Inventar la emoción colectiva de la paz: desarmar el odio

Inventar la emoción colectiva de la paz: desarmar el odio

"Tenemos la tarea de inventar la emoción colectiva de la paz, tristemente desmontada por quienes temen a la paz y han hecho de la guerra su negocio de poder, exclusión y riqueza, y siguen vindicando el odio y la venganza"

Por: Carlos Satizábal
junio 09, 2017
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Inventar la emoción colectiva de la paz: desarmar el odio
Foto: Posconflicto Colombia

He estado en varios de los campamentos y Zonas veredales de las Farc trabajando en tareas del proceso de paz que lleva adelante la Universidad Nacional con el proyecto Espacios de Re-Conocimiento para la Paz, haciendo talleres de teatro, música, vídeo y ciencias con colegas y estudiantes, y preparando diversas acciones artísticas y culturales, con el sueño de tejer propuestas que alimenten un programa de arte y cultura que pueda contribuir a la invención de la paz y a desarmar los imaginarios ciudadanos del odio y de la venganza, arraigados en el alma colectiva nacional en más de cincuenta años de guerra y propaganda de guerra contrainsurgente.

Impresiona la mística, la organización, la claridad de los hombres mayores y de los jóvenes, la guerrillerada, como se llaman: se preparan para dejar las armas y hacer política sin armas...

En cada zona están, como Aureliano y Úrsula, fundando un nuevo pueblo: fundan los pueblos de la paz. Unos cuantos de estos comandantes tienen tareas en Bogotá y se mueven por el país: hacen parte de las comisiones de seguimiento y verificación de los acuerdos y de reincorporación de su organización a la sociedad...

La oligarquía, dividida por la paz, (al parecer la guerra es lo único que une sus facciones), parece preparar -como antes- otra traición: según dijo un jefe civil del paramilitarismo: cuando su facción llegue de nuevo al poder van a "hacer trizas ese maldito papel que llaman el Acuerdo de Paz".

Nos asombró la pronta respuesta del máximo comandante de la guerrilla, Rodrigo Londoño, en una entrevista con Noticias Uno: la claridad política de su respuesta a esa amenaza: "tomamos las trizas y rearmamos el Acuerdo... " Y abrió las manos en el aire, las juntó y rearmó las trizas con el gesto. Este comandante niega que vayan a un genocidio como el de la Unión Patriótica. Reafirma, sin odio ni ironías, que las guerrillas en paz van por la paz y solo por la paz. Que quienes tememos que la dolorosa ola de crímenes que ejecutan los enemigos de la paz son la continuación de ese genocidio, solo le hacemos un favor a los enemigos de la paz. Y aunque era de esperarse esa reacción asesina de los que manejan el inmenso negocio de la guerra, deseamos que el guerrillero en paz tenga razón.

Alfredo Molano en su columna de El Espectador recordó que en una entrevista que le hizo a El Vampiro, uno de los tenientes de El Cóndor, el pájaro le dijo que ellos ejecutaban los editoriales que escribía Laureano Gómez en El Siglo... Igual pasa ahora con la paz, los Laureanos de hoy dicen su discurso de odio y sangre y los nuevos pájaros o águilas negras o paramilitares asesinan líderes sociales y guerrilleros en paz y familiares de guerrilleros en paz. Y nos asombra que los comandantes ni los guerrilleros salen a clamar venganza. Uno de los mandos jóvenes de una de las zonas veredales, dijo: nosotros en la guerra estábamos dispuestos a morir, ahora, por la paz, también...

Aunque en este tránsito a la paz están muriendo sin armas, es lo tremendo. Ayer en la entrega de la tercera parte de sus armas, de nuevo el máximo comandante de la guerrilla, Rodrigo Londoño, dijo a NC, el sistema de noticias de las FARC: nuestra única arma será la palabra.

Es tremenda esa decisión comprensiva, su claridad, su voluntad, su mística, su serena decisión de hacer la paz, aún contra los viejos y tremendos poderes que vindican el odio y la guerra y la muerte, para mantener el sistema de la exclusión política y social, de la hegemonía de la violencia y de la economía del despojo y la sangre que ha enriquecido a la oligarquía colombiana por años y años y años...

Uno siente que por la desgracia de la pugnacidad mediática de quienes no quieren la paz, la decisión de la guerrilla de dejar las armas es recibida por la amplia ciudadanía con escepticismo, incluso con indiferencia; los enemigos de la paz han logrado apagar la emoción colectiva que se esperaría del fin de la guerra en un país que ha vivido en mas de medio siglo el desastre humanitario más vasto del hemisferio.

Tenemos la tarea de inventar la emoción colectiva de la paz, tristemente desmontada por quienes temen a la paz y han hecho de la guerra su negocio de poder, exclusión y riqueza, y siguen vindicando el odio y la venganza.

Por ello es urgente un gran programa de arte y cultura que desarme la imaginación de la guerra y los deseos de muerte y estimule la construcción del gran relato colectivo de los hechos de la guerra y la conversión del dolor y del horror vividos en cantos de la tenacidad, en poesía compartida para perseverar en la existencia: la fiesta de la vida, la naturaleza sagrada de la muerte.

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