John Edinson Castaño, el crack al que la rumba acabó

John Edinson Castaño, el crack al que la rumba acabó

A los 17 años era el ídolo de Colombia e incluso el Real Madrid le puso el ojo, pero la tentación de la fama lo agotó prematuramente.

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febrero 08, 2020
John Edinson Castaño, el crack al que la rumba acabó

El Diez llegó a ser tan importante que el propio presidente Belisario Betancourt le dio la mano, lo abrazó y le preguntó “Castañito…cómo te comiste ese gol contra Argentina”. Si, el jugador pereirano de 17 años se sacó a todo el equipo a punta de banqueta y cuando estaba solo, frente al arco, mandó la pelota a la tribuna. No sólo Betancourt estaba embelesado con la genialidad del crack. El País de España en su sección de deportes tituló: “¿Es el nuevo poeta del balón latinoamericano?”. El Grafico, la revista deportiva más importante de América se rindió a sus pies “sí es posible llevar la danza al césped”.

Ocurrió en el Suramericano Sub 20 de Asunción del Paraguay. Era junio de 1985 y Colombia tenía uno de los peores fútbol de América. La plata de los carteles de la droga servía para traer grandes figuras internacionales para los equipos nacionales. Pero la selección no arrancaba. La última calificación a un mundial de mayores había sido en 1962 y nunca se había llegado a un mundial Sub 20. El técnico Luis Alfonso Marroquín viajó a todos los rincones del país buscando jugadores. Bajo su tutela salieron los ídolos René Higuita, John Jairo Tréllez y, sobre todo, John Edison Castaño quien salió elegido como el mejor jugador del torneo. Cuando regresaron al país, con la clasificación al mundial de la Unión Soviética en el bolsillo, los esperaban 200 mil personas en las calles bogotanas. Todos coreaban un solo nombre: el de John Edison Castaño.

Nació en el barrio Galán de Pereira en 1967. Su papá era el matarife del barrio y su mamá un ama de casa. Descalzo, sacudía las canchas de su ciudad. El Deportivo Pereira lo contrató a los 15 años y a los 16 debutó. El mundo lo conoció en ese Suramericano y empezaron a llegar propuestas. Hubo una muy concreta del Real Murcia de España. En esa época sólo un colombiano, el delantero Ernesto Díaz, había jugado en Europa.  Pero, por 15 millones de pesos, el América de los hermanos Rodriguez Orejuela lo compró. Era uno de los mejores equipos de todos los tiempos.

Tenía figuras de la selección Argentina, como Falcioni y Gareca, al igual que los estelares paraguayos Roberto Cabañas y Battaglia. Castaño, con apenas 18 años, deslumbró en los primeros seis partidos del torneo. Después, con la llegada de Sergio Santín, el técnico Gabriel Ochoa Uribe lo relegó a la suplencia. Empezaron a circular rumores de su indisciplina. Con el sueldo que recibía se enrumbaba en las discotecas de la Avenida Quinta. Se empezó a rodear de amigos que lo alebrestaban a punta de malos consejos. Castañito empezaba a desmoronarse. Ochoa detestaba  Después de un año sin jugar lo prestaron al Nacional. Allí empezó el comienzo del fin para un joven jugador de 19 años. Se rompió los ligamentos de su rodilla derecha. Duró casi dos años la recuperación. Se dilató muchos meses más de lo previsto por culpa de la poca rigurosidad con la que afrontaba la terapia.

En 1989, ya completamente recuperado, lo contrata el Racing club de Argentina. Era el tercer jugador nacional, después del arquero Efraín “Caimán” Sánchez y el delantero Anthony De Ávila en jugar en esa liga. Empezó bien. En los torneos de verano marcó dos goles. Diego Maradona, quien visitó al equipo en un entrenamiento, lo vio y le dijo “Vos jugás como yo” John Edison, confiado, le respondió : “No, usted es que juega como yo”. En una práctica, un muchacho de la Quinta División le entró con rudeza en un balón dividido. La rodilla volvió a quebrarse y John Edison regresó a Colombia, al Santa Fe y nunca más sería el mismo.

Ahora, a los cincuenta años, dedicado a los negocios personales, cuando camina por el barrio Galán de Pereira, los jóvenes, al ver su figura obesa y lenta, murmuran y lo señalan “Miren, ese señor pudo haber sido el Maradona colombiano

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