiento del conflicto armado, y para no correr riesgos, resolvió regresar a Sincelejo a barajar otras formas de ganar el sustento de su familia.
Viviana, ducha ante la Singer, gracias a la cátedra de su profesor y marido, se hizo a una máquina de coser para probar con el inicio, a futuro, de un taller de modistería, pero se desilusionó al poco tiempo al ver los resabios y la inconformidad de las mujeres con sus cuerpos. De modo que para evitarse dolores de cabeza con los caprichos y pataletas de sus clientas por el tallaje, decidió limitarse a los arreglos de ropa en lo que concierne a cambios de cremallera, dobladillos, añadidos, entre otros remiendos.

Viviana Vergara Padilla en su taller de costuras, en Sincelejo.

Entre tanto, Alfonso vio en el transporte una fórmula expedita de librar el diario, y con ahorros propios y de su mujer, y un respaldo financiero de una prima de Viviana, compró una motocicleta de segunda. La moto y las costuras han sido el sostén familiar en la crianza y la educación de sus tres hijos, "que son el motor y la inspiración de nuestras vidas, porque gracias a Dios nos salieron inteligentes, juiciosos y responsables con el estudio: Julia María, la mayor, próxima a cumplir 25 años, es arquitecta, y ya está trabajando; Julio Mario, de 21, cursa Medicina, y Julio Aníbal, de 17, estudia Derecho", manifiesta dichosa Viviana.

Julio Mario, Julia María y Julio Aníbal, hijos de Viviana y Alfonso.

¿Y porqué los varones se llaman Julio?
"Por mi papá, que se llamaba Julio. Julia, se llama mi suegra. Por eso mi hija fue bautizada Julia María. Y por obvias razones del corazón: Julio Sánchez Cristo. Además yo nací en Julio. ¡Cómo le quedó el ojo!".
¿Así de grande es su amor por él? Qué es lo que más le atrae de Julio, a quien no conoce en persona. Sólo por radio.
"Primero, su don de gente. Julio es un caballero respetuoso, de los que quedan muy pocos. Segundo, su voz, que es soñadora y me provoca suspiros, y tercero, su gran corazón, por la forma en que ayuda a la gente necesitada. Eso no lo hace todo el mundo, y Julio lo sabe hacer con sus micrófonos. Bueno, yo peleo con él aquí en mi casa, cuando le da por alargarse con esa politiquería. Pero una comprende que a todos hay que darles gusto, y ese es su oficio, y lo sabe hacer de maravilla".
Viviana, usted es una mujer inteligente y se expresa muy bien, pese a no haber tenido la oportunidad de estudiar, quizás como hubiera querido. ¿Le gusta leer?
"Cómo adivinó. Desde chiquita alzaba cualquier papel de la calle para leerlo. Soñaba con ser escritora o cantante, pero como en la casa la situación económica era muy débil, había que trabajar para ayudar. Me pasé media vida detrás del mostrador de una tienda, que era de lo que vivíamos, hasta cuando me casé con Alfonso, y aquí seguimos, orgullosos de nuestros amados hijos, a quienes con muchos esfuerzos hemos sacado adelante".
¿Recuerda cual fue el primer libro que leyó?
"'Sobre las viñas muertas', de Vargas Vila, el mismo de 'Aura o las violetas'. Siempre me ha encantado la lectura, pero los libros son muy caros. De vez en cuando sacrifico de los ahorros para comprarme alguno de segunda, que salen baratos. Me he leído los libros que le pedían a mis hijos en el colegio".
¿Y cuál es el libro que más la ha marcado?
"Ah, El principito, que es un libro muy bello y de una gran enseñanza".
¿Cómo se imagina si cualquier día golpean a su puerta y es Julio Sánchez Cristo?
"¡Ay, no!, yo me desmayo, no sé qué haría. De inmediato, invitarlo a sentarse a la mesa para que pruebe mis arepas y empanadas con café con leche, y tomarme una foto con él para mandarla a enmarcar y colgarla en la sala".
¿Ya le llevaron la máquina de coser que le consiguieron?
"Todavía no, pero ya me llamó Laurita de la W para pedirme unos datos y que se los mandará por correo. Paciencia, que al que sabe esperar le llega".
En la calurosa despedida con la querida y admirable Viviana, la sincelejana, se oye el repicar de la aguja de la cosedora y los ladridos de Laika.
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