Iván Velásquez, corrupción y lenguaje que mata
Opinión

Iván Velásquez, corrupción y lenguaje que mata

“Izquierdista, comunista, parásito”, así calificaron al colombiano miembro de la Comisión contra la Impunidad cuando el presidente de Guatemala lo expulsó, al sentir pasos de animal grande

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septiembre 04, 2017
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Si lo que ocurre en la Guatemala del posconflicto anuncia lo que vendrá en Colombia, serán la corrupción rampante y la cultura de la intolerancia los rasgos dominantes en el 2037.

Más de 20 años de haberse firmado el acuerdo final de paz en Guatemala, después de más de 30 de conflicto en el que 250 000 personas perdieron la vida, debería ser tiempo suficiente para evaluar si se pudo construir una cultura de convivencia y respeto entre hermanos guatemaltecos. A juzgar por la polarización que se desató la semana pasada alrededor de la decisión del presidente Jimmy Morales de expulsar al colombiano Iván Velásquez, miembro de la Comisión Internacional contra la Ia Impunidad en Guatemala (CICIG), pareciera que el país centroamericano está inmerso en una sopa de corrupción pública, por un lado, y códigos de lenguaje y prejuicios propios del anticomunismo latinoamericano de la guerra fría, por otro.

La CICIG, con Velásquez a la cabeza, había solicitado la pérdida de inmunidad al presidente Morales por graves irregularidades en el financiamiento de la campaña presidencial hace dos años. Por corrupción, el anterior presidente, Otto Pérez Molina, está tras las rejas. La CICIG desempeñó un papel de primeria línea, al lado del Ministerio Público, en el proceso de denuncia y acusación a Pérez. Así que el actual presidente sintió pasos de animal grande y procedió a expulsar a Velásquez, hombre valiente, independiente, honrado.

Aunque la Corte de Constitucionalidad guatemalteca tumbó la decisión de Morales, el apoyo de algunos sectores a la expulsión no se hizo esperar. Lo sorprendente son los motivos del apoyo, tanto en medios oficiales cono en las redes. En general, los defensores de Morales no se refieren a la acusación de corrupción. En el mejor y más inofensivo de los casos, justifican la expulsión por intromisión en asuntos internos de parte de Velásquez.

Lo dramático del atraso en el lenguaje y, por lo tanto, de la cultura política, radica en catalogar a Velásquez como izquierdista, comunista, parásito, y por tanto, persona no grata, servidor del terrorismo de extrema izquierda. Los apoyos a Morales en Guatemala meten, en la misma olla, a las Naciones Unidas, los oenegeros, el comunismo venezolano y el cubano, y también a Obama. El eco en Colombia no se hizo esperar. Procurador y expresidente y sus redes de apoyo se fueron lanza en ristre contra Velásquez, aplaudiendo a Morales. Amigo de las Farc, de Petro, terrorista, armador del cartel de los testigos. Un tuitero criollo escribió, en apoyo a sus pares guatemalecos: “Este bandido Iván Velásquez en mi país es un reconocido comunista-madurista al servicio de las Farc”. Que una instancia de las Naciones Unidas, en tiempos de Trump, sea tildada de comunista, solo refleja un enorme atraso en la cultura política.

 

Si el posconflicto en Guatemala es un espejo en el tiempo para nosotros,
son pocas las esperanzas
de construir una cultura de paz y convivencia en Colombia

 

Si el posconflicto en Guatemala es un espejo en el tiempo para nosotros, son pocas las esperanzas de construir una cultura de paz y convivencia en Colombia. Los detractores centroamericanos del comisionado utilizan un lenguaje anticomunista de los cincuenta y sesenta, de la época en que tumbaron a Árbenz, que sustituyeron por Castillo Armas, a quien mataron, de guerrillas y grupos paramilitares, del papel activo del ejército en múltiples masacres, del estado de sitio permanente. Los criollos ven en Velasquez al enemigo que contribuyó al desmantelamiento de redes políticas y financieras del narco y el paramilitarismo.

Por fortuna, la comunidad internacional, las Naciones Unidas, la Unión Europea, gobiernos como el alemán y de los Estados Unidos (¡el de Trump!), revistas conservadoras como The Economist, respaldan la CICIG y a Velásquez. Sin embargo, el lenguaje deshumanizante, que minimiza a quien piensa diferente, está mas vigente que nunca.

La pelea, de nuevo, no es entre derecha e izquierda. Son los valores liberales, de respeto a las diferencias, los que están en juego.

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