¿Internacionalizar la Amazonía?

¿Internacionalizar la Amazonía?

Los recientes incendios en la selva volvieron a abrir este polémico debate, que fue avivado por las declaraciones de Macron, presidente de Francia

Por: José Alfonso Valbuena Leguízamo
septiembre 05, 2019
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¿Internacionalizar la Amazonía?
Foto: Pexels

La región amazónica es el entorno de unos 400 pueblos indígenas con raíces ancestrales de 12.000 años, Allí viven la mitad de las especies del planeta. La cuenca del río Amazonas es la más grande del mundo y representa el 20% del agua dulce de La Tierra. Por su ubicación estratégica, las riquezas naturales que contienen y los conocimientos ancestrales de las comunidades, los 7 millones de km2 de selva que se encuentran entre Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam, Guayana Francesa, Ecuador, Perú, Bolivia y Brasil, son cada vez más codiciados por el capitalismo depredador. Con los recientes incendios en Brasil y Bolivia se ha revivido el debate sobre la internacionalización de la Amazonía: ¿en qué consiste esta propuesta y cuál es su alcance?

Desde la avasalladora invasión europea desplegada durante el siglo XVI, el interés por explotar la selva no ha tenido pausa. A finales del siglo XIX y comienzos del XX fue el boom de la cauchería; hoy las acciones que devastan el bosque tropical son la extracción de minerales e hidrocarburos, construcción de represas para producir energía hidroeléctrica, construcción de carreteras y vías férreas, expansión de agricultura intensiva (soja transgénica y palma de aceite), praderización de la selva para la ganadería y explotación de maderas.

Estas actividades, promovidas o permitidas por gobiernos nacionales y regionales, han beneficiado a corporaciones internacionales, mafias y negociantes locales, siempre con una consecuencia común: la deforestación y degradación de la selva, el exterminio de indígenas y de sus culturas. Las potencias mundiales han ejercido una doble moral en esta situación; por un lado se lucran de la explotación económica de la selva, y por otro plantean la necesidad de su protección y conservación ante la pretendida ineptitud e incapacidad de los gobiernos.

Es así como desde el siglo XIX se vienen planteando fórmulas de apropiación de la Amazonía, de considerarla un “bien supranacional”, un “patrimonio global” o de darle un “estatus internacional”. Durante la Guerra Civil norteamericana, por ejemplo, con la idea de Lincoln de constituir una colonia de personas negras fuera de Estados Unidos, J. W. Webb, su ministro plenipotenciario propuso que fuera en la Amazonía, proyecto que no se llevó a cabo por decisión de los negros. Luego fue el intento, después de la II Guerra Mundial, de fundar Instituto Internacional de la Hilea Amazónica para desarrollar todo tipo de investigaciones con la supervisión y participación de organismos internacionales. Vendrían otras iniciativas también truncadas, por fortuna, como la de la Academia de Ciencias de Washington de crear el Centro del Trópico Húmedo para intervenir en el Amazonía sin someterse a los gobiernos; o la de Francois Miterrand de una entidad supranacional para administrar la Amazonía y sancionar a los países amazónicos ante su vulneración.

Lo cierto es que los recientes incendios en la selva han visibilizado aún más la catástrofe. Se menciona que en lo corrido del año, con las políticas del presidente brasileño la tasa de deforestación se disparó en un 278% con respecto al año pasado. En Colombia la situación sigue siendo alarmante. Las cifras del Proyecto de Monitoreo de los Andes Amazónicos muestran que entre enero y mayo de 2019, la Amazonia colombiana perdió 53.600 hectáreas de bosques (357 diarias en promedio).

La Amazonía en llamas ha dado para todo tipo de discursos como el de Macron sobre la internacionalización o el de Bolsonaro sobre la soberanía. Para el primero "es una cuestión real que se impondría si un Estado soberano tomase medidas concretas que claramente se opusieran al interés del planeta". Para el segundo "la soberanía de Brasil no es negociable".

Ante estas posiciones encontradas, se hace cada vez más necesario pensar en opciones sólidas no colonialistas de la academia, las organizaciones civiles y los movimientos sociales que conlleven a la defensa de la Amazonía en clave de integración latinoamericana, que desborden los contenidos del Tratado de Cooperación Amazónica (TCA) firmado en Brasilia de 1978, que promuevan el resarcimiento de daños ocasionados por las potencias al medio ambiente, escuchen la voz de los pueblos indígenas, denuncien las transgresiones de los Estados de la región y apoyen alternativas de poder político protector de nuestros recursos.

Las palabras de Cristovam Buarque, exgobernador de Brasilia y exministro de Educación de Lula cobran actualidad: “De hecho, como brasileño yo simplemente estoy en contra la internacionalización de la Amazonia. Por más que nuestros gobiernos no tengan el debido cuidado con este patrimonio, la Amazonia es nuestra. Ahora, como humanista, sabiendo del riesgo de degradación ambiental que sufre la Amazonia, puedo imaginar su internacionalización, como también de todo lo demás que tiene importancia para la Humanidad. Si la Amazonia, desde el punto de vista de una ética humanista, debe ser internacionalizada, internacionalicemos también las reservas de petróleo del mundo entero… De la misma forma, el capital financiero de los países ricos debería ser internacionalizado… internacionalicemos todos los arsenales nucleares de los EE. UU…”.

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