Isabel
Opinión

Isabel

Por:
noviembre 26, 2014
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.

“La moza del Bolillo” por fin tiene un nombre, una voz y una cara propios. Se llama Isabel del Río y esta semana le dio la cara al mundo para contar su historia.

“Su” historia. No la del Bolillo, ni la de los testigos del acontecimiento patético que la introdujo en la historia patria, ni la de los periodistas morbosos, ni la de miles de colombianos chismosos que comentaron su caso a lo largo de estos años. Historias, todas estas, plagadas de especulaciones, recriminaciones, insultos, humillaciones, condescendencia y, aún peor,  dotadas de un denigrante sentido de ‘agradecimiento’.

“Gracias a ella fuimos al Mundial”, sentenció Daniel Samper Ospina, reduciendo la vida de violencia de Isabel a una torpe anécdota de humor. Un chistecito insultante por punta y punta, pues además de mostrar un evidente desprecio por la vida de Isabel, hace de un evento prosaico e infeliz el mito de origen del triunfo de una Selección que alcanzó su hazaña gracias a un trabajo propio.

En una columna majadera y sosa, de esas que algunos creen el ‘súmmum’ del periodismo colombiano, Samper dijo: “Rindamos un sentido homenaje a ese ser humano discreto y reservado gracias al cual obtuvimos la clasificación al Mundial: a esa persona reacia ante los medios, pero eficiente a la hora de dar resultados, que se ganó el corazón de toda Colombia. Rindamos un homenaje, pues, a la moza del Bolillo Gómez…”. Así bautizó a Isabel y así le dio sentido. Para Samper, los golpes recibidos al menos “sirvieron para algo” superior a ella. Como diría cualquiera de esos tipos ramplones que día a día maltratan, abusan y asesinan mujeres en Colombia: “antes agradezca…”.

Así, rebautizada con el alias de su propio agresor, renombrada por la función social que Samper y su cochambre le determinaron y desprovista de cualquier singularidad, Isabel se convirtió en el tragicómico comodín con el que más de uno hizo referencia a un capítulo muy triste de la vida nacional.

No sé qué grado de veracidad tenga la historia que ahora Isabel cuenta e ignoro sus motivos para publicarla, pero entiendo su silencio y me parece completamente razonable su discreción. Más allá de la ‘verdad’ que haya tras las vicisitudes de su vida con Hernán Darío Gómez, es una mujer con su propio drama y que se ha construido sus propias estrategias para elaborarlo, comprenderlo y superarlo. Cada persona carga con sus desgracias y sus herramientas para trascenderlas, sublimarlas o sucumbir a ellas.

El caso es que más allá de sus razones, Isabel —o mejor, una parte de ella— es una sobreviviente. Sobrevivió a la violencia, la ignominia y su propia percepción del amor. Y volvió a reclamar su nombre: el de ella, el de su historia feliz o infeliz, buena o mala, valiosa o infame, pero a fin de cuentas propia. Y eso hay que celebrarlo, pues no todas las víctimas anónimas de la violencia en Colombia han podido hacerlo.

No conozco a Isabel, pero cierto sentido de admiración me movió a escribir sobre ella justo en el momento en el que se celebra el Día Internacional contra la Violencia de Género. Isabel representa muy bien este tipo de violencia, con sus sufrimientos, sus logros, sus luchas y sus recaídas. No es fácil superar los círculos de violencia cuando estos se afincan en el ‘amor’. No es nada sencillo reinventar el amor cuando los afectos que hemos conocido se han fundado en la humillación. Pero se puede y, justamente porque ‘se puede’, es que vale la pena reconocer la valentía de quienes lo intentan e, incluso, de quienes fracasan en el intento. A veces hay que superar el ‘amor’ para encontrarse a sí mismo, libre y capaz…

A esta fortaleza y a esta valentía de reinventarse yo le dedicaría un día y todos los días. Para ser sincero, ese lema de “Ni con el pétalo de una rosa” con el que se asoció la campaña contra la violencia de género en Colombia me parece sexista. A las mujeres se les toca con su consentimiento y como a ellas se les dé la gana. Son personas y no florecitas, son sujetos capaces de autonomía y no objetos frágiles de decoración. Es su capacidad de lucha y reivindicación la que deberíamos señalar y no la conmiseración que resulta de ciertos prejuicios que nos parecen emancipadores.

Cuña:

En Casa Ensamble de Bogotá hay un ciclo de obras de microteatro muy apropiado como insumo para esta discusión sobre la violencia de género llamado Mujeres en un cuarto. Vale la pena que les permitamos a las creadoras y directoras de teatro mostrarnos algunas cosas que obviamos en la vida cotidiana.

Sigue a Las2orillas.co en Google News
-.
0

Néstor y el ministro

La paz no necesita marketing sino cojones

Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus
--Publicidad--