Iván Cepeda a indagatoria con Abelardo de la Espriella

Iván Cepeda a indagatoria con Abelardo de la Espriella

“Si las FARC quieren hacer política, tendrán que pagar peaje”, dice el senador del Polo

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agosto 18, 2014
Iván Cepeda a indagatoria con Abelardo de la Espriella

En esta ocasión ha sido citado a indagatoria, por este despacho instructor, un político acostumbrado, como pocos, a generar polémica y controversia. Amado por unos, odiado por otros, Iván Cepeda no deja a nadie indiferente. Cepeda se ha caracterizado por su estilo vehemente y retador, tiene casada una pelea a muerte con el expresidente Uribe, y es de izquierda por convicción y por “predisposición genética”, pues es hijo del asesinado exsenador Manuel Cepeda y de la exconcejal costeña Yira Castro, ambos militantes del partido Unión Patriótica. Cepeda nació en Bogotá, hace 51 años (aunque parece menor) y mide aproximadamente 1.80. Su mirada es profunda y triste, tiene melena de león, pinta de hippie intelectual y es sin duda un hombre inteligente.

ABELARDO DE LA ESPRIELLA: Estamos en indagatoria Senador  Cepeda.

Iván Cepeda: ¿En indagatoria?

A De La E: .Así es.

IC: ¡Ah caramba!

A De La E: ¿Jura decir la verdad, y nada más que la verdad?

IC: ¡Ah! ¿Es que se llama a indagatoria?

A De La E: Sí señor, la sección se llama “A Indagatoria con Abelardo De La Espriella”.

IC: Una cosa peligrosa.

A De La E: Bastante. Senador, le repito: ¿Usted jura decir la verdad y nada más que la verdad?

IC: Por supuesto, no hago otra cosa.

A De La E: ¿Cómo recuerda a su padre, senador?

IC: Como un hombre con un inmenso compromiso, con mucha decisión y con mucho valor. Le tocó afrontar un momento muy difícil, en el que se estaba llegando al punto culminante del exterminio contra su movimiento político. Él era el último Senador electo de una bancada que había sido exterminada, y quien era de la UP en esos años era realmente alguien que debía tener conciencia de que en cualquier momento podía costarle la vida su militancia política, y mi padre fue muy consciente de eso. Es más: casi que se sabía con exactitud el momento en que lo iban a matar.

A De La E: ¿Su padre era un hombre comprometido con sus ideales?

IC: Sin duda. Yo creo que todos los miembros de la Unión Patriótica tuvieron un compromiso férreo con la democracia, y, a pesar de los peligros que afrontaron, se mantuvieron en sus posiciones hasta el momento en el que les llegó casi de manera anunciada la muerte, como la novela de García Márquez.

A De La E: ¿Qué tanto lo marcó el asesinato de su padre?

IC: Bueno, eso es una experiencia que por supuesto dejó una huella imborrable en la vida. Yo diría que partió mi existencia en dos momentos distintos y reorientó todas mis prioridades, así como mi actividad intelectual y política.

A De La E: ¿Cómo fue su vida de adolescente exiliado luego del asesinato de su padre?

IC: Fue una vida un poco particular. Nosotros tuvimos que afrontar siempre como familia una situación de constante riesgo y peligro. En unas oportunidades, era mi padre el que estaba siendo perseguido; en otras, mi madre. Mi madre fue líder política, llegó a ser concejal. Falleció de muerte natural, como consecuencia de una enfermedad. Pero, ejerciendo el periodismo y ejerciendo, la política ambos afrontaron siempre una situación de amenazas, allanamientos, cárcel, huir permanentemente a buscar abrigo en el exilio o en el desplazamiento interno del país. Pero pese a todo eso, yo tengo un recuerdo de una juventud, una niñez relativamente normal. Es decir, lo paradójico de esto es que, a pesar de los problemas que había, mi padre y mi madre supieron generar un ambiente en el que nosotros asimilamos esa situación con mi hermana y pudimos llevar una existencia medianamente normal.

A De La E: ¿Qué recuerda de sus primeros años de vida?

IC: Los primeros años, desde cuando yo nací hasta mi primer año, mi padre estuvo en la cárcel, en la Modelo, acusado de ser agitador comunista, un tipo penal que no existía en la época, pero fue la acusación que se le hizo. Luego lo absolvieron.

A De La E: ¿En qué países vivieron durante el exilio?

IC: A los cinco o seis años, cuando mi padre salió de la cárcel, tuvimos que irnos a vivir a Cuba, después a Praga, volver al país, rehacer la vida aquí y seguir afrontando permanentemente esa situación hasta el momento en el que mataron a mi padre.

A De La E: ¿El de hoy es un mundo más seguro para la izquierda?

IC: Yo creo que estamos en proceso de construir una civilidad democrática en Colombia; pero hoy por hoy no es ese el escenario adecuado. Seguimos en un país, en el cual la muerte por razones políticas está vigente y se considera un hecho normal (y no me refiero solamente a los militantes de la izquierda; también hay asesinatos políticos contra personas que tienen otras ideologías).

A De La E: ¿Usted es partidario de darles los mismos beneficios jurídicos que se pretenden para la guerrilla a los otros actores del conflicto, es decir, paramilitares, políticos, empresarios y militares?

IC: Yo creo que debemos encontrar una fórmula, que es muy difícil de hallar, por supuesto, pero que satisfaga a las víctimas, en primer lugar. En segundo lugar, a la sociedad Colombiana, a las instancias internacionales y nacionales de justicia, y desde luego a quienes deben asumir ese marco general; y para eso es necesario un gran nivel de sensatez, de inteligencia política, porque aquí no se puede ni entregar impunidades, ni hacer imposible la paz, por buscar ese marco ideal de justicia.

A De La E: ¿Eso es un sí o un no?

IC: Bueno sí, pero en la práctica no es igual para todos.

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A De La E: Necesito que sea más claro, recuerde que estamos en indagatoria. Se trata de buscar la verdad de lo que piensa el entrevistado. ¿Usted está de acuerdo con que los distintos jefes de la guerrilla lleguen al Congreso?

IC: Yo pienso que ese es un acuerdo que hay que construir. Yo diría que la guerrilla no ha estado levantada en armas para algo distinto de participar en política y creo que va llegar un momento en el que se va a tener que aceptar esa posibilidad y construirla. Ahora, ¿en qué condiciones? Yo en eso prefiero no adelantarme a los hechos, para no perjudicar un proceso que se está dando. En La Habana se ha abierto una posibilidad. Fíjese usted, ¿quién iba a decir que íbamos a llegar a un momento, en el cual se comienza a hablar de reconocer a las víctimas, de reparación? La guerrilla, por ejemplo, ha dicho que hay que pensar en la reparación de las víctimas, recibir a las víctimas. ¿Adónde nos va a llevar ese proceso? Vamos con calma, avancemos en el proceso. Probablemente, al final vamos a construir un consenso en el que jefes de la guerrilla y otros actores del conflicto van a hacer uso de la posibilidad de participar en política, pero no sin pagar un peaje.

A De La E: Yo soy de los que piensa que Timochenko haría un mejor papel que algunos de los parlamentarios que hoy tenemos, y estaría de acuerdo con que se le dieran beneficios políticos a los desmovilizados y, por supuesto, a los otros actores del conflicto.

IC: Yo creo que nosotros debemos encontrar un camino, en el cual, repito, haya una satisfacción de los derechos de las víctimas en primer lugar y segundo lugar que podamos construir un consenso nacional. Ahora, ¿habrá un mismo tratamiento para todos los participantes, en este conflicto armado? De hecho, ya no es así: los paramilitares han tenido un tratamiento en un proceso anterior que tiene unas especifidades; seguramente los militares reclamarán un tratamiento también diferenciado y la guerrilla hará lo propio. Bueno, es posible que no logremos un tratamiento homogéneo. Lo importante es que logremos llegar a ese consenso. Pero ahora, a mi modo de ver, también es fundamental plantear otra pregunta: ¿y aquellos que no han sido ni siquiera interpelados sobre su responsabilidad en el conflicto armado y en todo lo que ha pasado en Colombia, ellos que? Por ejemplo, los políticos, los partidos políticos sus líderes, los altos dirigentes del Estado, los gremios económicos… Digamos, aquí se debe construir un margen de responsabilidades: unas, de carácter moral; otras, de carácter político, y otras, de carácter penal. Pero todos tendremos que asumir eso que después de la Segunda Guerra Mundial se conoció como la asunción de la responsabilidad múltiple, es decir, el ciudadano común y corriente debe preguntarse por su responsabilidad moral.

A De La E: ¿Hay una responsabilidad entonces como sociedad e individuos frente al conflicto?

IC: Claro: ¿Qué hizo o qué no hizo cuando estaban ocurriendo los hechos más graves? Y todos tenemos que responder esa difícil pregunta, unos con condiciones mucho más cómodas que otros. Por ejemplo, vivir en El Salado debía ser muy difícil cuando estaba ocupado por las fuerzas paramilitares y de la guerrilla, y ambos grupos estaban en disputa por esos territorios. Ser una persona que vive en esas zonas implica una situación muy distinta de quien tiene una posición cómoda en una oficina o en un recinto en Bogotá.

A De La E: ¿Y desde esa óptica suya, que me parece interesante, cuál es la responsabilidad que le cabe al Estado colombiano como tal?

IC: Bueno, yo creo que es una responsabilidad innegable y de primer nivel. Colombia ha padecido un conflicto armado, en el cual ambas partes han participado activamente grupos irregulares y Estado colombiano, y se ha producido una violación sistemática de derechos humanos. Creo que ya es hora de dejar de dar esa imagen, que es desde todo punto de vista ilógica y absurda, porque el nuestro es un Estado que, por acción u omisión, se ha equivocado. 60 años de guerra a nadie le cabe en la cabeza que hayan podido transcurrir sin una importante utilización de la fuerza del Estado, a veces utilizando parámetros y formas legales; en otros casos, utilizando claramente métodos criminales. Esa discusión tendrá que darse en su momento y debemos llegar al punto en el que se reconozca esa realidad que, a mi modo de ver, es evidente.

A De La E: Usted es un defensor vehemente del proceso de paz con las FARC. ¿En aras de la concordia y el consenso que requiere el país para llegar a ese estadio ideal de la reconciliación, estaría dispuesto a “fumar la pipa de la paz” con el expresidente Uribe?

IC: Mire, yo pienso que hay que construir un consenso nacional para el propósito de la paz. Pero para eso se requiere la voluntad de todos. El hoy Senador Uribe tiene que afrontar unas responsabilidades que, a mi modo de ver, son innegables y me encargaré en el Congreso, como lo he pedido, de hacerlas evidentes. Ahora, si el Senador Uribe y su grupo político, que hoy se han opuesto de una manera tan radical a la paz, deciden entrar en este proceso, habrá que construir un consenso en términos políticos con esos sectores que yo califico de extrema derecha, porque creo yo es imposible pensar en un proceso de paz exitoso sin que estén todos los actores. Ahora, ¿cuándo va a ocurrir eso? Yo espero que pronto, que prime la sensatez. Eso no significa que construir ese consenso implique una amnesia y el borrar de la memoria muchas cosas. Y seguramente ese sector dirá lo mismo con relación a la izquierda, cuando yo planteo un debate con el Senador Uribe, alguien de su colectividad ha dicho: “Hay que hacer el gran debate de la Farcpolítica”. Bueno, ¡hagámoslo! Todos los que sean necesarios.

A De La E: Es decir, ¿si hay un consenso, en torno de la paz con el Centro Democrático, usted estaría dispuesto a resolver sus diferencias con el expresidente Uribe?

IC: Si un sector político como el Centro Democrático, que hoy se opone de una manera terriblemente radical y nociva al proceso de paz, entra en ese consenso nacional, lo construiremos juntos. Ahora ¿cómo lo construiremos? Cada cual tiene que hacer un mea culpa por las responsabilidades que tiene frente al conflicto, empezando por el Senador Uribe.

A De La E: La Corte Constitucional acaba de concluir el estudio del Marco Jurídico para la Paz. Esa instancia judicial definió que las personas que han cometido crímenes de lesa humanidad no pueden participar en política. ¿El balón está en la cancha del Congreso para cambiar esa realidad jurídica?

IC: Yo diría que el balón está en la cancha de La Habana, y hay que esperar a que se produzcan unos acuerdos, que después serán objeto de un gran debate público, y ahí tendrá un papel el Congreso. Ahora, el Congreso tiene ahora otras funciones y prioridades. Por ejemplo, la Comisión de paz ha definido hacer unas audiencias públicas, para empezar a construir un componente dirigido a transición y a la post-guerra en materia del Plan Nacional de Desarrollo. Esa es, a mi modo ver, una tarea necesaria y viable, que no se interpone ni obstruye el proceso que se está dando en La Habana, sino que es complementaria y armónica.

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A De La E: ¿Cuál es el peaje que debe pagar la guerrilla para entrar a la civilidad, con todo lo que ello implica?

IC: Eso es lo que se va a determinar en estas conversaciones y no solamente la guerrilla, sino todos y cada uno de los factores y actores de este conflicto armado y creo que ahí vamos a tener que asistir a una construcción colectiva.

A De La E: ¿Cómo ve el futuro de la izquierda democrática en Colombia?

IC: Yo lo veo con bastante optimismo. La izquierda Colombiana ha venido en un gran proceso de maduración, ha logrado generar una realidad política en la cual ya no es una sola fuerza de oposición marginal que simplemente deja constancias históricas, sino que se ha ido convirtiendo poco a poco en una fuerza de gobierno. Ahora, se podrán tener muchas críticas y visiones sobre lo que ha sido ese rol que ha asumido en los últimos tiempos la izquierda, pero lo que es innegable es que la izquierda se está preparando para gobernar este país, como lo han hecho otras fuerzas de izquierda en América latina.

A De La E: ¿Cuál es su percepción sobre Gustavo Petro?

IC: Petro es un líder político que ha asumido un compromiso en el que, afrontando toda clase de vicisitudes, hasta ahora ha salido airoso. Tiene un gobierno que ha generado mucha polémica, pero que, a mi modo de ver, tiene unos resultados que están ahí, que son palpables y con los cuales se puede o no estar de acuerdo, pero generan o no una realidad política distinta con relación a otras administraciones.

A De La E: ¿Cómo ve al país en diez años?

IC: Yo diría que en medio de un proceso de difícil transición a la construcción de la paz y de la democracia (en términos reales, creo que 60 años de guerra no se superan de la noche a la mañana). Creo que estamos llegando al momento en el cual cada vez es más frecuente encontrar que las personas tienen que comenzar a discutir sobre cómo van a construir la paz; es decir, es cada vez más anacrónico seguir pensando en la violencia como una especie de destino.

A De La E: ¿Cuál es el político Colombiano que más admira?

IC: Yo diría que hay una serie de líderes políticos que le han aportado mucho a Colombia. No me casaría con ningún nombre en particular.

A De La E: Recuerde que estamos en indagatoria, necesitamos un nombre. ¿No me diga que Juan Manuel Santos?

IC: ¡No, por favor! Lo primero es que sería de izquierda. Tal vez estaría entre Bateman y Pardo Leal.

A De La E: ¿Y de la izquierda internacional, cuál es el que más admira?

IC: Salvador Allende.

A De La E: Mire esta paradoja: Si no fuera por el país tan convulsionado en el que vivimos, usted no sería Senador y yo no sería penalista.

IC: Bueno, quién sabe que seríamos.

A De La E: Si fuésemos de Copenhague, por ejemplo, usted probablemente estaría dictando clases y yo defendiendo a una viejecita que se cayó en una alcantarilla.

IC:(Risas)

A De La E: ¡Qué sorpresa!, yo pensaba que usted no se reía, pero en esta indagatoria me he dado cuenta de que sí. ¿Por qué no se ríe en público?

IC: Bueno, porque regularmente tengo que afrontar unas discusiones que no suscitan mucha risa.

A De La E: ¿Sin paz no hay democracia?

IC: No es simplemente un asunto de dejar a un lado las armas. El problema es que en Colombia la guerra ha sido un negocio y sigue siendo un negocio. Hay que reconvertir todas las fuerzas que hoy están al servicio de la guerra para construir un estado democrático y justo.

A De La E: ¿Cómo se sintió votando por Santos?

IC: Independientemente de mis inmensas diferencias (que son antagónicas con Juan Manuel Santos y con su forma de gobernar), yo estoy convencido de que tomé una decisión correcta: era la decisión que había que tomar en ese momento, porque de eso dependía el proceso de paz que está dándose en Colombia.

A De La E: ¿Usted no cree a veces los miembros del Secretariado de las FARC pecan de arrogantes?

IC: Yo creo que en Colombia hay una muy grave consolidación de las desconfianzas y las arrogancias. No es solamente de un lado. Muchas de las muertes que han ocurrido en Colombia se hubiesen podido evitar, si se hubiera tenido la generosidad de dialogar. Y en eso hay responsabilidad compartida. Seguramente, en algún momento vamos a tener la madurez como sociedad para determinar quién fue más responsable en esto; pero creo que ese es un gravísimo problema. La arrogancia sí es para mí un pecado capital en la política, y la soberbia también.

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A De La E: ¿Cómo cataloga el rol de la justicia en Colombia, Senador?

IC: Yo veo que la justicia es un elemento fundamental de la democracia, y, en nuestro país, como ocurre con todas las instituciones y todas las ramas del poder, está profundamente lisiada y tiene problemas. En nuestro caso, veo una gran carencia de recursos y también un intento por generar una justicia manipulada dependiente de otros poderes. Ahora, hay en Colombia grandes jueces, grandes juristas que deberían estar en una galería de personalidades ilustres que han contribuido a construir la democracia.

A De La E: ¿Qué música escucha Senador?

IC: A mí me gustan mucho la salsa y el son. Me gusta mucho la música Colombiana. Ahora estaba viendo, por ejemplo, que la orquesta filarmónica de Bogotá ha hecho un extraordinario trabajo al incorporar al repertorio de la orquesta el porro.

A De La E: ¿Y le gusta la rumba?

IC: Sí, pero no la practico como quisiera, por razones obvias (risas).

A De La E: ¿Quién le hace las camisas, Senador?

IC: Yo las he diseñado y las mando a hacer a un sitio. No voy aquí a hacer cuña.

A De La E: A menos que paguen el comercial, Senador.

IC: (Risas)

A De La E: ¿Qué le viene a la mente cuando piensa en el amor?

IC: En mucha gente, no tengo una persona en particular, pero, bueno, en mi compañera tal vez.

A De La E: ¿Y cuando le hablan de traición?

IC: ¿Tiene que ser una persona?

A De La E: Sí, claro. No me diga que no encuentra un traidor en un país de traidores.

IC: Es que ese es el problema, son muchos.

A De La E: Deme un nombre.

IC: Yo diría que la clase política en general.

A De La E: ¿Lealtad?

IC: Todas esas preguntas me generan un gran conflicto, se me vienen muchas ideas a la mente. Yo mismo soy una persona leal.

A De La E: ¿Compromiso?

IC: Manuel Cepeda.

A De La E: ¿Senador, alguna vez se peina?

IC: Claro.(Risas)

A De La E: Hemos terminado esta indagatoria.

IC: ¡No me diga! (Risas).

A De La E: Muchas gracias.

***

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