¿Indignación, violencia o conciencia?

¿Indignación, violencia o conciencia?

Como escribió Friedrich Nietzsche: "El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa"

Por: DIEGO MARIO ZULUAGA OSORIO
mayo 14, 2021
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¿Indignación, violencia o conciencia?
Foto: Las2orillas / Leonel Cordero

Una sociedad convulsionada por el estrés social, proveniente de las situaciones históricas que se asemejan a lo que sufre Colombia en la actualidad: una pandemia malentendida y con resultados catastróficos; una desigualdad social al borde de la locura al presentarse según el Dane un 42% de población en la pobreza; incertidumbre en cuanto a qué pasara con los impuestos que generan insatisfacción popular con brotes de violencia, asaltos, daños a propiedades públicas y privadas; riquezas repartidas inequitativamente, aparecen nuevos ricos y demasiados pobres; un campo y sus productos agrícolas incomprendidos, explotados por los terratenientes haciendo que el minifundista sea quien pierda; aparición de grupos al margen de la ley frente a un Estado débil y como si fuera poco el narcotráfico y sus agentes ganando espacio cada día; una magistrada anunciando la imposibilidad de las manifestaciones amparando al gobierno de turno; una propuesta tributaria infame y peligrosa; aunado esto a un gobierno al borde de la guerra civil y unos políticos que les importa más su bolsillo que el bienestar del pueblo.

Cómo pretender guardar silencio frente a los fenómenos antes mencionados que generan indignación por falta de políticas que de alguna manera presenten alternativas de solución, que dan como resultados actos de violencia con el perjuicio público y privado o entender que hay actos que generan conciencia o aceptación, en virtud del síndrome de incertidumbre que se siente a todo nivel y en todas las sociedades, indicando que no hay cultura de ciencia y mucho menos cultura científica.

El diagnóstico presentado es crítico, pues parece que estamos tocando fondo, situación que se viene registrando desde los movimientos de octubre y noviembre del 2019, aunado al proceso del coronavirus, su infección y propagación y nada de resultados positivos en cuanto a la vacuna y a la adquisición y distribución de esta; desde el 2020 y el 2021 millones de colombianos vienen siendo catalogados como pobres con las implicaciones sociales que ello representa, esto es, “nos regimos por las mismas leyes de funcionamiento, evolución y pervivencia” (Miguel A. Quintanilla) que el sistema de gobierno nos presenta, dejando como se observa ahora, de ser esos convidados de piedra que ven y dejan hacer, y que como se ha notado hay movimientos que reivindican de alguna manera los derechos del individuo a través de las manifestaciones, protestas, ataques y vandalismos que le han quedado grande al Estado reprimir, pues la insuficiencia de fuerza pública no les permite el don de la ubicuidad y en consecuencia una cantidad de información sin procesar aumentando la discordia, inseguridad e indignación social.

Una olla de presión a la que se refirió Ramiro Bejarano en el artículo publicado el primero de mayo en el Espectador, y en efecto todo lo que se ha venido cocinando desde mucho tiempo atrás, por gobernantes prepotentes, enardecidos de poder y de gloria, sacando pecho por tareas no cumplidas y dejando en la inopia al conglomerado, pues las políticas los empobrecen y a los banqueros los enriquecen, actividades creadas para explotar al desigual, dineros entregados para manejar la política con sus mermeladas, pero generando además de ello, información falsa, interpretaciones infundadas y como si fuera poco el silencio sepulcral de los congresistas, de los altos dignatarios, todos al unísono con el gobernante de turno, que muchos quisieran que renunciara, se muriera o terminara su mandato entre más pronto mejor.

Ese grado de insatisfacción o mejor indignación contra el gobierno y todas sus entidades, la falta de políticas concretas y un norte con dirección permitieron dos cosas: una, la protesta de los insatisfechos y la segunda, el aumento de los actos vandálicos afectando a pequeños y grandes comerciantes, entidades bancarias y otros establecimientos, es decir, se acribilló a un sector de la población y en la mitad los policías que sin tener culpa en el asunto deben hacer frente a estas desigualdades amparados en la constitución y demás normas, pagando el plato sucio de los malos manejos y la falta de conciencia de los dirigentes.

“Las relaciones de poder múltiples atraviesan, caracterizan, constituyen el cuerpo social; y estas no pueden disociarse, ni establecerse, ni funcionar sin una producción, una acumulación, una circulación, un funcionamiento del discurso”, una de las famosas frase de Michel Foucault para explicar el estado en que se encuentra nuestra sociedad, de las razones por las cuales salimos a protestar adquiriendo conciencia de la libertad que tiene el hombre de pronunciarse respecto a todo aquello que no son ni hacen los gobernantes, por eso, como conclusión tenemos que elegir mejores mandatarios, al igual que representantes y senadores o acabar con estas cámaras por inservibles, terminar con las camarillas políticas y sus mermeladas, y comprender que ese Estado social de derecho que se menciona en la constitución en un arma de doble filo, para hacer o dejar hacer.

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