Índice Sintético de Calidad: una medida engañosa y demagógica de la educación colombiana

Índice Sintético de Calidad: una medida engañosa y demagógica de la educación colombiana

'No tiene base teórica ni validación académica, por lo tanto es un instrumento de manipulación'

Por: Leila Delgado Almanza
junio 15, 2016
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Índice Sintético de Calidad: una medida engañosa y demagógica de la educación colombiana
Foto: Ministerio de Educación

En lo que va corrido del año y con exagerada alharaca mediática --digna de mejor causa el Gobierno Nacional encabezado por la “gomela” ministra de Educación-- se está cacareando a lo largo de todo el país el logro de  una presunta mejoría de la educación pública. Con un despliegue de prensa, radio y televisión están entregando cheques a docentes y colegios oficiales en medio de discurso presidencial y cháchara de la ministra  ponderando cuestionables  resultados "medidos" en el llamado Índice Sintético de Calidad, -ISC-.

¿Será posible que en un solo año tantos colegios  hayan  avanzado en calidad? La respuesta la da el  Índice Sintético de Calidad con el cual se está engatusando al país con un programa de educación para el subdesarrollo, la informalidad y al servicio de las multinacionales y el capital financiero, recetado por los Estados Unidos a través de ese aparato llamado eufemísticamente Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico- OCDE-

El ISC es una medida bastante espuria  en la que tienen unas connotaciones desmedidas aspectos meramente cuantitativos que están muy lejos de ser verdaderos referentes de "calidad" de la educación a saber: Resultados de las Pruebas Saber, Nivel de cobertura y Tasas de promoción. Todos estos factores comparados con los alcanzados en  el año inmediatamente anterior. Por lo cual, por ejemplo, una institución que en 2015 se encontraba clasificada en el nivel bajo-bajo y suba al rango bajo-medio, es merecedora del incentivo.

Por demás, los resultados de las pruebas externas Saber se ocupan solo de las competencias de los alumnos en razonamientos verbal y matemático. Ellas no tienen en cuenta los contenidos científicos, dejan el conocimiento al arbitrio de la subjetividad del examinado y la verdad al criterio no de la experiencia sino de la autoridad de los especialistas evaluadores.  Los interesados pueden leer el modelo de pruebas ya aplicadas en los que  las preguntas y respuestas pueden tener varias “posibles opciones correctas”. Y lo peor es que  dichas pruebas y el deseo de que la institución tenga lo mejores resultados en ella  impele  a docentes a desarrollar sus actividades académicas tomando como modelo las pruebas de marras, convirtiendo los colegios en centros de entrenamiento y adivinación sobre las que se le pueda ocurrir al ICFES, en las próximas fechas. Según lo denuncia Francisco Torres, ejecutivo de Fecode.

Paralelo a ello, las evaluaciones del resto de asignaturas y áreas que realiza el docente con sus respectivos alumnos están sujetas a la presión de la dirección de los establecimientos, los que ante el posible incentivo, tienden a exigir que  se flexibilice la promoción. Que las exigencias académicas se bajen al mínimo. Que no se exija rigor en el estudio, ni disciplina en la academia. Es nuevamente la imposición de la nefasta promoción automática impulsada con el halago de unas míseras  bonificaciones monetarias. La promoción automática de estudiantes sin que medie una seria evaluación del conocimiento alcanzado  es un recurso pedagógico deleznable en la historia de la educación y la pedagogía. Son pocos los países que la han adoptado, por el contrario los países más desarrollados, como Japón, Corea, Estados Unidos y la mayoría e europeos, tienen como motor de su desarrollo científico, tecnológico y económico, la base de una enseñanza científica y tecnológica  exigente. En Colombia así se le adorne con el cuento de “aprendizaje al propio ritmo”, “libre desarrollo de la personalidad”, “lo importante es la socialización del estudiante”; la promoción automática tiene en desbandada su calidad. Sus basamentos quedan reducidos a  simples  sofismas para recortar la inversión educativa,  envilecer la educación y mantener a los estudiantes dentro del sistema, el mayor tiempo posible porque el estado no da alternativas educativas diversas acorde con el tipo de estudiantes.

Todo lo anterior hace risible  tanto aspaviento y engaños: El ISC no puede esconder  la  postración de la  educación  pública: Los viejos vicios pedagógicos y administrativos dan cuenta de ello: pasar de un grado a otro sin ninguna exigencia académica. La persistencia de la doble jornada.  El constreñimiento de la autonomía curricular. La imposición de la enseñanza por   estándares y  competencias.  La destrucción de la educación técnica, trocada en “articulación con la eufemísticamente llamada educación para el trabajo y el desarrollo humano”   y la pérdida del preescolar  oficial de tres grados, devenido en privatizados programas de “primera infancia”. El hacinamiento de alumnos por grupo decretado y vuelto a decretar con el decreto 501. La conversión de los rectores en capataces y de los establecimientos educativos en empresas. A lo anterior se  agrega la farsa de jornada única sin las condiciones apropiadas de bienestar estudiantil representadas en alimentación adecuada, recursos e interés para el transporte escolar y actividades variadas. Y un precario programa de construcciones escolares para gratificar a contratistas privados.

Es muy fácil obtener estos resultados, con rectores que más que directivos de instituciones educativas parecen capataces de fincas, que constriñen a los docentes para que “pasen” a como dé lugar a los estudiantes; dediquen sus horas de clases a preparar para las pruebas saber; acepten comportamientos casi delictivos dentro del establecimiento, porque no se puede castigar a nadie, “por el libre desarrollo de la personalidad”, lo que se está incubando una generación de jóvenes que al egresar de la secundaria se encontrarán con la verdadera selección que las universidades de calidad, las exigencias laborales y la  vida misma les harán.

Sin debate académico, sin base teórica y sin validación científica el Índice Sintético de Calidad es un instrumento de manipulación que destruye la diversidad de las instituciones educativas, sustituye los planes de estudios por la preparación en pruebas Saber de matemáticas y lenguaje, acaba con la educación integral, ataca acerbamente a la ciencia y engaña a la comunidad educativa. Con incentivos de un salario mensual adicional, por una sola vez,  para rectores y docentes de colegios en los que la promoción, la retención escolar y especialmente el resultado de las pruebas externas Saber, se pretende hacer creer en una transformación sin precedente en la educación en Colombia.

Mientras engatusa maestros con un dinerillo que no les dura más allá del día de la foto, niega sustanciales  inversiones en verdaderas infraestructuras de colegios; dilata los merecidos ascensos de las nuevas generaciones de docentes, que le significarían una mejora substancial en sus ingresos; pospone los proyectos de mejoramiento de los ambientes escolares;  restringe la capacitación científica de educadores y la financiación adecuada de los programas de bienestar estudiantil.

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