Juan Carlos Melo Guevara empezó su carrera en el cine arrojándosele a un carro. En el rodaje de la película Al son de mi gente, Melo, siendo apenas un joven de 18 años entusiasmado por el cine, se ofreció para ser doble de acción y terminó casi que editando una de las primeras películas realizadas en Ipiales.
Esa energía que lo llevó a jugarse la vida en una escena de acción no siempre le jugó a favor. En los colegios de Ipiales era el terror de los rectores, nadie lo soportaba. El único camino que tuvo fue presentar el examen del ICFES en séptimo grado para quitarse el yugo que le infringía el colegio. Ante el asombro de los profesores que alguna vez lo criticaron por su comportamiento, llegaron de Bogotá los resultados del examen: el muchacho había obtenido 306 de puntaje, sobre 400, sin haber visto algebra, trigonometría, química y física. Era tan brillante que le ofrecieron una beca para irse a estudiar a China, pero se quedó.
En el teatro el Cid y el Central, Guevara se sacudía el aburrimiento del colegio a punta de películas. No le importaban si era Rambo, o Oskar Matzerath, el niño del Tambor de Hojalata, el cine lo alejaba de la espinosa cotidianidad.
Por su posición geográfica Ipiales se volvió un punto estratégico para los grupos armados. El desplazamiento interno es bastante alto y han pasado, hacia Ecuador, aproximadamente 55 mil colombianos. Un hermano de Juan Carlos vivió en carne propia las afugias de la guerra. Las presiones de los grupos armados de la región lo sacaron de su municipio, Samaniego, y lo llevaron, dejando atrás 20 años de trabajo, a Ipiales. La ofensiva de las FARC, a mediados de los años 90, se esparcía por todo Nariño. Desde su casa, en el barrio el Totoral, Juan Carlos podía escuchar los ecos de la guerra.
Todas esas imágenes se le iban incrustando a Melo Guevara en el alma: la masacre de Puerres, donde murió todo un pelotón de soldados, el arribo de las Autodefensas Unidas de Colombia y el olvido de un país.
Se fue a estudiar cine a Bogotá y lo intentó en la Manuela Beltrán y en Unitec, pero quería, como Bernard Shaw, que tenía que interrumpir su educación para cumplir con la academia. Cinco años en Bogotá le bastaron para saber cual era el camino: pasar un guion al Fondo de Desarrollo cinematográfico que retratara todas esas imágenes que desde niño se acostumbró a ver en su amada Ipiales. Su proyecto quedó seleccionado, en el 2007, junto a Víctor Gaviria, por el Ministerio de Cultura y le otorgaron un premio de 200 millones de pesos para empezar a rodar Jardín de Amapolas. Desde ese año ningún realizador nariñense lo ha vuelto a ganar.
Ganar en Proimágenes fue sólo el principio de un largo perenigraje. Juan Carlos tocó las puertas del entonces gobernador Antonio Navarro pero le daban largas. Además la gente empezó a creer que la película de Juan Carlos era puro cuento.
Para conseguir los otros 200 millones que le restaban se demoró 7 años.
Ipiales, Aldana, San Juan, Pupiales, todo el sur de Nariño se paralizó en torno al rodaje de la película. El crudo invierno del 2010 interrumpió la filmación. Un año después concluyó y sólo hasta en el 2014 se estrenó. No fue un éxito de taquilla pero la crítica la amó. Se paseó por los festivales de Locarno en Suiza, en Varsovia, Estocolmo y en el de Buenos Aires donde ganó en la categoría de Copia Cero. Entre las 50 mejores películas de la historia del cine colombiano según la Revista Semana, la ópera prima de Melo Guevara ocupa el lugar 44. Actualmente la transmiten en el canal Sundance de Robert Redford.
Melo, a sus 39 años, quiere rodar su segunda película en Ipiales. Mientras tanto está dedicado a ayudar a una población de 145 mil habitantes que está orgullosa de tener ya, tres películas y que espera que el ejemplo de Juan Carlos Melo Guevara sirva para inspirar a nuevos talentos cinematográficos.
